- Volver a
- Inicio
- Revista Digital
- HISTORIA DEL MONTAÑISMO
Entre diciembre y enero se realizó esta expedición al Cerro Bonete en la provincia de La Rioja, que en aquel entonces se lo conocía como Bonete Chico, organizada por la hoy desaparecida F.A.M.
Por Alfredo H. Brignone
Restauración Fotográfica: Centro Cultural Argentino de Montaña, Natalia Fernández Juárez
Integrantes: Alfredo H. Brignone, Vicente V. Cicchitti, Arturo E. Pagniez, Yolanda Cicchitii, Gracimiano Barrera y Cirilo Urriche
Antecedentes
La zona norte de la Provincia de La Rioja, donde se encuentran los cerros denominados Bonete, fue visitada por primera vez por el geógrafo y explorador alemán Walther Penck en enero de 1913, de cuyas experiencias publicó un relato titulado "Por los desiertos, a 6.000 metros", en idioma alemán. Traducido el mismo, a partir de la página 68 donde se menciona su ascensión al Cerro Bonete, que considera único, y al que le asigna una altura de 6.410 metros, aceptando así lo indicado en tal sentido por la Comisión de Límites Argentino-Chilena en un mapa de la zona.
Mapa de ubicación del Cerro Bonete Chico, Provincia de La Rioja, Argentina
Entre 1772 y 1775, el capitán inglés James Cook circunnavegó el continente antártico y aunque no lo avistó, dedujo su existencia por las masas de hielo que navegaban a la deriva. También arribó a la isla San Pedro, a la que rebautizó Georgias del Sur.
Estas primeras referencias de dicha zona, son sumamente imprecisas, ya que se hace mucha confusión con las actuales denominaciones geográficas de las zonas recorridas, mencionándose como último Campamento el ubicado en el Río del Oro. Además reconoce que su altímetro sólo alcanza a los 6.000 metros, que había superado cuando cree llegar a la cumbre, en un día de intensa niebla y donde reconoce que "no se ve nada".
No obstante, y por tratarse de la primera visita a esas regiones, se considera a Penck como el precursor que transitara por esas regiones. En ningún momento hace mención a dos cerros con la misma denominación de Bonete.
En julio de 1943, Orlando L. Carnacini, topógrafo del Ministerio de Agricultura de la Nación, al contestar a una solicitud del señor Ricardo A. Faltis, a la sazón Presidente del Club Andino Barreal e indudablemente la persona más documentada en archivos de montaña del país, explica que el Cerro Bonete, se encuentra aproximadamente a los 68° 40' 15" de longitud y a los 27° 52' 40" de latitud, estimándose su altura aproximada en 6.850 metros. Esta referencia no aclara el panorama, ya que por la ubicación mencionada trataríase del Bonete Grande, pero su altura corresponde al Bonete Chico.
En marzo de 1955 una expedición del Club Universitario de Mendoza compuesta por Jorge Guajardo, Hermann Klark y Vicente V. Cicchitti, asciende un Cerro en el Norte de La Rioja denominado Bonete, sin otro aditamento, al que le asigna una altura de 6.380 metros, sin mencionar latitud ni longitud y al que rebautizan con el nombre de San Nicolás por ser patrono dicho santo de la Provincia de La Rioja. Esta denominación no perdura a través del tiempo. Siguiendo las referencias del relato, se establece que las etapas del recorrido para llegar al mismo fueron: Jagüé, Puertas del Río Bonete, Cuevas del 25, Playas Azules y pie del Cerro. Se fotografiaron las montañas circundantes encontrándose más cerca el Pissis y el Pabellón de la Laguna Verde y más lejos el Ojos del Salado y el Incahuasi. Si bien esta incursión con sus relatos mantiene la confusión con respecto a la altura, da referencias precisas sobre la ruta seguida y las constancias fotográficas lo ubican según propias referencias como el mismo cerro de Walther Penck. No se encontraron los testimonios dejados por éste y se considera la ascensión como la primera a dicho Cerro denominado solamente como Bonete.
En la revista "ATLAS" publicación oficial del Instituto Geográfico Militar, № 3, de enero de 1956, en su página 40, se menciona una lista de las cumbres más altas de Argentina, indicándose el Cerro Bonete, sin otro agregado, con una altura de 6.872 metros y ubicado en los 27° 51' de latitud y 68° 46' de longitud. Se mantenía así la incógnita.
Hay todavía una tentativa de ascenso en el año 1965 por un grupo de jóvenes pertenecientes a la Iglesia del Pilar, de Córdoba, conducidos por el Padre Carnelutti, que no llegaron a cumplir el objeto de su proyecto. No existen referencias escritas de esta expedición.
En 1968 esta Federación Argentina de Montañismo a raíz de averiguaciones y estudios realizados llega a la conclusión de que existen dos cerros: uno casi en la frontera de La Rioja con Catamarca, denominado Bonete Grande, al que se le asigna una altura de 6.872 metros y otro, el Bonete Chico, un poco más al Sur, con una altura de 6.850 metros.
Expedicionarios de izquierda a derecha, Cicchitti, Pagniez, Barrera, Yolanda, y Alfredo Brignone
Para dilucidar la incógnita se destaca al Sr. Alfredo H. Brignone que realiza un viaje de reconocimiento por la zona, interroga a baqueanos y propietarios de esos lugares y así se concretan las sospechas de encontrarse ahora con las dos montañas. Faltaba ahora ir al lugar para confirmar en el propio escenario lo que se había establecido por otros caminos.
Cartografías
Siguiendo el estudio, ahora en el aspecto cartográfico, se consultan las fuentes siguientes:
Carta Aeronáutica Mundial, OACI 1: 1.000.000 edición 1957, hoja (3316) San Miguel de Tucumán y (3381) San Juan, mencionándose en la primera solamente el Cerro Bonete con 6.872, sin ningún aditamento.
