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- HISTORIA DEL MONTAÑISMO
La vida de Miguel Ángel Gil Alonso
José Herninio Hernández Coronel (RE) |
- Por José Herminio Hernández, Coronel (RE) -
Restauración Fotográfica: Centro Cultural Argentino de Montaña, Natalia Fernández Juárez
Nació el 17 de abril de 1923, en Godoy Cruz, Mendoza, Argentina; sus padres, doña María Milagros Alonso y José Gil Conches, ambos de origen español; su infancia la pasó en Barraqueros y luego, en Villa Hipódromo, Mendoza; realizó sus estudios primarios y dejó incompleto los secundarios; su niñez feliz la compartió con sus hermanos Santiago Francisco y Lucía y Elena. Fruto de su matrimonio con Estela Herminio Alonso, nacieron Nancy, Miguel Ángel y Claudia.
Se inició en el deporte realizando ciclismo y natación y luego con el tiempo montañismo. Fue incorporado para cumplir con el Servicio Militar en la Compañía de Comunicaciones Motorizada 8, saliendo como cabo de reserva; fue allí sonde descubrió su pasión por las comunicaciones, es por ello, que se lo escucha decir: a mi Ejército le debo dos pasiones que cultive en mi juventud, las comunicaciones como radio operador y el montañismo.
En la puerta de casa del Sr. Américo Durso Pintos LU2MD.
De izq. a der.: Luis A. Nuti LU7MO, gran colaborador con el equipo de radio.
Miguel Al. Gil LU2MA - LU0MA, autor de estas líneas.
Enrique Lúquez LU2MF - LU0MF, propietario del equipo "chiquito".
Américo DursoP. LU2MD, Fabricante del equipo "chiquito", junto a una de sus hijas
Fue incorporado posteriormente como Cabo, donde aumento sus conocimientos en las actividades de montaña, cuyos primeros pasos los había realizado a la edad de 14 años en la precordillera y luego, en algunas salidas a los cerros aledaños y que custodian Uspallata.
Fue en el servicio militar que conoció a sus maestros y amigos, que le dieron el entusiasmo para abrazar por un tiempo la pasión como radioaficionado, ambos fueron integrantes del Ejército, Luquez y Durso; luego Luquez, con la creación de la Fuerza Aérea, pasó a prestar servicio en esta fuerza.
Era el año 1944, cuando el joven mendocino Miguel Ángel Gil, se inició en dos actividades distintas por su naturaleza, pero que se complementaban, ambas se convirtieron en sus pasiones. El propio Miguel A. Gil, nos relataba:
Gran parte de los amantes de la montaña, se suelen mantener renuentes al agregado de elementos electrónicos, a su equipo personal. Muchos estiman que hacer uso de lo que consideran ajeno a la naturaleza, rompe el encanto de ésta y se desvirtúa en parte la esencia del disfrutar de la naturaleza pura. Sin embargo, cuando en la práctica de los deportes de montaña se producen situaciones que ponen en peligro la integridad física del deportista, conviene tener en cuenta disfrute puede considerarse más importante que la vida misma del montañero. Imbuidos en este concepto, allá por el año 1945, tres radioaficionados residentes en Mendoza, también enamorados de la montaña, decidimos aunar esfuerzos para fabricar un aparato que fuera de utilidad, para el trabajo en la alta montaña.
"El Chiquito": Transceptor para la banda de 40 mts. (7 Mhz).
Propietario: Enrique Lúquez LU2MF - LU0ME. Fabricante: Américo Durso Pintos LU2MD
Incorporarlo en las expediciones para que permita a los deportistas comunicarse ante una eventual necesidad. Sus características en cuanto a tamaño que fuera lo más chico y liviano posible, especialmente por su peso, dado que a medida que uno sube todo se hace más incomodo y pesado y esto fatiga mucho. Comparándolo con los medios actuales, queríamos lograr un aparato, tipo teléfono inalámbrico y de fácil manejo. No imaginábamos en aquellos días, que el aparato con el cual soñábamos, ya había sido fabricado y que se llamaba Walkie-talkie. Nuestra idea básica se apoyaba en un transceptor, es decir, un aparato que pudiera funcionar como transmisor o receptor, según lo requiera el operador. Con este propósito nos unimos tres aficionados radioperadores: Enrique Luquez, suboficial del ejército, apasionado de las comunicaciones y de la montaña; era un incansable e inquieto miembro y el nervio motor del grupo.
