Travesía al Polo Sur. Parte II
Anuario del Club Andino Bariloche 1995 - 1998
Archivo de la Biblioteca del CCAM
- por Sebastián de la Cruz -
Para todos los que amamos la Antártida, ese continente con historias de exploradores y aventureros como Shackleton, Scott o Admunsen, esta es una oportunidad de leer esta excelente nota escrita por Sebastián de la Cruz quien nos demuestra sus dotes de narrador y escritor de una manera simple y clara.
Hemos separado en dos partes dada la extensión de la misma. Aquí va la segunda parte.
Guillermo Martin
Editorial del CCAM
Podés ver la Primera parte de esta aventura, si hacés >>Clic Aquí
Ultimo día del año 1994. Recorremos unos 20 kilómetros arribando al depósito. Los pilotos de los Twin Otters nos indicaron que paleemos unos sastruguis que tapan unas bolsas negras llenas de nieve que, alineadas, delimitan la pista de aterrizaje de unos doscientos metros, lo cual hacemos. En el depósito encontramos las bolsas que trajeron de contrabando los pilotos del Twin Otter y los ayudantes chilenos. Armamos nuestro campamento. Cocinamos una "pasta schuta" y seleccionamos las cosas que seguirán viaje con nosotros y las que regresarán con la avioneta Cessna. Nos comunicamos por radio con Patriot Hills, avisándoles a los compañeros sobre nuestra llegada el punto de cita. A las 18.30 hs. desde la avioneta Cessna nos llama Pedro Fernández, quien manifiesta estar alucinando con el paisaje Antártico. Opina que somos unos burros y que lo que estamos haciendo es una salvaje animalada. Finalmente aterriza junto a nosotros. Pedro filma con la cámara SR de 16 milímetros todo lo que vamos haciendo. Desarmamos las bolsas con las cargas del avituallamiento, montamos los trineos, desmontamos una tienda y reemplazamos el interior por otra nueva. Asimismo, a toda velocidad y en el interior de una tienda, nos cambiamos nuestra ropa interior de polipropileno.
Luego nos dedicamos a filmar panorámicas mientras paseamos con los trineos por aquí y por allá. Finalmente brindamos con una botella de champagne por el año nuevo y nuestros visitantes se despiden ya que no quieren llegar tarde a la fiesta que se organizó en Patriot Hills. Por nuestra parte festejamos en la carpa de Pedro y Benito, donde nos bajamos un cartón tetra-brik de vino tinto y otro blanco, comemos dos tortas y unas garrapiñadas y brindamos por el año que pasó y el que viene. Luego, muy borrachos (todos habíamos perdido la cultura alcohólica) nos vamos a dormir, aunque antes debemos ordenar el caos de cosas nuevas que tenemos y que deberemos organizar sobre los trineos. No terminamos acostando, entre gritos, alaridos y carcajadas pasadas las dos de la
mañana.
Año nuevo. Retomamos la marcha hacia las 10 hs. y paramos a las 18. Hoy ha sido duro. Hemos remontado la cuesta a la derecha del King Peak de las montañas Thiel, una pendiente de hielo pelado y nieve en la parte superior, de treinta grados de inclinación y doscientos metros de desnivel, afortunadamente lo hicimos rápido y lo duro fue breve. Los trineos pesaban más de ochenta kilos, luego de habernos reaprovisionado. La primera mitad e la cuesta fue muy buena ya que había hielo poroso (nieve durísima) lo cual permitía ir muy rápido, inclusive en subida. La segunda mitad, mucho más empinada y llena de sastruguis de nieve, que dificultaban la marcha, la hicimos de un solo tirón para ahorrarnos la desesperación producida por el extremo agotamiento. Buen sistema para terminar rápidamente el caso. Desde arriba la vista fue espléndida. Mirando hacia el norte, con la pared oeste del King Peak a nuestra derecha (este) un helado océano se pierde en el vasto horizonte reflejando los rayos del sol. Hacia la izquierda, una gran barrera de seracs, de nos veinte kilómetros de ancho, desciende en un amplio anfiteatro desde un altiplano superior hasta fundirse con la superficie del océano helado. En la ultima hora de marcha voy escuchando música con un cassete de Sabina "Esta boca es mía", totalmente abstraído de la realidad.
Montamos el campamento, cocinamos y cosemos tendederos para colgar cosas dentro de la carpa. En la comunicación diaria nos enteramos de cómo les fue en la fiesta de año nuevo a nuestros amigos: terminaron todos borrachos. Nos contaron historias muy cómicas sobre el jolgorio. La calidad de la transmisión, a casi 600 kilómetros de Patriot Hills, es perfecta. Una alegría elástica y bailarina me acompañó en este día: habíamos superado la mitad del recorrido proyectado en nuestro camino rumbo al Polo Sur.
Día 2 de enero de 1995. Salimos a las 9.20 hs. y paramos a las 17 habiendo recorrido 22.5 kilómetros. Por la mañana niebla. Navego la primera hora y media hasta vislumbrar el nunatak Lewis. El resto del día me quedo rezagado en la retaguardia, meditando unas teorías esotéricas y abstractas. Hay luz plana por lo cual el cielo y la tierra son una sola cosa, ni siquiera divisamos el relieve del suelo. La mente permanece colgada en un universo sin dimensiones ni distancias, ni siquiera las físicas, que nos mantiene unidos al suelo por la fuerza de la gravedad, ya que hace semanas que me olvidé de que tengo cuerpo. La mente sigue en equilibrio a pesar de que toda referencia ha sido eliminada de la realidad. Simplemente la mente no se olvida de que hay una "entidad”, una personalidad escondida en algún sitio, un recuerdo de un individuo que existió en la memoria propia de esta mente. Haciendo mentalmente cuentas matemáticas calculo por ejemplo que el promedio de velocidad de avance en terreno bueno es de 0,925 metros por segundo y en terreno de sastruguis la velocidad es de 0,858 mts/seg.