El mapa editado por la Dirección Nacional de Minería y Geología año 1962, Mapa de la Provincia de La Rioja, escala 1: 400.000 donde por primera vez se mencionan los cerros Bonete Grande, de 6,872 y el Bonete Chico, más al sur, de 6.850 metros. Por su amplitud y los datos consignados en el mismo, donde figuran curvas de nivel, se considera el más documentado.
El mapa confeccionado por la Dirección de Minas y Geología de la Provincia de La Rioja, Escala 1: 100.000 donde se mencionan los dos cerros, pero con la variante que al Bonete Grande no se asigna altura, y su ubicación en lugar de fijarla al Norte neto del Bonete Chico, lo hace al N. E. No obstante estas diferencias, trae referencias que lo hacen sumamente preciso, especialmente en la marcación de ríos y cerros.
El mapa confeccionado por la División Cartográfica del Automóvil Club Argentino para la provincia de La Rioja, Escala 1: 500.000, menciona ambos cerros y los ubica al Grande al Norte, sin indicar altura y el Chico al Sur inmediato con 6.850 metros.Los mapas confeccionados por el Instituto Geográfico Militar, consultados, dan alguna claridad al problema, ya que en la hoja denominada Fiambalá, (2769) compilada en 1962, escala 1: 500.000 menciona al Cerro Bonete (sin aditamento) con 6.872 metros en los 27° 51' de latitud y 68° 46' de longitud.
En la hoja denominada Tinogasta (2969) compilada en 1962, escala 1: 500.000 menciona el Cerro Bonete Chico, con 6.850 metros en los 27° 55' de latitud y 68° 45' de longitud.
La única observación a realizar es que en la Hoja Fiambala debió indicarse específicamente como Bonete Grande, lo que se señala solamente como Bonete.
Se recurre como último recurso dilucidador, a la Secretaría de Minería y Geología, donde se consultaron las aerofotografías correspondientes al Plan Cordillera Norte, a escala 1: 50.000, en cuyos mosaicos 27 A 1; 27 A 2; 22 D 1 y 22 D 2 se establece con toda claridad la existencia de los dos cerros denominados Bonete Grande al norte y casi sobre la frontera con Catamarca y al sur del mismo al Cerro Bonete Chico.
Teniendo en cuenta que para llevar a cabo el proyecto de ascensión de este último Cerro, se hacía necesario poseer esa documentación, adquirieronse las fotografías 2969-207-26 al 29 inclusive, donde se pueden estudiar y observar todas las estribaciones y cumbres menores y principales de la montaña, que por la presencia de nieve en el momento de ser tomadas, hacen prever que son varias.
Mapa de la zona del cerro Bonete Chico, lineas rojas marcan la ruta seguida
Primera Expedición
Queda entonces por establecer en el terreno mismo todas estas comprobaciones, y así en enero de 1969 un grupo de componentes de la Federación Argentina de Montañismo, formada por Julián A. Ramírez, José Antonio Ledesma, Carlos Rubén Cosenza y Héctor A. Caffarena, acompañados por Pedro R. Hernández, de la Capital de La Rioja, y asistidos por los baqueanos Gracimiano Barrera y Santos Barrera irrumpen hacia el lugar de la incógnita, y si bien alcanzan a llegar al pie del cerro, no logran los objetivos propuestos en mérito a que el apunamiento y el consiguiente estado físico, hace fracasar la tentativa.
No obstante se aprovechan posteriormente sus experiencias así corno" ruta seguida, que facilitarán la labor de los que siguieron.
La Expedición
Se llega así a fines de 1969 en cuyas circunstancias se organiza una nueva expedición de la Federación Argentina de Montañismo, con el mismo objetivo: ascender al Cerro Bonete Chico, que según nuestros estudios aún permanecía virgen, cuya dirección se encomendó al relator de la presente, quien pasa a presentar a sus componentes:
Vicente V.Cicchitti, profesor universitario, veterano montañés argentino, con más de 20 años de experiencia en ascensiones en Argentina, donde asciende a sus principales picos, igualmente en países americanos e integró la II Expedición Argentina al Himalaya (Dhaulaghiri); gran compañero y mejor amigo.
Arturo E. Pagniez, doctor en medicina, entusiasta de todo evento donde la aventura esté presente. Su actuación en la expedición fue uno de los factores del éxito. Decidido, voluntarioso, preciso en sus indicaciones específicas, debe ser considerado como un valor de positivos y reales méritos deportivos y personales.
Yolanda Cicchitii, (Coco), enfermera universitaria, actuó como maestra durante 4 años en la localidad de Las Cuevas (Mendoza), teniendo en su haber varias e importantes ascensiones en los Andes. Su espíritu deportivo y decisión hicieron de su actuación un permanente ejemplo de capacidad y entusiasmo puesto al servicio del objetivo común.
Alfredo H. Brignone, veterano montañés y periodista, Director de la Revista "La Montaña" y Secretario de la Federación Argentina de Montañismo. Le tocó en suerte la organización y dirección de esta empresa, en la que puso todo su entusiasmo para lograr el fin propuesto. Si el mismo se llegó a concretar, ello debe agradecerlo al resto de sus compañeros y a la suerte, que en estos eventos juega un papel importante.
Salvador Urriche y Vicente Cicchitti antes de comenzar la ascencion al Bonete Chico
Gracimiano Barrera, baqueano de la expedición. Hombre experimentado y sensato, resultó en definitiva una de las piezas fundamentales par el éxito de la empresa. Sus precisas indicaciones, los consejos atinados, espíritu de sacrificio e identificación con los integrantes del equipo, lo señalan a la consideración general como el baqueano por antonomasia, tanto por su capacidad profesional como por sus dotes personales. Sin exageración puede decirse que, si alguna vez se escribiera sobre el baqueano montañés, su figura podría tomarse como tipo, a semejanza del don Segundo Sombra para Güiraldes, cuando hizo la exégesis de nuestro gaucho bonaerense.
Cirilo Urriche, ayudante del anterior, mozo de Jagüé, que demostró condiciones de hombría de bien, entusiasmo y capacidad para colaborar con la empresa. Un valor muy estimable.