Tuve la suerte de conocerlo en el año 1944, al cumplir yo con el servicio militar, en la Compañía de Comunicaciones Motorizada de Montaña 8, donde pasado el período de instrucción, teniendo Luquez, el grado de Cabo Primero y yo, el de Cabo Conscripto, establecimos una sincera amistad que se mantuvo inalterable a través del tiempo. Luquez, fue un verdadero pionero de la radio en la montaña. Participó en muchas de las expediciones que proponían ascender el Aconcagua y otros eventos, donde las comunicaciones eran indispensables para brindar apoyo a los grupos que intervenían en este escenario.
En el año 1949, durante la Expedición General San Martín al cerro Aconcagua, liderada por el suboficial de la Fuerza Aérea, Manuel Svars, realizó una transmisión de radio desde el refugio Plantamura. En septiembre de ese mismo año, en Vallecitos, con un equipo en el refugio San Bernardo y otro equipo más chico, en la parte superior de la Canaleta, colaboramos en la sincronización de los tiempos de largada y llegada, en las competencias de esquí, realizadas en ese centro invernal. Otro integrante del equipo de radio, fue Américo Durso Pintos, el genio electrónico del equipo de radio; al igual que a Luquez, tuve la suerte de conocerlo en la Compañía de Comunicaciones.
Integrantes de la Expedición Invernal al Aconcagua de M. Cafaro - Agosto de 1953.
L. Maurice, R. Schmid, J. M. Iglesias, A. Rodriguez (h.), H. Edelberg, E. Larmeu y M.A. Gil
En aquel tiempo era cabo de reserva y tenía a su cargo la radio estación fija de la unidad. Fue impactante para mí, la primera vez que entre al local de la estación y presencie la operación de la misma; aunque fueron solo unos minutos, quedé impresionado a la vez que cautivado al ver a Durso, operando la estación. En su domicilio particular, tenía montado un taller-laboratorio, donde fabricaba a pedido de algunos radioaficionados, bobinas, choques de radiofrecuencia, unidades de sintonía especiales para la transmisión y recepción, etc., para lo cual contaba con material, herramientas e instrumentos de medición que cubrían todas sus necesidades. Si por curiosidad alguien le preguntaba a Durso, que función cumplía alguno de sus de sus instrumentos tenía que prepararse a recibir una clase magistral, no solo sobre ese tema específico, sino también, sobre las connotaciones periféricas que pudieran tener relación con el caso. Le encantaba hablar de lo técnico, en cambio, en la conversación común, era hombre de pocas palabras. Su accionar y su decir, trasuntaban una calma especial a quienes le escuchaban. Por todo esto, no era de extrañar que Luquez, confiara en la idoneidad de Durso, para el armado y la ulterior puesta a punto de nuestro proyecto, el ansiado transceptor.
El tercer integrante del equipo, era yo, Miguel Ángel Gil, admirador de las actividades de radiocomunicación y de la montaña; al presentarme para cumplir con el servicio militar obligatorio, fui destinado a la Compañía de Comunicaciones Motorizada de Montaña 8, en la ciudad de Mendoza, lugar éste donde se incorporaban a aquellos que tenían estudios y/o especialización en ciertas áreas como: telegrafía (de correo o ferrocarril), radiotelegrafistas, radiotécnicos, y técnicos en telefonía. Por ese entonces yo me había capacitado como radiotécnico y electricidad industrial, así que fui derechito a la sección radio; en ese entonces la Compañía de Comunicaciones se dividía en tres secciones: la Radio, la Teléfonos y la Bagajes.
Su jefe era el entonces, Teniente Oscar A. Santamarína, ingeniero en comunicaciones, quien había diseñado un equipo para prácticas, al que llamó Douglas Mendocino. Los que recién llegábamos a la sección radio, aprendimos el código Morse y luego radiotelegrafía; posteriormente, el manejo de equipos transmisores y receptores portátiles. La práctica de transmisión-recepción, tanto durante la instrucción en el cuartel como en las salidas para operar en el campo, me resultaban tan amenas y fascinantes, que cuando finalizaba el año de conscripción me sentí atrapado por esta técnica que había aprendido. Cumplido el tiempo como soldado conscripto, pasé a prestar servicios temporales como Cabo de Reserva, desde el 01 de abril de 1945 hasta el 2 de enero de 1946.