3 de enero. Recorremos otros 1 9 kilómetros. Tiempo nublado-neblinoso. Todo el día cruzando sastruguis, esas formaciones de nieve volada durísima que forman olas gigantescas de un metro y a veces de más altura. Nos toca remontar tres feroces cuestas que parecen haber sido labradas por una gigantesca gubia que acanáleto el relieve. Luz plana todo el tiempo. Rumbo magnético 120°. Yo me divertí bastante desarrollando una técnica anti-atascos que consiste en no dejar que el trineo se detenga y cuando tiene un obstáculo adelante se debe acelerar para que con la fuerza inercial pase sin problemas. La piel de foca de uno de mis esquíes se suelta en la parte trasera por lo que en la anteúltima parada, mientras mastico unos turroncitos, hago una perforación en la cola del esquí con una mecha de metal de tres milímetros de diámetro usando la pinza que siempre llevo en el bolsillo. En la última parada termino el segundo agujero y hago una costura en dobles de la punta de la piel, por el cual paso un alambre y coso literalmente la piel al esquí. Montamos las tiendas entre los sastruguis. La temperatura es de -13 °C en el exterior y de -2 °C dentro de la tienda cuando apagamos todo y nos metemos en los sacos.
A medida que avanzamos hacia el Polo
la condensación se congelaba entre las piernas
José Carlos se va a la carpa de la comunicación a tomar un trago de té y a conversar con los otros mientras yo me quedo haciendo mate cocido. Charlando de todo un poco Curro Gan comenta sobre las películas de cine de montaña: "Cliff Hanger" y "Grito de Piedra". José Carlos le pregunta a Curro si no me vio a mí en el cine cuando pasaron esta última. La instantánea reacción de estos cuatro militares fue cómica, quedándose callados con la boca semiabierta y la mirada perdida e interrogante mientras José Carlos les cuenta algunos detalles de aquella historia.
La planicie parece no tener fin
El 4 de enero sopla viento del norte. Hay niebla y comienza a neviscar. Decidimos quedarnos en las carpas. Aprovechamos para reparar algunas costuras en el equipo y la vestimenta. En mi caso realizo dos nuevas perforaciones en mi otro esquí, atando la piel al mismo con alambre. Parece algo indestructible. Afuera hacen 27 grados bajo cero.
Festejamos el día de los Reyes Magos con un pastel de arroz al chocolate que preparó Pedro. Mientras tanto, en el período que media entre las 18 hs. y las 21, grabo sonido de algunas conversaciones y la comunicación con Patriot Hills.
Al día siguiente, muy temprano, enviamos un parte meteorológico hacia Patriot Hills. Sucede que una de las avionetas Twin Otter debe ir hasta al Polo Sur a buscar la expedicionaria noruega quien arribó hasta alli en forma solitaria, recorriendo una ruta similar a la que estamos transitando nosotros. Esto nos motiva a continuar la marcha. A pesar de la espesa niebla que nos acompaña durante toda la jornada avanzamos otros 24 kilómetros. Transitamos por un terreno suave, con algunos sastruguis, recubierto por un palmo de nieve fresca la cual frena un poco los trineos. En la primera parada se le rompe el cierre relámpago al enterito de goretex de Curro Soria. Ahí nomás me acerco aguja e hilo en mano y me pongo a arreglárselo, cosiéndoselo por la zona de la bragueta. Con esta zafa de un enfriamiento seguro. Por la tarde, en una de las últimas paradas, coso algunos agujeros en los guantes de lana y en el talón de una media de lana que llevaba a mano.
Al día siguiente recorremos otros 23 kilómetros. A eso de las 13.30 hs. aterriza junto a nosotros la Twin Otter que va al Polo sur a buscar a la noruega Liv Arnesen. En la avioneta viaja, además del piloto, copiloto y azafata, su compañero y dos periodistas noruegos. Por la tarde, al despegar la avioneta, me siento terriblemente cansado y aburrido. Faltan aún veinte días de andar para terminar con esta ridícula aventura. Paciencia y tesón. Hoy la temperatura descendió hasta los 20 grados bajo cero. Quizás el frío haya sido la causa de mi cansancio y mi bajón. Mañana me pondré el mono de pile junto al resto de ropa que llevo puesta. El problema es que al ir demasiado abrigado, automáticamente la transpiración se convierte en condensación, la cual se congela en costras de hielo y nieve entre las mismas prendas de ropa, terminando toda completamente mojada y dura.
La siguiente jornada es un calco del día anterior. Superamos los 24 kilómetros y recibimos una paliza idéntica al día de ayer debido al frío que "chupa" nuestras calorías. Por la mañana navego durante unas 3 horas. Por la tarde me mantengo en la vanguardia todo el día, de buen humor. Caminé con el mono de fibra y sudé bastante, llenándome de nieve el interior de la campera.
Mañana probaré con un poco menos de ropa para sudar menos. La comunicación es perfecta. La Noruega ya está en Patriot Hills. Dicen que en el Polo Sur hacía -35°C. (BRRR!) Hoy, aquí, hizo -20°C.