Pero además de los valores individuales, digamos que todo el equipo se integró en una comunidad espiritual y personal que en definitiva resultó uno de los factores más destacables de la empresa.
Y ahora dejemos a los actores hacer su parte:
El día 5 de enero de 1970, partimos de Buenos Aires en una camioneta cedida gentilmente por una "gauchada" de una empresa automotor, junto con todo el equipo y las vituallas, pasando por Mendoza, San Juan, Jachal, Guandacol, Villa Unión, Vinchina y el 8 de enero ya estamos en Jagüé, donde tomamos contacto con los baqueanos, que habían sido avisados previamente para que tuvieran preparados los mulares.
Digamos de Jagüé que es la última población de la zona, y por lo tanto, el punto obligado de partida de toda expedición que piense ir hacia el Norte y el Oeste de este lado de la Cordillera o Precordillera. Está separado de la localidad de Vinchina por la famosa Quebrada de la Troya por donde corre el río Vinchina, o Bermejo en una extensión de unos 25 kilómetros.
Hasta el año pasado era una verdadera odisea pasarla con vehículos comunes, ya que debían internarse en el lecho del río en forma casi permanente. Actualmente un camino de montaña recientemente construido, ha terminado con el aislamiento de Jagüé, al eliminar el obstáculo del río.
La característica de Jagüé, es particularísima, y se repite en otras poblaciones serranas: una sola calle de 3 a 4 kilómetros de extensión, a cuya vera se ubican las casas de adobe de la población, que puede calcularse con buena voluntad en unos dos mil habitantes, contando las zonas aledañas.
La principal ocupación de sus habitantes es el cultivo del trigo y la alfalfa y la cría de ganado vacuno, caballar, mular y cabrío, en ese orden.
Volcán Bonete desde Laguna Brava, La Rioja. Foto: Guillermo Almaraz
En estos momentos, en el Alto valle de Jagüé, se está construyendo una represa que regulará el uso del agua para riego de toda la zona, sobre el Río Jagüé, lo cual cambiará fundamentalmente la faz económica de toda la región, al poder contar con seguridad de este elemento para cultivos intensivos.
El día 9 de enero a la hora 14, luego del consabido nerviosismo de toda partida, en que se trata de no olvidarse de nada, y al final falta algo que después resulta importante. (Aquí no hay posibilidad de volverse para proveerse de lo faltante), sale la caravana compuesta de 6 mulas silleras, 4 cargueras, 1 yegua madrina y un animal de recambio.
El tiempo amenazaba seriamente con nubarrones bajos y oscuros, pero por indicación de don Gracimiano, sabemos que cuanto más, el tiempo malo puede durar dos días y las perspectivas de las dos primeras jornadas indicadas como sumamente calurosas, nos invitan a decidirnos fácilmente. Se inicia así el cruce del dilatado Valle de Jagüé, extraordinario llano circundado por montañas de distinta pero importante altitud, todas.
Es el caso dar a conocer aquí una anécdota ocurrida durante esta primera etapa. Vicente, en su anterior venida por estos lugares, hace 15 años, se había prestado a participar en una ceremonia durante la cual, y siguiendo la costumbre comarcana, había bautizado a una niña a pedido de su madre, Luisa Oviedo. Al llegar nuevamente a Jagüé quiso saber algo de esa niña, teniendo como única referencia de que llevaba una cadena de oro con crucifijo que le había regalado en la ceremonia a su ahijada de nombre Eudelina. Las averiguaciones realizadas en el pueblo, que por ser chico se tienen recuerdos precisos de las personas, hacían aparecer a la señora Luisa en el campamento del dique del Jagüé, donde las oficiaba de cocinera. Llegamos próximo al lugar y al ver a una mujer que se acercaba a la senda por la que transitábamos, Vicente bajó de su mula y se acercó para tratar de ubicar a doña Luisa y ante su atónita mirada se le apareció aquella señora que hacía tantos años le había hecho bautizar a su hija. Conversaron animadamente entre ambos inquiriendo sobre la trayectoria de Eudelina, enterándose que actualmente vivía en Villa Unión en compañía de su abuela. Lo curioso del caso es que después de tanto tiempo y buscando un encuentro, este sucede espontáneamente. Son cosas del destino.
Seguimos andando en procura de las sierras que ya se aparecen envueltas en una bruma espesa, lo que hace presumir que más adelante encontraremos agua. Y en efecto, al llegar a la zona montañosa comenzamos a recibir una llovizna persistente, lo que nos obliga a cubrirnos con nuestros anoraks. La zona, que antes tenía la característica de torridez con vegetación achaparrada, se convierte en veraz con pastos y vegas constantes. El río, al que acompañamos en todo nuestro recorrido, se vuelve más caudaloso y llegamos al lugar denominado Ciénaga Grande, donde haciendo honor a su nombre, los animales se entierran hasta las rodillas, dado que el suelo es pantanoso y el agua no tiene salida.
El Bonete Chico (6759 msnm) visto desde la cumbre del Cerro La Coipa, en la provincia de Catamarca.
La montaña a la izquierda es el Cerro peñas Azules de 5935 msnm. Foto sacada el 27 de Noviembre de 2009. Foto: Marcelo Scanu
Después de seis horas de camino, estamos llegando al final de la etapa al lugar denominado Cieneguita. Marcho el último de la caravana, y veo desde lejos que ya el resto ha llegado al lugar donde se levantará el campamento. Para unirme a los demás debo cruzar por última vez el río, que ahora se presenta bastante profundo. Inicio el cruce manteniendo las riendas tensas para ayudar al animal en algún posible traspié con las piedras ocultas en el fondo y cuando ya inició la subida de la ladera opuesta, siento una sensación extraña en mi montura; no alcanzo a percibirme de lo que se trata cuando el mulo, violento, se para en las patas traseras y me despide sobre la arena. Ha sucedido que al vadear el río, se mojó la cincha y al hacer fuerza para subir a la orilla se le había corrido, y molesto, trató de desembarazarse de todo lo que le molestaba.