A pocos metros de la cumbre norte, aparece la blanca pared de la cumbre sur
Durante este período, por decreto presidencial, es separada la aviación militar, creándose la Fuerza Aérea Argentina, por el entonces General Edelmiro Julián Farrell. Por ese motivo y a elección de él, Luquez, pasó a la IVta Brigada Aérea, con asiento en el Plumerillo, con el grado de Suboficial Auxiliar.
Por su parte Durso, siguió en el medio civil, desempeñándose como operador de radio, en la filial Mendoza, de un servicio de informaciones, con asiento en la ciudad. Continuando con el relato de Miguel Ángel Gil, nos decía:
A pesar que habíamos dejado la compañía, siempre con el objetivo principal de la construcción del transceptor, nos mantuvimos en contacto a través de nuestras emisoras, lo que en la jerga de los radioaficionados le llamamos haciendo radio, y si era necesario nos reuníamos personalmente, las más de las veces, lo hacíamos en el domicilio de Durso. No recuerdo exactamente cuándo comenzó a funcionar aceptablemente el transceptor, al que llamamos El Chiquito.
Las pruebas que se hicieron durante el año 1950, ya nos daban muy alentadores resultados sobre su funcionamiento. Esto nos infundió confianza para encarar una prueba a mayor escala, en el escenario de la montaña. Mientras Durso y Luquez, seguían mejorando el transceptor que trabajaban en la banda de 7 MHz; yo me dediqué a preparar un par de equipos para las bandas de 144 y 50 MHz y si estos resultaban aptos, los tendríamos como auxiliares. Los componentes que se requerían para el armado de un equipo para las frecuencias de 144 y 50 MHz, eran más pequeños y livianos que los usados en aparatos convencionales, esto era una ventaja ya que el producto final presentaba menos volumen y peso.
Enrique Lúquez LU0ME, transmitiendo con su equipo móvil desde el Refugio Eva Perón
en el cerro Aconcagua, 6.400 mts., 1953
Para fines de 1951, ya teníamos preparados los equipos para esas dos bandas, faltaba probarlos en el terreno. Precisamente, en diciembre de 1951, se efectuó una expedición internacional al cerro Aconcagua, auspiciada por el Club Andinista Mendoza, durante la cual, se mantuvo gran actividad de comunicaciones en toda la zona. El día 12 de diciembre de 1951, a las 11 horas, operando E. Luquez, desde Plaza de Mulas, se estableció la primera comunicación con la estación base, operada por A. Durso, e instalada en su domicilio en el Departamento Godoy Cruz.
De aquí en más y dada la participación de tantos integrantes de las comisiones de Argentina, Bolivia y Chile, gran parte de la actividad que reinaba en Plaza de Mulas, giraba en torno de la carpa de radio, ya que todos deseaban transmitir sus saludos a sus respectivas familias y amigos. Este servicio de la radio se cumplió plenamente, para satisfacción de todos los participantes. Los días 15 y 16 de diciembre, quedó operando la estación de Plaza de Mulas, Luquez, mientras que Bernardo Razquín, M. Patrucco y yo, fuimos con los pequeños equipos, que había preparado, para las bandas de 2 metros, en los cerros aledaños para probarlos. Luego de varios intentos, decidimos descartarlo, debido a que la señal se perdía no bien se ocultaba la línea visual entre el transmisor y el receptor.
Al día siguiente, probamos el equipo de 6 metros, ocurrió algo parecido con el anterior equipo; de todas formas estas bandas no fueron practicas para aplicarlas a nuestros equipos, lo que significó que debimos manejarnos con una banda de 40 metros o sea 7 MHz, para poder comunicarnos. De todas formas la expedición fue un éxito, como se puede constatar en el boletín oficial del CAM (Club Andinista Mendoza).
El Padre Torres oficiando misa en el campamento de Plaza de Mulas
Prueba de ello fue el comunicado realizado desde el cerro transmitido por E. Luquez a Américo Durso en la ciudad de Mendoza, el cual expresaba: el 21 de diciembre a las 14,30 horas alcanzaron la cima del Aconcagua, un grupo combinado de andinistas chilenos, bolivianos y argentinos, con el que se completó el ciclo de ascensiones de la Expedición Internacional al Aconcagua, coordinada por el Club Andinista Mendoza. En el curso de la misma, alcanzaron la cima el día 12 del corriente, los militares Teniente Francisco Ibáñez y el suboficial Felipe Godoy; el día 18, los señores Bernardo Razquín y el suboficial baqueano Samuel Esteban, todos ellos argentinos; y el 21 del mismo mes, lo hicieron los bolivianos Douglas Moore, Erich Simón y Carlos Wlach, los chilenos, Roberto Busquets y Hermann Kark, éste último, luego se radicó en Mendoza y fue un activo militante del Club Andinista Mendoza y los argentinos, el suboficial Felipe Aparicio y el presidente y a cargo de la expedición luego del repliegue de Ibáñez, Guillermo Parra.