El día 8 de enero el tiempo vuelve a presentarse espléndido. No obstante el despertar se manifiesta ruidoso. Repentinamente sentimos una explosión en la carpa contigua. Sucedió que a Benito y Pedro les ha explotado un calentador. El percance se originó en una pérdida de combustible, al apretar demasiado la bomba-válvula se deformó la junta tórica de la botella, lo cual originó una bruta llamarada explosiva. Estaban cocinando dentro de la tienda así que se pegaron un buen susto. Benito alcanzó a cerrar el paso del combustible y salió por la puerta trasera con las piernas prendidas fuego. Superado el caos se inventariaron los daños, que felizmente no fueron importantes. La carpa presentaba dos agujeros: uno sobre el lateral, de 40 centímetros de diámetro otro sobre el techo, arriba de la entrada, de 15 x 70. También hay algunos agujeros más chicos, en el upside. Felizmente el incidente no fue grave. Si consideramos que nos encontramos en medio de la Antártida, es fácil deducir que un incendio mayor podría llegar a demorar nuestra travesía. Si bien las modernas avionetas pueden solucionar más de un imprevisto, ellas solo pueden operar con buen tiempo. No es este un lugar para andar con problemas. El día rindió bien. Navegué las primeras tres horas a buen ritmo y luego me quedé en la retaguardia por el resto de la tarde. Hubo un poco de viento con el cual la temperatura descendió hasta los agradables -10°C. Montamos campamento e instalamos la radio en la tienda de los Curros. Los de Patriot Hills nos pidieron otra comunicación mañana a las 8.15 hs, a los efectos de que les enviemos un parte meteorológico, ya que deben volar al Polo Sur.
Al día siguiente el clima continúa bueno. Avanzamos otros 27 kilómetros. filmo en 16 mm. y en video en un día muy relajado. En el grupo abundan las bromas y risas. Cambio cassette de Hi 8 y 16 mm. El mayor problema que se tiene con los aparatos como ser filmadoras, cámaras de fotos y grabadores es la condensación. Al introducirlas dentro de la tienda para cambiarles la película o la batería, con -20°C, automáticamente se cubren de una gruesa capa de condensación, ya que la humedad acude a estos elementos fríos como si fuesen polos de atracción magnéticos. Continúa el buen tiempo y recorremos otros 28 kilómetros. Durante la travesía se producen algunas pequeñas rencillas, de tono amistoso, como para no perder las costumbres propias de la vida civilizada. En el transcurso de la marcha superamos dos hondonadas, verdaderos valles transversales, cuyas cuestas sureñas remontamos. Asimismo, vamos ganando lentamente altura, ubicándonos cerca de los 2.500 metros sobre el nivel del mar. A José Carlos se le hizo una bruta ampolla en la planta del pié izquierdo y tiene la carne viva al aire. Por suerte mi piel aguanta bien. Los pies continúan sanos.
Durante los próximos cuatro días recorremos 100 kilómetros. La primera jornada se caracterizó por ser muy fría. Fue un día muy duro, en el cual remontamos una cuesta muy pronunciada en la segunda etapa de una hora y cuarto. A causa del frío he tenido por primera vez problemas en los pies y manos. El campamento quedó emplazado a los 2600 metros.
Durante la siguiente jornada navegué la primera hora y media. En la parada intenté filmar con la cámara de 16 milímetros pero se encontraba atascada por el frío. Filmo en video la pasada por una zona de sastruguis. Durante la marcha filmo planos del "recurso caminata" desde la visión subjetiva del caminante.
Los militares españoles resultaron muy macanudos
En el tercer día la temperatura llega hasta los -24°C. Navegué la primera serie de hora y media. Luego me la pasé filmando planos cortos en 16 milímetros de trineos pasando sastruguis. En un momento me quedé parado cinco minutos, cambiando una lata de película en la filmadora, lapso en el cual el grupo se alejó en el horizonte hasta convertirse en un punto minúsculo. Vasta soledad en este océano de hielo. Es extraño, no es una soledad arrebatadora ya que me encuentro muy a gusto en ella. Cuando finalmente alcanzo nuevamente al grupo, tres horas más tarde, camino en vanguardia las últimas dos horas en compañía de Curro Gan, quien navegó este trecho. En la comunicación radial nos informan que mañana pasarán las dos avionetas Twin Otter hacia el Polo Sur, llevando al máximo mandatario de las fuerzas armadas chilenas, en reconocimiento de una expedición militar que está programada para el verano que viene. También nos comunican que Pedro Fernández ha sido padre de una niña nacida en España.
La cuarta jornada también fue dura. Mucho frío y fuerte viento de frente. Tenemos que apretar los dientes para cumplir correctamente con todas las etapas de marcha. La temperatura bajó hasta los -32°C y la sensación térmica, por los fuertes vientos de hasta sesenta nudos de velocidad, debió llegar a los -50°. A 20 minutos de terminar la segunda etapa de una hora y media (estaba navegando las dos primeras etapas), se me rompe una piel de foca. Rengueo 25 minutos hasta la parada, donde Curro Gan me presta una piel de repuesto. Por la noche, luego de la polenta de costumbre, cocinamos una olla llena de arroz con leche y chocolate para llevar al enlace radial y festejar gastronómicamente que pasamos los 88° de latitud sur. Me desplazo antes la hora prevista para la comunicación, a la tienda de Pedro y Benito con el propósito de grabar el sonido de las conversaciones. Cuando encendemos la radio, un momento antes de la hora convenida, nos ponemos en contacto con Patriot Hills, con la femenina y sensual voz de Tania, la chica cocinera. Ya que mis compañeros no hablan inglés, soy el único afortunado en poder dialogar con ella. Le cuento que la cosa estaba dura pero que se bancaba, que todo el grupo la amaba y algunas cosas más que la hicieron reír bastante.
El 15 de enero amanece muy ventoso. Este hecho fue la excusa perfecta para decidir por unanimidad permanecer "bloqueados" y disfrutar de un merecido día de descanso. Hace varias jornadas que veníamos caminando a promedio superior de 25 kilómetros diarios, por lo cual se imponía un alto, vimos la temperatura exterior y constatamos que orilla los 30 grados bajo cero. Debido al fuerte viento la sensación térmica debe ser aun menor, desayunamos cerca de las 11.30 hs. Al rato aparece por la carpa Curro Gan quien viene a devolver un libro y un par de cassettes de música. Tras ello parte con José Carlos a visitar las otras dos tiendas. José Carlos saca de su trineo una ración de desayuno. Durante la apertura de la carpa aprovecho para constatar que mis bastones están a la vista, entre los sastruguis de nieve fresca y volada que se acumularon alrededor del campamento. Aprovecho una leve disminución deI viento para ir al baño. Al rato vuelve José Carlos con la cola entre las patas por el intenso frío. Durante todo el día tomamos té y también mate. Por la tarde se acerca Pedro Espósito para traerme un libro de cuentos de Asimov. En la travesía cada uno lleva al menos dos libros y la literatura se intercambia permanentemente.