Esta incidencia, muy natural para una expedición de "montados" sin ser jinetes, no hubiera tenido otras consecuencias que las consabidas pullas de los restantes al contar la desgracia del golpe recibido. Pero una circunstancia fortuita puso mayor dramaticidad a la situación. Al producirse la llovizna, mantenía la máquina fotográfica al costado derecho y ante la inutilidad de su uso, la coloqué más hacia la espalda, con tan poca fortuna que al caer, la apoyé entre el suelo y mi cuerpo, produciéndome unos dolores tan intensos que me fue imposible incorporarme de inmediato. Me costó tiempo reaccionar y después, con la ayuda del resto de los compañeros fui atendido solícitamente por Arturo, quien ya en la carpa y con lodos los elementos en acción logró fajarme y dosificarme en forma tan precisa y solícita que pasé la noche sin otras alternativas que un fuerte shock y los consiguientes dolores.
El diagnóstico no era fácil para Arturo, que sin los elementos hospitalarios a su alcance tenía ciertas dudas sobre las consecuencias de la caída.
A la hora 10 del día siguiente salimos de Cieneguita luego de habérseme friccionado y atendido por Arturo, que luego de algunas vacilaciones, dado el compromiso que asumía, dio su veredicto: ¡puede continuar! Para mí fue una gran alegría ya que lo contrario hubiera resultado una pena, puesto que regresar al primer día de la partida, era claudicar de todas mis ilusiones y esperanzas. También se creaba una situación embarazosa para el resto de la expedición que se sentía identificado con mi situación.
Subido que fui en el mulo, al estilo del Cid en su último combate guardando las distancias respectivas pero sí en lo que hacía al acomodo en el animal, iniciamos la etapa.
Vista del Cerro Bonete desde Oeste. Expedición realizada por miembros de la F.R.A.E. ( C.A.M. – JANAJMAN ) y la U.P.A.M.E.
Foto: Jaime Suárez, www.cerrosamericanos.blogspot.com.ar
Recorrimos en ella una zona de vegetación variada, que se iba achaparrando a medida que avanzábamos. Variedad de plantas xerófilas perfumaron nuestro paso por la montaña: brea, jarilla, jume, lampaya, acrillo, tramontana, chaschispo, pichana, mistol, algarrobo, etc.
Siguiendo siempre el curso del río Bonete, al que cruzamos más de mil veces, por decir una cifra que a lo mejor es mayor, nos llevó al mediodía a un paraje denominado La Joaquina, rebautizado por nosotros como "El último árbol", ya que efectivamente, de allí en adelante no encontraríamos más árboles en la forma como acostumbramos a conocerlos. Después de merendar frugalmente seguimos nuestro itinerario pasando por la entrada de la Quebrada de las Tunas, El Jumecito hasta llegar a la caída de la tarde al Jume, vega formada por el río que allí rompe su monótona rectitud para formar un paisaje diferente con quebradas húmedas, bajos niveles, islas formadas en los meandros del río, y todo con un verdor al que ya casi no creíamos encontrar.
Armada la carpa para pasar la noche, al tiempo que también se hacía la comida fuerte del día, recibimos la insólita visita de Roberto Urriche y su hermana, quienes viajaban hacia el Río del Oro donde iban a visitar a parientes que estaban ocupados en el pastoreo de animales. Los invitamos a arrimarse al fogón, donde compartimos la comida, se contaron anécdotas y sucedidos y hasta se cantó. Vicente, siempre ávido de conocimientos, grababa el suceso para la historia. Ya que hablamos de Vicente digamos que sus esquemas de investigación universitaria los aplicó en todo momento, preguntando a los baqueanos nombres de lugares, de plantas, de remedios y toda otra información que haga al conocimiento de la región. Veremos qué nos trasmite y cuando.
Participé muy poco de la reunión ya que aproveché todo lo que pude mi colchón neumático y bolsa de dormir, para encontrar una posición que hiciera posible el descanso para aliviarme de casi diez horas montado, luego del golpe sufrido. Arturo estaba en duda si había fractura pero su semblante no era del todo tranquilizador. No obstante, al no presentarse otros síntomas de complicación, estimé que era posible para mí continuar el viaje.
Al día siguiente, 11 de enero iniciamos la etapa hacia Río del Oro, que resultó la más calurosa y desértica. Duró hasta las 17 horas debiéndose soportar temperaturas superiores a los 40 grados acompañados de un viento Zonda caliente que nos produjo quemaduras en el rostro y en el dorso de las manos —para quien no llevaba guantes—, de mayor grado que las comunes. Es que también las rocas calcinadas por el sol producen una reverberación que nos sumergía en un "baño de rayos ultravioletas" que dejaban sus señales hasta a los baqueanos acostumbrados. Resulta digno de mención el paso por el Abra de Yegua Quemada ya que su impresionante bajada eriza los cabellos del más pintado. Hay que confiar en la capacidad de los animales y recomendándonos a Dios, superamos el escollo. Una característica interesante es que desde este punto se pudo ver por primera vez al Bonete Chico, con una perspectiva algo engañosa, ya que parece mostrar cinco cumbres bastantes nítidas, resultando las de mayor altura a la izquierda, decreciendo hacia la derecha.
Llegamos al medio día a la confluencia del Río Bonete, con el Río del Oro, donde comimos frugalmente y nos "emborrachamos" con el agua cristalina y fresca que traía este último río, cuya denominación se ha debido, seguramente, a la buena calidad del agua, que contrasta con la del Bonete que tiene un sabor algo salobre, posiblemente al tomar las propiedades del suelo que recorre. Haciendo una comparación lejana, nos pareció como el Pozo de Jacob del que abrevó Jesús sediento.