Durante la permanencia del grupo en Plaza de Mulas, en el Campamento Base, actuaron en dicho lugar, equipos completos de Meteorología a cargo de Bernardo Razquín y de Radio-comunicación, a cargo del Suboficial Enrique Luquez y Miguel Ángel Gil, actuando como corresponsal en Mendoza, A. Durso Pintos; todos los partes que se trasmitieron fueron firmados por el Presidente del Club Andinista Mendoza, el señor Guillermo Parra, quien comunicó la novedades de toda esta expedición, como la finalización de la misma. El 22 de diciembre, al mediodía bajaron las delegaciones de Chile y Bolivia, con algunos argentinos. Al día siguiente, domingo 23 de diciembre de 1951, a las 0800 horas, lo hicieron el resto de la expedición, realizándose el ultimo parte con la estación base en Mendoza, a cargo de Durso, anunciando el cese de las comunicaciones y el repliegue del material de comunicaciones desde Plaza de Mulas.
En Plaza de Mulas, El Padre Torres con jóvenes de la Juventud de Acción Católica y Grupo de radio.
Todos integrantes de la "Expedición Por la Paz del Mundo", son ellos: Padre J. Torres, H. Rocha,
H. Ojeda, A. Quiroga, C. Piovesan, E. Bittar, G. Dussel, E. Carbonari, C. Brunetti,
E. Lúquez, B. Rázquin, R. Pacheco, M. A. Gil. Foto: M. Bugallo
A Puente del Inca se arribó a las 1800 horas. Nos decía Miguel Gil: Llegamos al Casino de Oficiales de la Compañía de Esquiadores y luego de entregar todo el equipo que nos había facilitado el ejercito, pasamos a disfrutar las comodidades que nos brindó el casino; así como no podemos dejar de lado los comentarios de lo que fue la expedición, tampoco podemos dejar de lado el profundo sentimiento de agradecimiento hacia esa gente de Puente del Inca, desde el Teniente Primero Julio Argentino Cobos hasta el último soldado que nos acompañó con fraternal camaradería, solo podemos tener palabras de agradecimiento y afecto; nada hubiese sido posible sin su generosa ayuda. Durante el año 1952, seguimos con las pruebas de las radios, tendientes a mejorar el funcionamiento del Chiquito. Sería tedioso relatar todo lo que se hizo para que funcionara mejor, solo a título ilustrativo menciono las pruebas que se efectuaron entre el 7 de diciembre de 1952 y el 14 del mismo mes, en la estancia El Salto, Potrerillos, La estancia La Crucecita y el Cerro Negro, con la siempre estimada colaboración de Bernardo Razquín y la Estación Base, manejada por A. Durso, en Godoy Cruz, quedando satisfactoriamente complacidos por el rendimiento del equipo, el Chiquito.
Desde la cima del Cerro Negro realizamos una comunicación con el Chiquito a la estancia La Crucecita y ambas señales, recepcionadas por LU2MD, y fueron enviadas por un par telefónico, que se había tendido desde la casa de Durso hasta las oficinas de LRM Radio Aconcagua (hoy Radio Nacional), que las retransmitía al aire. Después de esto, nos sentimos seguros de afrontar el compromiso dado al Sacerdote Torres, para cumplir su sueño de oficiar una misa en el cima del Aconcagua y transmitir de la cumbre misma para todo el país. Para completar el personal que manejarían los aparatos en los distintos lugares, se incorporaron al equipo dos personas más como operadores de radio, Manuel Bugallo y el Cabo Primero Ricardo Pacheco, Conductor Motorista, ambos integrantes de la IVta Brigada Aérea con asiento en el Plumerillo, Mendoza y como siempre contábamos con la colaboración de Bernardo Razquín, en el área de Meteorología. Así fue, que el equipo para apoyar a la expedición del Padre Jorge H. Torres, estuvo listo para realizar el proyecto. En ese momento el padre Torres, era el asesor de la Juventud de la Acción Católica mendocina y su proyecto lo denominó, Por la Paz del Mundo.