Al día siguiente reanudamos la marcha, recorriendo otros 26 kilómetros, temperatura promedio orilla los -24°C. Inicialmente me tocó navegar a mí, pero al rato soy reemplazado por Gan y Pedro. Se me sale una piel de foca. La remiendo con una goma elástica que tenía en el bolsillo y sigo caminando un par de horas más en las cuales se me sale la piel tres veces. Hace mucho frío. Durante una parada coloco una piel nueva ya que esta me está haciendo perder terreno y quedar rezagado. A la última parada llego hecho bolsa debido al tenso frío y Pedro me cambia mis guantes por unos secos, con lo cual zafo hasta el final del día. Tengo serios problemas de vasoconstricción periférica debido a que he pasado mucho frío a lo largo de mí vida, potenciado por un congelamiento en las manos hace nueve años. Esto hace que tenga espantosos momentos de frío en los pies y las manos a pesar de tener el cuerpo caliente, espero aguantar hasta el final sin que algo se me congele. Restan alrededor 195 kilómetros hasta el Polo Sur; unos ocho días de marcha. Por la noche, el enlace radial, pasamos un buen momento de camaradería. Esta gente es muy "maja" y cada vez me siento más a gusto entre estos militares.
Durante los siguientes tres días recorremos cerca de 80 kilómetros y superamos los 3.000 metros de altitud. Las marchas se tornan monótonas. Lo único que nos mantiene activos es el intenso frío, el cual nos obliga a extremar los cuidados ya que permanentemente la transpiración se va escarchando entre nuestras ropas. Personalmente tuve unos cuantos problemas con el sudor, generalmente por la mañana, momento en el cual me tocaba navegar. Probé caminar con un chaquetón de quallofill que me presta Curro Soria. Sudé mucho en la primera etapa y éste se congeló en el interior de la chaqueta, por lo cual debí utilizar este método para fundir la nieve formada en el interior de mi ropa y facilitar su evacuación - en forma de vapor - hacia las capas exteriores. Luego le pedí prestado el chaleco de fibra sintética a Benito, quien no lo usaba. Con esto la cosa anduvo mejor, pude mantener el punto cero de temperatura por fuera de mi anorak de goretex, lo cual permitió la evacuación de la humedad hacia el exterior, manteniendo el cuerpo sin nieve. No obstante se formaron cantidades descomunales de nieve entre el anorak y el chaleco, por lo cual terminé la jornada completamente mojado y con la campera llena de nieve y escarcha por dentro. En los codos se formaron literalmente bolas de nieve.
Durante las noches la comunicación es excelente. Patriot Hills se entiende mejor con nosotros que con los grupos que tiene en la zona del Monte Vinson, distante solamente 200 kilómetros del aeródromo. Nuestras carpas están a casi 1.000 kilómetros de distancia. En el Vinson (5.140 metros, máxima cumbre de la Antártida) los amigos españoles, con Ramón Portilla a la cabeza, ascendieron este y otros cerros. Nos alegramos por ello. Una parte de la empresa ya cumplió con su objetivo. Ahora falta que nosotros arribemos al bendito Polo Sur.
El grupo avanza por la planicie Antártica
20 de enero. Con la puntualidad acostumbrada iniciamos la marcha hacia las 9.30. El tiempo se presenta excelente: sol radiante y no mucho frío. Debe ser por el agujero en la capa de ozono que el hombre formó en la atmósfera. Navegué las tres primeras horas, filmé en video Hi 8 en la primer y segunda parada. En las dos etapas del medio, de dos horas y media, navega Pedro, quedándome a propósito con Curro Gan en la retaguardia. Intento disfrutar de la soledad e inmensidad de este lugar. Más adelante piso el acelerador y me acerco hasta Curro Gan quien hizo a toda velocidad las últimas etapas de una hora. Estamos en medio de un plano infinito, blanco inmaculado abajo y azul profundo arriba, en los 360° a la redonda. La sensación de pureza e inmensidad es absoluta. Tanta pureza que la situación nos dice a gritos de que estamos de más en este lugar. Curro Gan se detiene a sacar fotos y fumarse un cigarrillo. Cuando lo alcanzo me comenta que iba segundo detrás de Pedro, el cual navegada a toda velocidad y que en un momento una idea le asaltó la mente: ¿Que estoy haciendo aquí? . Ya que el día estaba tan estupendo se detuvo a disfrutar de la vista y a ver sí de ese modo se alegraba y le encontraba sentido al hallarse en este sitio. Al darme cuenta de su dilema psicológico le dije que ya que estaba en ese estado de captación del goce por estar aquí, mejor lo dejaba en completa soledad para que pueda así disfrutar más intensamente y con toda la soledad para el solo. Seguí caminando sin detenerme pero mirando hacia atrás a ver que hacía. A ser ya un punto diminuto en el horizonte se puso en movimiento sobre la huella trazada por nosotros y, dado el ritmo de marcha que traía, su propósito era alcanzarnos. A las tres de la tarde me detuve a sacar fotos hacia atrás, ya que a esa hora el sol está precisamente en el cenit, justo encima de la línea de la huella que se pierde en eI horizonte. Seguí caminando lánguidamente hasta que llegué a donde se había detenido el grupo puntero hacía diez minutos. Sin siquiera detenerse pasa Curro Gan a toda velocidad y me pego a sus talones. Por la noche, en la comunicación, acordamos con Pedro Fernández que llegaremos al Polo Sur el día 24 de enero por la tarde, cerca de las 16 hs. Nos restan sólo 92 kilómetros.