La segunda parte de la etapa fue por demás pesada y calurosa. El viento Zonda y la puna que lo acompañaba terminaron por hacer mella en el ánimo de todos. El camino pelado y los cerros circundantes, carentes de vegetación daban a esos lugares aspecto de verdaderos eriales. Sólo en dos ocasiones rompió la monotonía del viaje el grácil andar de un solitario guanaco que trotando por las laderas del cerro, mantuvo prudente distancia con nosotros. Si bien llevábamos armas largas, a ninguno se nos antojó seguirlo con ánimo de caza. Sea ello por nuestro estado espiritual deprimido por el paisaje como por tener casi todos ideas contrarias a la matanza sin razón de animales. La única razón valedera hubiera sido la obtención de comida fresca, cosa que no necesitábamos.
Llegamos por fin a las 18 horas al lugar de emplazamiento del 3er. campamento, junto al Río del Oro y de la finca de Roberto Urriche.
Ya fueran las dos últimas jornadas de casi 10 horas cada una montados, matizados con repechos y bajadas constantes, ya mi dolencia, ya el calor, la puna o que sé yo, lo cierto es que mi ánimo, particularmente, estaba totalmente bajo. Plantada la carpa, comimos algo y nos tiramos rendidos. No había apetito y sólo aceptamos las medicinas y los cuidados de Arturo, verdadera revelación como médico y compañero. Y aquí comienza la tragedia griega: el Zonda que hasta entonces había soplado en forma continua, hasta convertirse en amenazante. El doble techo, colocado en previsión de unos nubarrones que salieron amenazantes, comenzó a sacudirse en forma tal que se podía prever un desenlace próximo. Salieron Arturo y Vicente y con la ayuda de los baqueanos lograron mantener la estabilidad de la carpa y poner las cosas en orden.
El Bonete Chico visto desde el Suroeste de la Laguna Brava, La Rioja. Foto: Marcelo Scanu
Mi estado físico y anímico después de semejante noche, era tal que comuniqué al resto mi decisión de no seguir el viaje a fin de facilitar la realización del proyecto. Pensé quedarme en la finca de los Urriche esperando el regreso del resto del equipo.
No obstante ello, en la mañana del 12 de enero nos levantamos bastante tarde, ya que se sabía que la etapa sería corta (unas cinco horas de marcha), y mis dolores habían amainado por lo cual resolvimos quedarnos ese día allí en tren de recuperación general, ya que las jornadas anteriores nos habían deteriorado bastante.
Nos ocupamos de ordenar el equipo, probar elementos, hacer caminatas y pequeñas subidas, siguiendo nuestro plan de adaptación a la altura que allí se manifestaba ya con sus 4.000 metros, y una respetable puna. Un exquisito asado de chivito obtenido en la finca, matizó un mediodía caluroso y sin otras alternativas terminó la jornada.
Es digno de mención la forma como vive la familia Urriche, que se dedica a la cría de ganado menor en todo el valle del Río Bonete. Son arrendatarios del señor Genaro Zavaley, propietario de esas tierras, y a medida que el tiempo se hace más benigno avanza con los animales en busca de más y mejores pastos. El puesto de Río del Oro es el último, y lo mantienen hasta el mes de abril, cuando las heladas y los fríos intensos hacen imposible la vida en esos lugares. Entonces retroceden hacia Cieneguita y otras zonas cercanas a Jagüé. Por tales razones, sus viviendas son sumamente precarias, con habitaciones formadas por pircas altas, sin techar. Es que allí lo más importante es preservarse del viento, ya que lluvias se producen solamente una o dos veces por año, lo que no justifican puestos más confortables. Además para cubrirse en la noche, usan unas mantas de lana tan gruesas, que no hay peligro alguno de sufrir frío. Esta forma de vivir en los puestos se repite en las distintas etapas que hemos realizado.
Habiendo sufrido un sol abrasador sin la posibilidad de resguardarse a la sombra de árbol alguno, conversé con Don Roberto sobre la posibilidad de hacer analizar la tierra del lugar para ver que árbol podría adelantar, ya que habiendo agua en abundancia, consideraba ello posible. Le informé de la existencia del I.N.T..A. (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) que se ocupa de esos menesteres, quedando en que se interesaría por el tema. No obstante ello, sería conveniente que en zonas inhóspitas y difíciles como la que transitamos, pudiera recibir, aunque más no sea alguna vez, la visita de un técnico que asesorara en el lugar a los pobladores sobre la mejor manera de hacer producir a la tierra y rodearse de más comodidades.
Al observar gran cantidad de ganado cabrío y los cerros circundantes carentes de vegetación, pregunté si se conocían las consecuencias del pastaje de estos animales con respecto a la vegetación. Al contestarme negativamente hice saber que especialistas de la UNESCO, de la Organización para la Agricultura y la Alimentación y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y de sus recursos, son unánimes en sus afirmaciones: la cabra es el peor enemigo del género humano. Se la considera la portadora de la aridez y la erosión. Este tema fue tratado en la revista La Montaña № 4 en un enjundioso artículo de Raymond Furon, subdirector del Museo de Historia Natural de París.
Mientras tanto los paisanos siguen sumergidos en su desconocimiento, sin que nadie los ayudé.
La etapa hasta llegar al sitio denominado Peñas Negras tiene como especial motivo de preocupación una cuesta empinada de unos 300 metros cuyo pasaje necesita de precauciones especiales, ya que una caída en ese lugar puede tener consecuencias imprevisibles, especialmente en bajada, por lo que se recomienda hacer el tramo desmontado. Luego se transita por valles con buena vegetación que contrastan con las montañas amarillas que los rodean.
Volcán Bonete desde Laguna Brava, La Rioja. Foto: Guillermo Almaraz
El emplazamiento de Peñas Negras tiene la particularidad de estar formado por una elevación de unos 200 metros, de piedras oscuras de allí su nombre en cuya faz izquierda se distribuyen cinco o seis cuevas naturales, producto de complejos mecanismos orogénicos, y que sirven muy bien para refugio; así lo certifican restos de comida y huesos de guanaco, lo que indica que cazadores son sus habituales residentes.
El sólo hecho de poder disfrutar de sombra, cambia el estado anímico de los expedicionarios que alcanzan a realizar una ascensión por las inmediaciones, a título de entrenamiento.