El grupo de radio reforzado: Miguel A. Gil, Manuel Bugallo, Bernardo Rázquin, Ricardo Pacheco y Enrique Lúquez. El pequeño instrumento que aparece al costado del "Chiquito", es un medidor de intensidad de campo, usado en las pruebas
realizadas con los distintos equipos. Año 1953
Con la idea de probar los equipos que utilizaríamos en la expedición al Aconcagua, iniciamos con las pruebas de los mismos; para lo cual instalamos el 5 de enero de 1953, una estación en la cima del Banderita Norte, la LUØMA, otra en la Compañía de Esquiadores, la LUØME y la estación base, la LU2MD, en el domicilio de A. Durso, en Godoy Cruz, Mendoza, los resultados fueron muy satisfactorios.
El 6 de enero de 1953, lo insumió totalmente la marcha desde Puente del Inca a Plaza de Mulas y el 7 de enero, recién se pudo instalar la totalidad de las carpas, equipos de radio y antenas. El 8 de enero, se efectuaron las primeras comunicaciones, con la estación base LU2MD y con Campo de los Andes, con LU3MAH. Dos radioaficionados de Chile, CE3HJ y CE3PV, establecieron comunicación con nosotros el 9 de enero, pese a las condiciones adversas de propagación.
Mientras que las actividades de los expedicionarios en Plaza de Mulas, fue normal; el Padre Torres y los demás integrantes de la expedición estuvieron caminando y ascendiendo en los cerros vecinos, para intentar adquirir una mejor adaptación a la altura.
El día 11 de enero, E. Luquez, con un equipo se desplazó hasta el Refugio Eva Perón, hoy Independencia, casi a seis mil metros, desde donde estableció contacto y se pasaron partes con Plaza de Mulas, donde operaba Miguel Ángel Gil, a pesar de las pobres condiciones de propagación, lo cual marcó un jalón importantísimo de las comunicaciones en montaña.
Junto a la casilla meteorológica de Plaza de Mulas: Bernardo Rázquin, Enrique Lúquez, Mario Patrucco
con el transceptor para la banda de 6 mts.(50 Mhz) y Miguel A. Gil. Año 1951
En los primeros minutos del día 15 de enero de 1953, partieron hacia la cumbre los integrantes de la expedición Por la Paz del Mundo, liderados por el Padre Jorge Torres; las cargas se distribuyeron equitativamente para trasladar todo el equipo hacia la cima; Brunetti, cargó con la caja que contenía las pilas y baterías, Gil, la caja con el Chiquito, las dos cajas con las baterías y el transceptor, fueron fácilmente transportables dado que se habían realizados dos fundas de tela de carpa, con arneses para llevarlas como una mochila. Quiroga, llevó las secciones del mástil, los cuales se conectaban entre sí, a su vez servían de soporte para la antena y Rocha, llevó la Cruz, que había sido especialmente construida con material resistente y liviano, en los talleres de la Cuarta Brigada Aérea, con asiento en el Plumerillo, Mendoza, a la que se le podía colocar cuatro riendas de cable de acero, para sujetarla al terreno.
Recordaba Miguel Ángel Gil: A medida que subíamos, detrás de una noche límpida, que nos brindó un cielo pletórico de estrellas en toda su extensión, se insinuaba la llegada de un espectacular día, como augurándonos un inolvidable jornada que viviríamos a continuación. Como también así, sentiríamos, la gran paradoja de la montaña, que nos hace sentir lo pequeños que somos ante este ambiente tan inmenso, con esa inconmensurable serenidad sin límites y a la vez, nos sentíamos gigantes porque percibíamos que estábamos acariciando o tocando el cielo con las manos, como un adelanto del espectáculo que veríamos más arriba, en la cumbre; a medida que dábamos un paso más, las montañas se iban quedando más abajo, más pequeñas, sus dorsales y siluetas se veían en forma completa, a la derecha aparecía la temible pared Sur, con sus paredes a pique, eran impresionantes. Alcanzamos la cima a las 12.40 horas y luego de descansar un poco y recupararnos y normalizar nuestra respiración, Rocha y Brunetti, colocaron en posición la Cruz, atando los extremos libres de los cables de acero a unas piedras lajas de un tamaño grande, adecuado para asegurar su estabilidad.