Al día siguiente recorremos otros 27 kilómetros. El día se presentó nublado y frío, con -25°. Curro Gan navegó las primeras tres horas y recorrió 11 kilómetros. Un muy buen promedio, considerando que una excelente velocidad es de 4 kilómetros por hora. Pedro Espósito navega las dos horas y media siguientes y Curro Gan vuelve al primer lugar durante las dos últimas. Luz plana, no se ven los relieves del suelo y apenas asoma la huella trazada por los primeros. El día pasa rápidamente ya que al no verse el sol en absoluto se pierden las referencias temporales. La mente ha extraviado su respaldo espacio-temporal y debe acudir al tiempo de reloj para saber qué hacer.
En estos últimos días debemos ir corrigiendo la deriva involuntaria de pocos grados, que se produce al navegar, para dirigirnos exactamente hacia el Polo. Cada dos etapas caminadas consultamos el GPS y efectuamos las correcciones en nuestro rumbo. Aquí es muy fácil derivar una gran cantidad de grados de longitud. Cada minuto de longitud está separado por treinta metros ya que los meridianos del planeta se unen en el Polo. Me prometo a mí mismo y se lo comento a los demás que cuando llegue al Polo daré una vuelta al mundo en tres pasos. Asimismo lubricaré la varilla marcadora del Polo con el aceite de una lata de sardinas que separé de las raciones, para agilizar el rodamiento sobre el cual gira el eje del planeta. A partir de ese entonces el día pasará a tener 23 horas en vez de 24. José Carlos hace días que viene tranquilamente siguiéndonos en la retaguardia. Se puso una chaqueta de pile por debajo del arnés ya que viene tan flaco que el arnés le hace daño. Ayer se levantó la camiseta dentro de nuestra tienda y se le veían todas las venas de la barriga marcadas. Envidia daba yo mostrando el idéntico rollo de tejido adiposo en la panza que cuando empezamos esta aventura. ¡Vaya capital!
Las últimas jornadas laborales se inician con la cronología acostumbrada, las 7.10 hs. suena el despertador. Cinco minutos más tarde prendemos el calentador MSR "Whisper Light" dentro de la tienda, para templar la temperatura de -20°C a algo más agradable, unos 5 grados sobre cero. Mientras tanto nos ponemos las medias y comenzamos a vestirnos. En mi caso caliento las botas interiores y sus respectivas plantillas, calzándolas a cambio de los patucos de duvet. Guardo el saco de dormir en su bolsa y la uso de confortable asiento, enrollando a continuación la colchoneta inflable y la de neoprene. Me pongo las carcazas plásticas de las botas rígidas dobles. A las 8.15 empiezo a desayunar con el agua caliente de dos de los cuatro termos, almacenada la noche anterior. A las 8.30 hs. voy al baño. Para esto, la noche anterior, se deja preparado un agujero en la nieve, debajo del upside de la carpa, el cual es tapado con nieve tras las dos visitas consecutivas. Terminamos de vestirnos para salir fuera de la tienda a las 9.00 hs. En una circunvalación perimetral saco todas las ataduras que mantienen tensa la carpa, dejando únicamente las dos estacas principales. Acomodo los trineos a cada lado de la entrada y acomodo en ellos los bultos que José Carlos tira fuera de la tienda a la par que pliega la gran colchoneta fina, de cuatro metros cuadrados, que hace de alfombra interior. A más tardar a las 9.30 empezamos a caminar tirando de nuestros trineos, cumpliendo rigurosamente las seis etapas diarias, con intervalos de 10 -15 minutos para descansar. Por día nos hemos impuesto caminar siete horas y media netas, para asegurarnos un promedio de 25 kilómetros. Según el ritmo de avance esta distancia cambia. Asimismo, según el tiempo perdido en cada parada, nos detenemos entre las seis o seis y media de la tarde.
El grupo durante un alto en la marcha, al fondo las montañas Thiel Antártida
Elegido el sitio de acampe, la primer tarea es clavar dos estacas, separadas entre sí por un metro veinte y engancharles los dos mosquetones del fondo de la tienda que va del lado de barlovento (sur). (Si hay mucho viento, construimos un cerco de contención, con bloques de nieve.) La otra persona se dedica a armar los parantes de aluminio plegables que se pasan, a continuación, por las vainas del interior de la tienda. Las carpas se montan rápidamente y los trineos son literalmente saqueados a toda velocidad y su contenido arrojado en un calculado orden y secuencia, ya sea al interior de la carpa (si hay viento) o en las proximidades de la entrada. La primera persona que se introduce acomoda la alfombra de colchonetas y prende inmediatamente ambos calentadores MSR para ir haciendo agua. El otro termina de cerrar ambos trineos y los acomoda a barlovento de la tienda, tensando ésta con los correspondientes vientos. Seguidamente, prepara una buena cantidad de bloques de nieve y los coloca debajo del upside de la entrada. A su término ingresa a la carpa. A partir del instante en que decidimos detenernos hasta el momento en que ambos estamos en el interior de la carpa no transcurren más de 20 minutos.
En la carpa, mientras ambos calentadores derriten nieve y preparan agua, nos sacamos las polainas y las botas plásticas, reemplazando las medias húmedas por otras secas y por los interiores por los patucos de duvet. Se cuelga toda la ropa mojada de los tendederos de piolines cosidos sobre el techo de esta "cueva" artificial. Por mi caso particular, antes de empezar siquiera a clavar las estacas y montar la tienda, me saco la chaqueta de goretex, la doy vuelta y sacudo las costras de hielo formadas en su interior. Asimismo sacudo la nieve pegada a la chaqueta de pile o las prendas de polipropileno, para inmediatamente ponérmela de vuelta, con la chaqueta de duvet por encima, manteniendo con ello el poco calor que me queda de la marcha. Derretida la nieve, el calentador "Whisper" continúa su trabajo para llenar los cuatro termos con agua caliente mientras que el "CXL" se utiliza para hervir el agua y preparar la comida. Para la cena se vuelca a la olla algunas sopas en polvo, caldillos, sal y seguidamente la polenta en polvo, las pastas o el arroz, según el menú elegido. Antes de ingerir los alimentos bebemos mate cocido y comemos algunas galletas con jamón serrano y/o queso manchego. Una vez cenados y con los trastos lavados nos dedicamos a secar, en el "Whisper", las botas interiores y las plantillas así como los guantes, máscara, medias, etc. Con el "CXL" calentamos el agua de los termos transformándola en mate cocido y llenándolos nuevamente. La hora de la comunicación es buen pretexto para distraer las ideas e irse a divertir con los amigotes de la otra carpa, escuchar los chistes del día por la radio y conversar sobre cualquier cosa.