En la zona se comenta respecto a los cazadores, que para alimentar la industria del tejido, en forma furtiva hacen verdaderas operaciones tipo comando, viniendo de la vecina Provincia de Catamarca por la Quebrada del arroyo Machaco, realizando una persecución tan implacable de vicuñas y guanacos que ahora han desaparecido prácticamente de la comarca.
Hacemos desde aquí un llamado a las autoridades competentes a fin de que extremen los recursos para poner fin a estas actividades delictuosas, que de seguir, terminarán por uno de los animales autóctonos más interesantes de nuestros Andes.
Entre nosotros se encuentra la Sociedad NATURA, que se encarga de dicha protección, pero sus escasos recursos hacen casi inocua su acción.
El paraje Peñas Negras, es el Campamento base ideal para prepararse para la ascensión al Bonete Chico, por ser su clima todavía aceptable para el normal desenvolvimiento humano, y que ya no se da más arriba. Además y muy principal en el lugar existen pastos y agua, elementos imprescindibles para los mulares, qué en definitiva, son los árbitros de la situación: donde no van ellos llevando bultos, comida y equipo pesado, la empresa se hace ardua, y porque no decirlo, casi imposible cuando se debe elevar muchos metros a lomo de hombre. El de la muía es... más apto, ya que la Naturaleza la ha dotado de condiciones de fuerza y resistencia que el hombre no posee en igual medida.
La linea roja marca el trayecto realizado desde Jagüé hasta el cerro Bonete Chico La Rioja
Permítaseme aquí una acotación más a mis inquietudes investigativas: uno de nosotros sufría trastornos intestinales bastante pronunciados, y al no encontrar solución con los elementos farmacéuticos comunes, le pidió a Don Graciamiano alguna solución para su inconveniente. No se hizo esperar y preparó un té de una planta denominada Bailabuena, que tiene una forma redonda, verde oscuro y muchísimos tallos entrecruzados y recomendables por sus cualidades de laxante y estomacal. Ello se confirmó después, cuando los que la ingirieron, entre los que me cuento, tuvimos baile por un rato...
El día 14 de enero iniciamos la etapa hacia el pie del Bonete. A las 10.30 salimos de nuestro cómodo emplazamiento de Peñas Negras y seguimos remontando el río homónimo hasta su nacimiento, que está a una hora de marcha. El rumbo que hasta ese entonces era N. O. se tuerce francamente hacia el Norte, tomando por una empinada quebrada sembrada de ojos de agua que hacían enterrar las patas de los animales con bastante frecuencia y algún peligro. La inclinación se mantiene en todo el recorrido, que en su parte final tiene la característica de haber desaparecido totalmente la vegetación y su suelo está formado por desechos rocosos. En esta etapa hemos ascendido 1.000 metros que unidos a la puna imperante, los hace sumamente respetables.
La nota singular de la etapa la dio el raudo vuelo de un cóndor que, sin dar un solo aleteo, sobrevoló el inmenso valle. Su característica majestuosidad nos llamó la atención. No es en vano su denominación de Señor de los Andes.
El emplazamiento del Campamento fue rápido y mientras unos se dedicaban a la cocina, otros trataban de hacer habitable la carpa. Se debió hacer una pirca y colocar los calentadores a gas bajo nivel, ya que el viento no permitía ya muchas comodidades. ¡Y cuan necesaria se hacía ahora una buena sopa caliente!
Se comió frugalmente —dada la altura— y se decidió que al día siguiente se haría el primer intento a la cumbre, para lo cual había que iniciar la tentativa a partir de las 3 de la mañana, con el fin de poder contar con horas de reserva para cualquier eventualidad. Después de cambiar ideas sobre la posible vía de acceso, con intervención directa de Don Gracimiano, se concretó que la más directa estaba a la derecha de nuestro emplazamiento, si bien podía tener desniveles más bruscos. Mi opinión era seguir la ruta de la izquierda que se recuesta sobre el Cerro y que llevando una línea oblicua hacia la derecha, empalma con la anterior en el filo cumbrero.
Cara SE del Bonete por donde discurre la ruta del primer ascenso de 1970. Foto: Guillermo Almaraz
El plan era que Vicente con Yolanda tomarán la primera ruta, mientras que la segunda sería tomada por mi acompañado de Arturo o Cirilo, que había pedido autorización para acompañarnos en el ascenso.
Este dispositivo de utilizar dos rutas tenía como explicación el hecho de que no se le conocía al cerro el camino de acceso y en tal forma nos asegurábamos la posibilidad del éxito por alguna de ellas.
Terminadas las deliberaciones, Gracimiano y Cirilo emprenden rápido regreso a Peñas Negras a los efectos de asegurar el forraje y agua para los animales, con la indicación de regresar al vivac a primeras horas del día siguiente para colaborar en las tareas a emprender, que eran de suma importancia.
Nerviosismo en el grupo. Poco sueño y también poca comodidad, ya que ahora, la carpa de altura era estrecha y sólo albergaba como máximo a tres personas. Vicente toma un paño de carpa y se arma una "sui generis", sin parantes.
Las últimas disposiciones se habían tomado: se revisaron las mochilas y los elementos para la tentativa y nos recogimos en la carpa para pasar la noche que se insinuaba gélida y ventosa. De mi dolencia ni me acordaba, y se manifestaba cuando pretendía, sin conseguirlo, darme vuelta en mi bolsa.
¡Arriba que son las 3! Fue el grito estentóreo de Vicente, que ya se movía con toda decisión para hacer cumplir lo convenido. Pero una cosa era lo prometido el día anterior y otra la realidad actual.
De los tres restantes, sólo Yolanda acató el compromiso y se preparó pausadamente. Afuera, el viento soplaba fuerte y la temperatura estaba en los 6 a 8 grados bajo cero, por lo menos. Un estado de sopor, producto de la puna imperante, nos tenía estáticos; a Arturo, que ya el día anterior había acusado signos de fatiga, y a mí, al golpe sufrido había que agregarle cinco días continuados de viaje a lomo de muía, me tenían bastante abatido. Le indiqué a Vicente que partiera con Yolanda mientras nosotros procuraríamos unirnos con ellos, cuando viniera Cirilo, más tarde. Salieron ellos, y el campamento volvió a sumirse en el sopor de la noche puneña.