Entretanto por mi parte, realice las conexiones necesarias para listar el equipo de radio y en pocos minutos ya estábamos en condiciones de operar, solo quedaba un detalle, Quiroga, el escalador que portaba las secciones del mástil para armar la antena, no llegaba aún a la cumbre. Pero esto no fue impedimento para poder operar el equipo; la antena del Chiquito era una de las simples que se conocen, se trata de un elemento irradiante alimentado al 14%, en la práctica, un cable de cobre desnudo de diez metros de largo, cuyos extremos se ataban a un poste o caño de 1,40 metros, y de cualquiera de los postes se le conectaba una bajada de antena.
Don Bernardo Rázquin, operando el "Chiquito" en las estribaciones de los cerros de Cacheuta. Lo acompaña uno de sus hijos
En nuestro caso, Brunetti, tomó de un extremo del cable de antena y Rocha, tomó del otro extremo, tensionándolo apenas para que la comba del cable no tocara al piso y a las 13.40 horas estuvimos comunicándonos con Luquez, en Plaza de Mulas, y simultáneamente y/o alternativamente, con la estación base LU2MD, de Durso, en Godoy Cruz, Mendoza, y las estaciones de Mendoza, LU7MO, LU4MD, LU9MA y LU2MA, habiéndose escuchadas las señales de LUØMA, en Buenos Aires por LU2AO, del señor Augusto Osorio. Estaba todo listo para que, en cuento llegara el Padre Torres a la cima, oficiara la misa y transmitirla a todo el país como él había proyectado.
Pasamos dos horas interminables en la cumbre esperando que el padre alcanzara la cúspide del cerro, mientras que las estaciones con las cuales habíamos realizados el contacto estaban a la expectativa para la retrasmisión; mientras que Radio Aconcagua, con asiento en Mendoza, nos esperó hasta las 15.00 horas para largarla al aire, pero lamentablemente el padre no llegó a la cima, como lo había realizado el año anterior, por tal motivo realizamos el último comunicado a LUØME y a LU2MD, anunciando nuestro repliegue.
Replegaron el equipo, guardaron los accesorios y pasadas las 15.30 horas, iniciaron el descenso, habían logrado dos de los tres objetivos de la expedición, colocar la Cruz en la cima y comunicarse desde la cumbre, la primera vez que se realizaba, solo faltó oficiar la misa para transmitirla desde la cúspide del Techo de América; en el descenso, Brunetti, iba a la cabeza abriendo camino, lo seguía Gil, no hablaron más que lo necesario, se lamentaban no haber podido realizar la misa, aunque el año anterior el Padre Torres, había realizado la primera misa en la cumbre.
Enrique Lúquez, con su estación móvil LU0ME, transmitiendo por primera vez desde
el Refugio Plantamura en el cerro Aconcagua, 6.400 mts. de altura. Año 1949. Foto: Colección Radio Club Argentino
Recuerdo de la transmición realizada por primera vez desde
el Refugio Plantamura en el cerro Aconcagua,
6.400 mts. de altura. Año 1949. Foto: Colección Radio Club Argentino
De todas formas, nos decía Gil, logramos dejar sobre el pedestal más grande de América, el símbolo de la Cristiandad, La Cruz. Entrada la noche arribaron al campamento base, Plaza de Mulas, con una idea fija, descansar. Pero esto fue solo un deseo, dado que Bittar, un integrante de la expedición se separo en la bajada, no llegó ese día, tampoco por la noche y el día siguiente; todos a la expectativa intentaban observar hacia las laderas del cerro y buscar con la mirada la bajada del extraviado, algunos intentaron salir a buscarlo algunos metros, pero no había rastros del perdido, cuando ya pensaba lo peor, apareció luego de dos largos días, Bittar, descendiendo entre los riscos de la vertiente Oeste del coloso; la amargura, tristeza se convirtió en alegría, más al notar que el extraviado no había sufrido lesión alguna.
El repliegue se inició hacia Puente del Inca y entrada la noche los expedicionarios arribaron a la Compañía de Esquiadores, la expedición Por la Paz en el Mundo, había tenido un final feliz. En el mes de agosto de 1953, se realizó la expedición invernal al Aconcagua, liderada por Miguel Cafaro, cuya ruta iba a realizarse por Punta de Vacas, siguiendo una nueva vía, mientras que para esa misma fecha estaba por la ruta normal realizando su intento, el entonces mayor Emiliano Huerta.