Restan dos días para arribar al Polo. Hoy recorrimos 25.5 kilómetros, con una temperatura promedio de 30 grados bajo cero. Durante las primeras tres horas tengo a cargo la navegación, con rumbo 182°. La temperatura orilla los -27° por la mañana y -31°C por la tarde. Hace tanto frío que hay que detenerse lo mínimo indispensable. Sabemos que mañana a las diez de la mañana saldrán de Patriot Hills en la Twin Otter piloteada por Toby y su copiloto, Geoff Sommer y Pedro Fernández. Quieren llegar al Polo Sur un día antes que nosotros, para filmar la llegada. Recorremos planos infinitos de inmaculada blancura por debajo de la límpida y cristalina atmósfera. Al sol mejor ni mirarlo, tal es la fuerza que tiene.
Observando el trazado de la huella, mi mente regresa hacia unos recuerdos de hace ocho años, en las cristalinas aguas del lago Nahuel Huapi. Allí, en la fría bahía Campanario, practiqué remo por algún tiempo en el Club de Regatas Bariloche. En la inmensidad antártica vino a mi memoria la imagen del single de Panchito Pfaab surcando las quietas aguas de la bahía, como una flecha, dejando una fina línea en la superficie, con las regulares marcas de las remadas a sus costados. La delgada cicatriz une imaginariamente ambas superficies; ese aceite cristalino y oscuro con la presente huella blanca, una fina traza de costura con las marcas regulares de los bastones a ambos lados. Paciencia, dejar simplemente que el tiempo transcurra. Caminar como situación más confortable, simplemente por disponer energía calórica. La respiración agitada, mantenida a un rítmico y mecánico compás, regula la velocidad motor de las piernas. Según los ánimos del momento y las energías se va más rápido o más despacio. En las primeras horas de caminata hacia el sur la sombra proyectada por nuestro cuerpo está situada en el extremo derecho de nuestro campo visual. Allí se mantiene imperturbable a simple vista. A medida que el tiempo pasa el ángulo formado por la dirección hacia donde vamos y la sombra que proyectamos, va decreciendo a razón de 15° por hora. A las 15 hs. estamos pisando la sombra. Por la tarde la sombra está en el extremo izquierdo de nuestro campo de visión, lo cual le indica a nuestra mente que se aproxima el momento de detener esta máquina biológica que es nuestro cuerpo por unas doce horas, a fin de darle alimento y descanso.
Al día siguiente podremos seguir nuestra loca caminata de 1.200 kilómetros. De nada sirve arrepentirse ahora de esto, faltando solamente 52 kilómetros para concluir. Seguramente no repetiré una experiencia de este estilo en el futuro, a pesar de que me gustó haber vivido este mal momento durante los dos meses. He aprendido muchísimo sobre mí mismo, aspectos profundos de mi persona que me permitieron enderezar el espíritu y fortalecer el equilibrio sentimental. Una rica experiencia personal que felizmente he superado. Me supe adaptar a este brutal estilo de supervivencia. Una parte de mula, una parte de corazón, una parte de inteligencia y una parte de moral. Con esto cubrí cuatro aspectos de mí mismo: lo físico, sentimental, mental y espiritual. Cuatro fuentes de energía increíbles que canalizadas a través de la modestia, paciencia, honestidad, prudencia, raciocinio y acción, sin dudas sirven de motor a la voluntad de seguir adelante. El hombre como especie es, sin dudas, la máquina más impresionante que se haya inventado. Cada vez me siento más pleno y energizado por esa conciencia de existir siendo humano. Ser, simplemente existir, no se puede pedir más. Hilvano estas ideas a poco menos de 40 kilómetros del Polo, luego de haber caminado durante 50 días. José Carlos está bastante bajoneado por las duras condiciones de frío que estamos sufriendo. Tiene dolor en un dedo gordo de la mano y varios dedos sin sensibilidad. Por la noche duerme muy mal, acosado por fuertes dolores y gritos entre el sueño.
El 23 de enero recorremos otros 26 kilómetros. Navego las primeras tres horas. Luego pasa Pedro Esposito a la cabeza. Mientras lo sigo de cerca el grupo continúa caminando y el rumbo nos lleva hacia un sastrugui extraño y oscuro en la lejanía. Nos damos cuenta de que se trata de la base Admunsen-Scott de USA. ¡Vaya alegría! Incluso en un momento vemos aterrizar un avión. Cuando hacemos el alto y nos alcanza el resto del grupo, le damos la buena nueva. Guardamos la brújula en el trineo y la huella trazada en adelante es una recta perfecta hacia el sur. Cerca de las 15.30 hs. nos sobrevuela la avioneta Twin Otter de A.N.I. que nos viene a buscar al Polo un día antes. Nos dá tres vueltas alrededor, para filmarnos seguramente, y sigue su vuelo hasta la base. A la hora de la cena nos reunimos en la tienda de Pedro y Benito, llevando nosotros una olla llena de arroz y un par de termos con mate cocido. Se hace la comunicación, todo O.K., hasta mañana. Luego de una agradable reunión, festejamos el último momento de intimidad entre nosotros seis, antes de llegar a la "civilización". Luego lo nuestro ya no podrá ser como ahora. Ya nada será como lo que hemos vivido dentro nuestro y entre nosotros en estos casi dos meses de travesía.