Cerro Bonete Chico lado este, ruta seguida por la expedicion, el circulo indica el campamento intermedio
Había pasado una hora de la partida, cuando volvemos a escuchar voces y pasos que se acercan. Eran Vicente y Coco; ésta última luego de media hora de marcha había sufrido tanto los efectos del frío y de la puna que se hallaba extenuada. Mientras Arturo preparaba algo caliente, con Vicente fricionamos los pies y piernas de Yolanda, a quien instalamos luego en su bolsa. Vicente vuelve a partir con el compromiso de encontrarnos luego. Así realizó Yolanda su tentativa al Bonete Chico, que empezaba a cobrarse la osadía de nuestra visita Vaya aquí nuestro homenaje a Yolanda por su decisión y valentía para encarar el intento.
Se suceden horas de insomnio e incertidumbre hasta que por fin, a las 9 horas llegan los baqueanos. Me visto con todo lo necesario para el ataque final y mientras Cirilo sigue la ruta iniciada por Vicente, yo decido seguir por la izquierda. Don Gracimiano, desde el vivac y provisto de catalejos, nos trataría de seguir en nuestras rutas.
Firme con mis proyectos, comienzo la tarea con un plan de veinte pasos y descanso, que conservo por varias horas, lo que me hace avanzar francamente hacia el filo cumbrero, que era mi objetivo.
A las 14.30 horas todavía seguía mi avance, y la proximidad de la meta unos 300 metros de desnivel me daba aliento para proseguir.
Pero todo tiene un límite y éste se fue dando inexorablemente. La puna ese moustro invisible que ronda por esas altitudes y que produce laxitud, falta de oxígeno, eliminación de la voluntad, en fin, ese no se qué, que se presenta cuando las fuerzas están llegando casi al final de las posibilidades, se hizo presente.
Primero, haciendo más necesarios los descansos, cuya duración también se fue prolongando, mientras la marcha, antes firme y decidida, se había convertido en un deambular zigzaguente e impreciso. Y así vino el final. Al pretender superar un bajío imprevisto, estando a unos 6.500 metros, el cuerpo empujado a una aceleración que no podía acompañar con los movimientos correspondientes, terminó por encontrar su posición natural en el suelo, sin consecuencias. ¡Era el final de mi tentativa! ¡Estaba vencido!
Reunidas las fuerzas que me quedaban, me reincorporé. Ya mi meta no estaba en la cumbre avizorada, sino en el campamento de abajo. Y comencé el triste regreso. A Vicente y Cirilo que ya se habían juntado, los había visto hacia un buen tiempo. Mientras tanto, Don Gracimiano, que indudablemente me tenía localizado con los largavistas, ya que se adelantó a mi encuentro y me acompañó hasta llegar al campamento, cuando serían las 16 horas.
Bonete desde el borde de la Caldera del Inca Pillo a 5.200 mts. Expedición realizada por miembros de la F.R.A.E. ( C.A.M. – JANAJMAN ) y la U.P.A.M.E. Foto: Jaime Suárez, www.cerrosamericanos.blogspot.com.ar
Como sería mi estado en esos momentos, que Arturo, que me dispensó junto a los otros, los cuidados y atenciones del caso, quiso que posara ante su máquina fotográfica, para que tuviera un recuerdo de esta situación.
Me instalo en mi bolsa y no obstante los pedidos de Arturo, Coco y Gracimiano para que los acompañara hasta Peñas Negras donde había menos puna y era más fácil la recuperación, opto por quedarme a esperar a Vicente y a Cirilo, de los que aún no se tenían noticias. Esta espera, aunque no muy larga, me resultó francamente angustiosa. Hay dos compañeros en el cerro y mi precario estado no me hacen fabricar ilusiones con respecto a la ayuda que podría brindarles en caso de emergencia.
Estamos aún dentro del lapso que debieron utilizar para el regreso. Opto entonces por esperar. Al hacer un cálculo aproximado llego a la conclusión que de haber llegado a la cumbre como era mi esperanza, debieron necesitar más tiempo.
Pasan así dos horas, y como en un sueño, que era el sopor en que estaba sumido por el cansado, escucho la voz de Vicente, primero imprecisa, y luego concreta y cercana. Me hace saber que la cumbre había sido alcanzada y que todo marchaba bien. Comemos duraznos enlatados y café caliente y finalizamos la jornada contentos y cansados.
Al día siguiente, Vicente me terminó de relatar el final de la tarea. Luego de unirse con Cirilo hacia el mediodía, siguieron la línea del filo cumbrero, que se halla ubicada detrás de la que se ofrece a la vista desde el vivac y luego de tres horas de superar varios picos, algunos con nieve, ubicaron a uno desde cuya cúspide nada parecía superarlo. Colocaron el libro de cumbre de la Federación Argentina de Montañismo, donde se mencionó los detalles de la ascensión (PRMERA) de este cerro, que se hacía en homenaje al 10° aniversario de la fundación de la entidad; se colocó igualmente un gallardete de la Federación y una imagen de la virgen de Fátima, que la familia Urriche, de Río del Oro le había encargado que depositara en la cumbre. Todo ubicado en una caja metálica que fue luego cubierta de piedras a modo de pirca, para preservarla de los vientos y nieve. Esto ocurría a las 15 horas. Regresan luego presurosamente al Vivac, al que arriban a las 18.30 aproximadamente.
El día 16 de enero, bastante temprano, aparece nuevamente Don Gracimiano, trayendo las mulas, que ese mismo día nos llevarán hasta Río del Oro, desde donde seguimos desandando las etapas anteriores con precisa rapidez.El 18 de enero estamos en Jagüé con todo el trámite terminado para regresar a nuestro hogares. Otras de las dificultades a superar en este intento fue la incomunicación total en que nos encontramos en toda la trayectoria, ya que no hay ninguna forma, que no sea el chasque, que pueda llevar o traer noticias, a contar de nuestra salida de Jagüé hasta nuestro regreso al mismo lugar.