Se utilizó un equipo transmisor-receptor compacto de 6 V. de acumulador, que el Cuyo Radio Club, facilitó a esta expedición. Nos decía Miguel Gil, el 11 de agosto probamos el equipo en el ingreso de Punta de Vacas, donde verificamos su buen funcionamiento, dado que pudimos comunicarnos con la infaltable estación base de nuestro amigo Durso, la LU2MD; el 12 del mismo mes, lo hicimos con la LU5MAF y con la LU2MA, el día 13 con la LU4MO y el día 14, nuevamente con la LU2MD. Entre los días 15 y 18 de agosto, ascendimos por la quebrada de Punta de Vacas hasta la quebrada de Los Relinchos, donde instalamos el campamento base en cercanías del río Vacas. Quedamos siete integrantes en él, mientras que el resto regresó a un campamento intermedio con la misión de trasladar más aprovisionamiento.
Transmitiendo por primera vez desde el Refugio Plantamura en el cerro Aconcagua, 6.400 mts. de altura. Año 1949.
Foto: Colección Radio Club Argentino
Transmitiendo por primera vez desde el Refugio Plantamura en el cerro Aconcagua, 6.400 mts. de altura. Año 1949.
Foto: Colección Radio Club Argentino
Los días 19 y 20 de agosto, mantuvimos comunicaciones normales con nuestro corresponsal LU2MD, Américo Durso, en Mendoza, siendo estás las últimas comunicaciones que realizó la LUØMA, dado que esa noche se desató una tormenta de nieve que duró más de cinco días seguidos sin parar un minuto, arruinándose el equipo de radio y nuestros elementos personales. Nos salvamos de quedar sepultados por la nieve, gracias a la fuerte estructura de la carpa que el Club Andes Talleres nos había facilitado y a la propuesta de E. Larmeu, de utilizar las cuerdas de escalar para sostener la misma, comprobando que tenían dichas cuerdas una resistencia extraordinaria. Este mismo temporal de nieve que se extendió según tengo entendido en toda la Cordillera mendocina, fue el que provocó la tragedia de la Laguna del Diamante, que agarró a una patrulla del Ejército que estaba desarrollando un curso de esquí y donde murieron varios integrantes. Aquí finalizó la expedición de Miguel Cafaro y por cierto no nos quedaron ganas de volver a intentar otra subida. Durante el período estival del año siguiente, algunos integrantes de la misma regresaron para recuperar la carpa, el equipo de radio y algunos efectos personales, entre ellos mi cámara de fotos que utilice al año siguiente, en la expedición al Himalaya. Aunque Luquez, con su LUØME, no participó en la expedición Invernal de Miguel Cafaro, seguimos permanentemente en contacto al igual que con Durso, quien estoy seguro que en los meses de mayo y junio de 1954, estuvo pasando muchas noches despierto haciendo escucha con su receptor, tratando de recibir alguna señal de mi averiado equipo (dado que una de las baterías se le cayó a uno de los porteadores, rompiéndose la caja y perdiendo casi la totalidad del electrolito).
M.a. Gil y C. Brunetti en la cumbre del cerro Aconcagua. A un costado, el transceptor y la caja de las pilas; al fondo: LA CRUZ
La misma se produjo cuando era traslada del campamento base al campamento uno; a pesar de tener la batería dañada, tuve buenas comunicaciones con la India y Japón, aunque cada día más se hacía notar la falta de energía. Cuando se instaló el campamento cuatro, a los casi seis mil metros, se dejó funcionando en este campamento, el famoso Chiquito, usado el año anterior en el Aconcagua, con el cual nos permitió tener comunicación permanente con el campamento uno. En los campamentos uno y cuatro, se recibían todos los días a las 18,00 horas del Indian Standard Time, los boletines meteorológico transmitidos para nosotros por la All India Radio, desde Nueva Delhi, en 40 metros.
Respecto a esta expedición, los detalles de la misma fueron escrito en forma detallada en el libro que editó posteriormente Alfredo Magnani, por tal motivo sería redundante expresar algo más de lo que muy bien explicó él. Debo decir que mientras estaba integrando esta expedición, mi licencia de radio aficionado, categoría móvil, LUØMA, se me venció solicité la renovación de la misma a poco tiempo de mi regreso en el mes de septiembre de 1954; al mes siguiente recibí la repuesta del Correo, donde me informaban que para tener la renovación de la licencia para la estación móvil, era requisito indispensable poseer vehículo con equipo instalado en condiciones de funcionamiento. Esto se me complicó dado que el único vehículo que poseía en ese momento era una bicicleta. Sería difícil explicar el dolor que sentí interiormente, como si me hubiesen clavado un puñal; creo que esto solo lo puede entender otro radioaficionado que hubiese pasado por la misma situación. Me ofrecieron un permiso precario cada vez que lo necesite, etc., etc., pero no fue lo mismo, ya no tenía mi LUØMA, desapareció de mi vida como si una tormenta invisible se la hubiese llevado.