Cada Expedicionario cargo con un trineo con hasta 60 Kg. de carga
La llegada al Polo
24 de enero de 1995. Tal lo acostumbrado, comenzamos a caminar a las 9.30 hs. Paramos a las 15.00 en el hito que simboliza el Polo Sur. Nos reciben Pedro Fernández filmándonos, mientras nos abrazan los pilotos Toby y Tony, Geoff Sommer y el jefe de la base americana Rolf Sinclair. En el Polo Sur realizamos las fotos y tomas fílmicas que de costumbre se hacen cuando se llega a la cumbre de una montaña: abrazos y alegría. Pero la sensación no es la misma. La alegría se debe al haber terminado de una vez con el martirio de tener que seguir caminando. No es el mismo sentimiento de satisfacción que se encuentra en una cumbre cualquiera. Es una cumbre vacía, seguramente por haber vivido cantidad de veces con nuestra imaginación el hecho físico de llegar a este lugar, que una vez aquí, ya no hay interés ni sorpresa. Es algo que ya hemos vivido y recreado con anticipación dado que el llegar siempre fue una cosa dada por hecha. De todos modos hay alegría por haber terminado esta aventura.
Montamos las tiendas en un baldío entre el campamento de verano de la base americana y la pista de aterrizaje. Nos metemos en ellas y Pedro nos filma mientras nos quitamos las capas de esparadrapos que protegen nuestros pies y secamos nuestras cosas. A las 17.30 hs. vamos a cenar a la base Admunsen-Scott. Quedamos impresionados por las instalaciones. Un domo geodésico de metal de cuarenta metros de altura interior hace de centro de dos alas laterales en forma de medio tubo, que nacen de un costado, cada uno con cien metros de largo y quince de alto. Dentro del domo yacen varias cajas grandes, apiladas una encima de la otra que hacen las veces de departamentos térmicos. Cuentan con una gruesa pared y puertas al estilo de los frigoríficos. No obstante nuestro mayor interés radica en conocer el salón comedor, al cual somos invitados por Rolf Sinclair. El interior del comedor es de un solo ambiente de 10 por 30 metros, con varias mesas y sillas. En un lado está la barra donde se encuentra la comida a disposición del consumidor. Detrás de la barra se encuentra la cocina con artefactos ultramodernos, en un recinto del mismo largo. Empezando de la punta derecha, donde se toman el plato y los cubiertos, uno se pasea por el mostrador hacia la izquierda, sirviéndose la comida a “piachere" y conveniencia. Hay de todo, una verdadera selección internacional de exquisiteces culinarias. Repetimos este itinerario en tres oportunidades, alguno incluso más veces. La primera impresión real de haber terminado la travesía fue estar sentado en una silla, con un plato de comida sobre la mesa. Nada tan real y agradable para sentirse devueltos al mundo civilizado.
Seguidamente Rolf Sinclair nos explica que la base es administrada por la National Science Foundation en Washington y que contaban con el apoyo logístico de la Armada de los Estados Unidos de América. Los programas de estudio son presentados a través de las Universidades de los Estados Unidos por los estudiantes o científicos interesados en llevarlos a cabo y son analizados por el ente que centraliza las universidades: el National Science Foundation. Cada proyecto seleccionado, a criterio de esta fundación, obtiene los fondos acordes para poder llevarse a cabo. Actualmente existen estudios de sismografía, estudios sobre la atmósfera, astronomía (telescopios), estudios el aire y un largo etcétera. Don Sinclair nos pasea por toda la extensión de la base, mostrándonos hasta el último rincón y explicando cada detalle. Vimos distintos departamentos de estudios, con especialistas inclinados en sus respectivos ordenadores y aparatos de distintos tipos con extrañas luces de colores. Cada recinto o caja térmica se halla aislado del resto y del frío exterior, estando debidamente calefaccionados. Vimos el hangar abovedado donde se almacenan el combustible para dos años de autonomía, en unos tanques de goma de 50.000 litros cada uno. La base cuenta con tres grandes generadores diesel de energía eléctrica. Vimos el hangar o taller mecánico donde se guardan varios Ratraks de nieve, tractores a oruga CAT, motos de nieve, motobombas de combustible, etc.
Charlo con una linda chica llamada Cindy, de Utah quien nos lleva junto con Geoff Sommer a la torre más alta de la base, en cuya cúspide hay una habitación con ventanales a los cuatro vientos. Sin preguntarlo ni que me lo digan, me doy cuenta de que la base está distribuida bajo conceptos netamente militares, pese a que hoy en día esta habitada mayoritariamente por científicos civiles. Cindy trabaja de lavaplatos en la cocina. Vino hace cuatro meses y se irá dentro de un par de semanas, cuando se cierre la temporada estival. En verano viven aquí 140 personas y en invierno quedan 28, mitad de cada sexo, todos los avituallamientos llegan desde Mac Murdoc, en el mar de Ross, vía aérea mediante aviones Hércules que vuelan prácticamente todos los días para aprovisionar la base con miras al invierno y llevarse basura y chatarra cumulada durante el tiempo en que esta era administrada por los militares norteamericanos. Una vez por año llega a Mac Murdoc un barco rompe hielos que aprovisiona con miles de toneladas de carga esta base que consta con un personal fijo de 1.000 personas.