Ya en Buenos Aires, preocupado por las consecuencias de mi caída, me hago realizar pruebas radiográficas que dieron como resultado la fractura de dos costillas, sin otras complicaciones mayores. Me indicó el facultativo que las complicaciones en estos casos sobrevienen dentro de los 10 primeros días del suceso. ¡Y yo los había pasado montado en mula!
Ahora todo andaba bien. El Bonete Chico se había cobrado su precio.
Vista del Cerro Bonete Chico, La Rioja. Foto: Mauricio Bianchi
Aspectos Técnicos
La ascensión al Cerro Bonete Chico, no ofrece dificultades técnicas dignas de mención, en lo que hace al empleo de medios artificiales ni a pasajes de dificultades serias.
No obstante ello, quienes se propongan ascenderlo deben tener en cuenta que se hace necesario una buena organización previa, en cuanto se refiere a la alimentación, el equipo y la diagramación de las etapas pudiendo tomarse como orientación las realizadas por esta expedición, ya que ellas fueron elegidas en virtud de las distancias a recorrer y la disponibilidad de agua y pasto para los animales.
Se aconseja como último lugar cómodo para permanecer y aclimatarse, el denominado Peñas Negras, ya que más arriba la puna exige una acción rápida, en que el organismo es deteriorado en forma continua y permanente.
Otra situación que hace al éxito de una expedición, es que la integre un médico con botiquín completo. Las distintas situaciones ocurridas y superadas demostraron la necesidad de su colaboración, máxime si se tiene en cuenta el alejamiento a seis jornadas del último centro asistencia, que es Vinchina.
En cuanto a tratar de eliminar el apunamiento y la deshidratación, que se presenta en los tramos finales, especialmente de Peñas Negras hacia arriba, se experimentó con gran éxito el DELMITON, de los laboratorios Paul Dupin, que se recomienda a los que deban incursionar en zonas punosas del Norte y Oeste argentino.
Un factor importante para esta ascensión, es la elección de baqueanos, que en nuestro caso fueron verdaderos puntales de éxito si se logra obtenerlos capaces e identificados con los objetivos a lograr.
Arkaitz Ibarra llegando a la cima del Cerro Bonete. Foto: Arkaitz Ibarra y Jabi Txikon
Resultados
Además del éxito deportivo que significa haber ascendido al pico virgen más alto del país a la fecha, se obtuvo también la dilucidación del problema de la existencia o no de los cerros Bonete, uno Grande y otro el Chico, lo cual se logró plenamente por las circunstancias siguientes:
1º) Las precisas indicaciones de uno de los integrantes Vicente V. Cicchitti, que también ascendiera por primera vez en 1955 en Bonete Grande, para lo cual tuvo que tomar el siguiente itinerario: el mismo hasta Río del Oro y de allí se sigue por la Vega del Campo, Quebrada la Hedionda, Cuevas del 25 y pie del Cerro. En cambio el camino seguido por nosotros fue totalmente distinto.
2º) Esta situación fue además corroborada por el Baqueano Gracimiano Barrera, con más de 40 años de tránsito por la zona
3°) La confrontación de vistas fotográficas de ambos lugares, los hacen diametralmente distintos.
Se realizaron además experiencias con distintos alimentos especiales en cuanto hace a su poder nutritivo, vitamínico y calórico y se probaron específicos indicados para solucionar situaciones que hacen a la alimentación, sueño, actividad, fortaleza física, apunamiento, deshidratación, etc., todo lo cual se consignará en una circular para las entidades y personas interesadas en el tema.
Cumbre del Cerro Bonete, La Rioja
El misterio del Gran Bonete
Por Marcelo Scanu
Ya en 1991, habiendo tenido acceso a mapas del IGM aún sin publicar, y juntando datos de otras fuentes pude desentrañar el misterio del gran Bonete. Hay en La Rioja un volcán de 6759 msnm, esto es justo 200 metros menos que el gran Aconcagua. se lo llama Bonete Chico pues su cumbre es precisamente eso, un bonete. Se lo divisa desde muchos lugares alejados, incluso lo he visto hace dias desde cerca de la cumbre de La Coipa en Catamarca.
Inmensa montaña, no puede pasar desapercibida. Sin embargo, si hay un Bonete Chico debe haber lógicamente un Bonete Grande. Lo hay, a unos 12 kilómetros aproximadamente al norte del primero, más cercano al límite con Catamarca pero sólo posee 5943 msnm. ¿Cuál es la explicación a este topónimo? Por seguro, los baqueanos y demás conocedores de la zona habrán visto en esta última montaña, más baja, un bonete más grande como para nombrarlo de esta manera.
Revista La Montaña de 1970, perteneciente a la Federación Argentina de Montañismo,
dirigida por Alfredo H. Brignone
Área Restauración Fotográfica del CCAM: Natalia Fernández Juárez
Bibliografía del Archivo del Centro Cultural Argentino de Montaña:
- Revista "La Montaña", N°14 Diciembre de 1970
Notas Relacionadas:
-
Ascensión al misterioso Volcán Bonete por la ruta de los Neveros -
Una hermosa experiencia, el Encuentro Nacional
de Montaña Veladero -
Los 6000 miles de Los Andes. Existe diferentes criterios de medición de las alturas de las cumbres andinas -
La primera ascensión invernal al Volcán Veladero, en la Provincia de La Rioja -
Montañas Argentinas: Ojos del Salado (6.893 mts.) -
Ascensión al Pico General Belgrano, el Gran Riojano. Una expedición de andinistas riojanos partían en marzo de 1988
Es nuestra misión dar a conocer la Cultura de Montaña Argentina y por lo tanto es prioritario que si es utilizado nuestro material visual, acuerden con la institución su uso. Si están interesados en el material fotográfico del CCAM, le sugerimos que se contacten a: info@culturademontania.org.ar
Todo el material fotográfico del CCAM es restaurado y publicado en alta resolución.