Quizás que el equipo de radio, pudiese haber tenido alguna otra participación en otro evento deportivo de montaña. No puedo dejar de recordar para este tiempo a mi maestro y compañero de cordada que poco tiempo después nos dejó, me refiero a querido colega Enrique Luquez, suboficial primero del Ejército y luego, de la Fuerza Aérea, noble camarada y propulsor del equipo de radio, que falleció el 6 de diciembre de 1954, como consecuencia de un coma diabético; fue un tremendo impacto emocional para todos los que lo conocimos!! A él por su empuje y ganas de hacer le debemos la concreción de la primera comunicación desde la cumbre del Aconcagua, dado que si bien fue el trabajo en equipo de todos los integrábamos la cordada, lo hicimos bajo su dirección; su labor paciente y constante hizo que lográramos el objetivo. Américo Durso, fue el artista, el ejecutor, el responsable de armar el equipo, vaya para él también, mi grato recuerdo y reconocimiento, a pesar del tiempo y la desaparición física lo tengo en mi recuerdo.
Uno de los campamentos de altura, golpeado por la inclemencias climáticas, 1954
Alto, durante la marcha de aproximación al campamento base, 1954
Respecto a la selección como integrante de la Primera Expedición Argentina al Himalaya, no puedo dejar pasar las palabras que un amigo en común mío y de Miguel ángel Gil, quien expresó de este ultimo en su libro Mendocinos en los Himalayas, me refiero al querido doctor Alfredo Eduardo Magnani, gran andinista y un intelectual de la montaña: Mediante un certamen en el que tuvieron intervención los más destacados raiooperdores del país, que rindieron un examen de eficiencia en la sede central del Radio Club Argentino, fue llenado tan importante cargo de la expedición. Gracias al elevado puntaje obtenido en las pruebas técnicas a sus antecedentes de radiooperador de montaña, le cupo este honor a Miguel Ángel Gil, mendocino, de treinta años de edad, profesor de la Escuela Industrial de su ciudad natal. En el año 1953, un impresionante llamado sorprendió a los radioaficionados que se encontraban en el momento trabajando en sus equipos. Se trataba de un colega que les saludaba desde la cumbre del Aconcagua; era Gil, que, con un pequeño aparato transmisor-receptor, envío un mensaje a todos sus compañeros de afición, desde los casi 7.000 metros de altura. Su carácter sereno, su mirada franca y la profunda afición a su trabajo le convirtieron en uno de los compañeros dilectos.
Con estoicismo supo soportar los objetos que le arrojábamos cada vez que debía cargar sus baterías por intermedio de su motorcillo que tan exasperante ruido hacia, para lanzar alguna llamada en horas de la noche o la madrugada. En los momentos que dejada descansar el manipulador telegráfico, se dedicó a escribir letras de canciones sobre la expedición, logrando algunas de gran éxito por su perfección poética y jocoso contenido.
Fue una revelación para todos nosotros descubrir en Gil, hombre de pocas palabras y acostumbrado a las frías claves de su oficio, innatas cualidades artísticas.
Posteriormente, trabajó en la Bodega Arizu, se recibió de traductor publico de inglés, fue maestro de Taller de electricidad, en la Escuela Industrial Pablo Nogués, durante 6 años; luego ingreso a la Compañía trasnacional IBM, donde trabajo hasta que se jubiló. Sus contactos con las montañas, solo siguieron luego de su regreso del Himalaya, con los encuentros que hasta no hace mucho tiempo, casi anualmente compartían todos sus integrantes de aquella famosa expedición liderada por el entonces Teniente Francisco Gerónimo Ibáñez, que aglutino y dirigió durante aquel ascenso y su espíritu y compañerismo que impregno, les permitió que siguieran unidos hasta ahora, en los pocos integrantes que aún quedan y en sus respectivas familias que también fomentaron estos encuentros.
Banda de nepaleses, con instrumentos típicos del lugar, 1954
Nota Relacionada:
- Biografía y Homenaje a Bernardo Rázquin
Área Restauración Fotográfica del CCAM: Natalia Fernández Juárez
Bibliografía del Archivo del Centro Cultural Argentino de Montaña:
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Enciclopedia Incompleta de Montaña
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