El día se cubre de niebla por lo que esperamos para salir ya que en Patriot Hills las condiciones también están feas. Nos sacamos fotos en el Polo Sur y nos vamos a dormir. A las 3.30 hs. nos levantamos, ya que nos invitaron a dar una especie de conferencia, en el gimnasio, destinada a los habitantes de la base. Para ellos son las 19.30 hs. y acaban de terminar de trabajar. La charla es entretenida y hacen bastantes preguntas en inglés. Luego nos dirigimos, acompañados por los elementos más marchosos, a una de las barracas del campamento de verano que funciona como Pub. Me tomo una cerveza e inmediatamente me agarro una alegre borrachera. Me pongo a charlar con un señor mayor que bebe whisky que me cuenta que es el jefe del departamento de astronomía. También me explica las labores que están llevando a cabo. Son tareas de estudio muy interesantes en la continuación de un programa que prevee, para dentro de dos años, la construcción de un súper telescopio, muy potente, con el cual esperan ver el fin del universo. El científico observa mi aspecto, que debió ser un tanto lamentable, tras lo cual me pregunta si no tendría problemas en darme un baño, tras lo cual me muestra la sala de baños contigua a la barraca del Pub. Sin pensarlo dos veces me pego un baño de lujo con agua muy caliente en este espacio perfectamente calefaccionado. Desde el último habían pasado más de dos meses. Estando desnudo me noto un tanto flaco, tengo unos cinco kilogramos menos, pero que no cambia demasiado mi aspecto. Me encuentro bien y apenas me meto en el agua caliente, un agradable hormigueo en los pies y manos me revive estas extremidades que han sido severamente castigadas por el frío. Luego me voy a dormir a la tienda, totalmente relajado por el bañito. Me despierto a las 16.00 hs. y desayuno tranquilo. Viene Geoff anunciando la esperada partida hacia Patriot Hills. Desarmamos todo y metemos las cosas en un trineo y este dentro de otro. Viene Cindy a despedirse, trayendo de regalo una bolsa con fruta: naranjas, manzanas y ciruelas, pasteles y sándwiches, para el viaje. Realmente estas mujeres antárticas aparte de ser amorosas piensan en todos los detalles.
En la base hacen -36°C. Cargamos los trineos en la avioneta y nos apiñamos cada cual en su asiento. Siendo las 21.00 hs. despegamos y volamos sobre el meridiano 88° hacia el norte. El paisaje es inmenso, resultando realmente insignificante la dimensión humana. Viendo esta planicie infinita desde el aire, me parece aún más loca la idea de cruzar esta meseta caminando. Llegamos a Patriot Hills a las 2 de la mañana. Un banquete nos espera en la cocina-comedor. Ahora sí que me siento en casa. Nos acostamos como a las 7.00 hs AM. Pero no hay ningún problema, aquí es de día todo el día.
Sebastián de la Cruz en el Polo Sur, con el banderin del Club Andino Bariloche
TVE Conquista la Antártida
Un equipo de «Al filo de lo imposible» llega al centro del Polo Sur
Diario "EL MUNDO" España
Jueves 26 de Enero de 1995
MADRID
Dos reporteros del programa Al filo de lo imposible de TVE y cuatro miembros de la Escuela Militar de Montaña de Jaca han conseguido un hito histórico: ser los primeros españoles que llegan andando hasta el centro del Polo Sur.
LA EXPEDICION “SANTIAGO ARRIBAS”
Alcanzaron su objetivo, pocos minutos antes de las ocho de la tarde del martes, hora peninsular española.
El grupo integrado por los militares Francisco Soria, Benito Molina, Pedro Expósito y Francisco Gan y los reporteros José Carlos Tamayo y Sebastián de la Cruz partió hace dos meses hacia la Antártida y ha visto cumplido su sueño: llegar a pie a la base científica estadounidense Scott-Amundsen, situada en el Polo Sur geográfico.
Según informó ayer Televisión Española, los seis miembros de la expedición «Santiago Arribas» cubrieron el trayecto desde la costa antártica hasta el Polo Sur durante 55 días y han realizado 1.400 kilómetros de dura travesía a pie, tirando de un trineo con 80 kilos de peso, soportando temperaturas por debajo de los 20 grados bajo cero y un viento por encima de los 100 kilómetros por hora.
Días antes, el 11 de enero, subieron a la cumbre del monte Vinson, de 5.410 metros de altura, el más alto del continente antártico. Tras el regreso al campo-base, un grupo ascendió a la cima de dos montañas de 4.000 metros de altitud, que nunca habían sido escaladas, y abrieron una «vía de dificultad» en el monte Shin.
SERIE Y ESPECIALES
Estos aventureros han recorrido diariamente una media de 25 a 30 kilómetros y han cumplido su plan, ya que su propósito era llegar al centro del Polo Sur a finales del mes de enero.
De este viaje se realizará una serie de cuatro episodios y un programa especial para Televisión Española, pero aún la dirección de la cadena pública no ha decidido la fecha exacta de emisión.
La expedición «Santiago Arribas» contó con un presupuesto de 60 millones de pesetas. Su gesta tendrá una utilidad científica: estudiar las alteraciones que sufre el ojo humano tras estar expuesto durante dos meses a los rayos solares.
La idea de realizar este viaje nació de la Escuela Militar de Montaña de Jaca (dependiente del Ministerio de Defensa), que este año celebra el 50 aniversario de su creación.
Los integrantes y responsables del espacio Al filo de lo imposible destacan por su espíritu aventurero, por desafiar a la Naturaleza y por su pasión por el riesgo. Así, el pasado verano organizaron una expedición al Himalaya, para ascender a K-2, la segunda cumbre más alta del mundo después del Everest, en esa ocasión no pudieron ver culminado su propósito. Además, todo terminó en tragedia, ya que murió el montañero Juan Ignacio «Atxo» Apellaniz y resultó herido Juan José Sansebastián.
PREMIOS INTERNACIONALES
Los reportajes del programa Al filo de lo imposible siempre han logrado concitar la curiosidad de los telespectadores. Su labor también ha sido reconocida en diferentes certámenes internacionales de televisión. Su último premio, una medalla de plata otorgada en el Festival de New York, sirvió para destacar su trabajo «Banana Mango Mix»
Área Restauración Fotográfica del CCAM: Natalia Fernández Juárez