Primeras expediciones Arqueológicas de Alta Montaña en la Argentina
Segunda Parte
- Por Mathias Rebitsch-
Restauración Fotográfica: Centro Cultural Argentino de Montaña, Natalia Fernández Juárez
En esta segunda parte publicaremos las expediciones de 1961 y 1965
Texto de la Universidad Nacional de Cuyo (1966) sobre el informe sobre las cuatro expediciones argentino - austriaca de 1956, 1958, 1961 y 1965.
Traducción por Christian Federico Buohrucker, revisada por J. Schobinger
Construcciones en la cumbre del Llullaillaco, en primer plano la choza doble a la izquierda la protección contra el viento, a la derecha el sendero de entrada, al fondo la cumbre con la plataforma artificial, (ofrendatorio?).
Foto: Libro Santuarios Indigenas en Altas Cumbres Mathias Rebitsch
Ubicación del Volcán Llullaillaco (Salta) y el Volcán Galán (Catamarca), Argentina
La tercera expedición (1961). (Segunda expedición argentino-austríaca al Llullayaco)
El objetivo de esta nueva empresa común argentino-austríaca fue la continuación y finalización de las investigaciones (no terminadas en 1958) de antiguas construcciones indígenas en el Cerro Llullayaco (6.725 m), en la provincia de Salta. La empresa fue promovida de manera generosa, materialmente por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas e idealmente por la Federación Argentina de Ski y Andinismo (FASA), el Centro Andino de Buenos Aires (CABA) y por la Dirección de Fabricaciones Militares. En Austria, por el Ministerio Federal de Educación, el Gobierno Provincial de Tirol, la ciudad de Innsbruck, el Club Alpino Austríaco y por el Comité Olímpico Austríaco.
Luis Vigl y Gerardo Watzl en la tercera expedición al Llullaillaco. Foto: Colección Gerardo Watzl
El profesor Leonhard Franz, jefe del Instituto de Pre y Protohistoria de la Universidad de Innsbruck, la recomendó. La empresa austríaca "Steyr-Daimler-Puchwerke" proporcionó el pequeño automotor especializado "Haflinger".
Participantes: Mathias Rebitsch como jefe y Luis Vigl de Sankt Johann en Tirol, austríacos; Benjamín Dixon, Frank Memelsdorff, Ricardo Mendieta, Gerardo Watzl y su esposa Jacqueline Watzl, todos de Buenos Aires (CABA), argentinos.
Itinerario: De la estación ferroviaria Caipe (frente al volcán Socompa, en la frontera argentino-chilena) con automotores hasta la mina de azufre "La Casualidad" (4.100 m) y más allá hasta el pie oriental del Cerro Llullayacu. El campamento base se instaló a 5.050 m. (Sitio con agua pero sin pasto ni leña). Con el cargado "Haflinger" se alcanza una altura de 5860 m; el Campamento I se erige a 6.100 metros en la ladera noreste del Llullayacu.
El primer "ataque": Dura desde el 16 hasta el 29 de febrero de 1961. Durante un día Rebitsch y Vigl, y durante el siguiente los integrantes argentinos de la expedición y Rebitsch, con la pala liberan de nieve a las construcciones del "portezuelo" (6.550 m) tapadas por aquélla. Luego llegan a la misma capa helada, impenetrable a la pala, ante la cual Rebitsch tuvo que detenerse en 1958, después de cavar durante tres días. Para lograr a que dicha capa, ahora liberada del manto de nieve, sea fundida por la radiación debe esperarse hasta un período de tiempo bueno. Entretanto se acercan a su fin las vacaciones para los integrantes argentinos de la expedición, quienes deben regresar a Buenos Aires. También lo hace Vigl, quien ha enfermado.
Estación ferroviaria Caipe, expedición al Llullaillaco. Foto: Colección Gerardo Watzl
Luis Vigl en la estación ferroviaria con los petates de la expedición. Foto: Colección Gerardo Watzl
Segundo "ataque": Desde el 12 hasta el 18 de marzo: Rebitsch y el obrero de la mina "La Casualidad" Narciso Díaz (salteño), acostumbrado a la altura, continúan las excavaciones en una labor agotadora, esta vez equipados con pesados picos. Aquél debe superar una seria infección intestinal, después de haber consumido carne enlatada en mal estado. Ellos despejan hasta el piso la estancia principal ("habitación") de las "ruinas del portezuelo" a 6.550 m.
El conjunto de construcciones en este sitio está compuesto por:
1) Un muro circular angosto (pirca), antepuesto al "portezuelo" por el este, con restos de techumbre todavía parcialmente conservados, debajo de una saliente rocosa. Un puesto avanzado de observación Una "casilla de guardián"
2) Un círculo formado por piedras, en el filo del "portezuelo". En su centro, una losa de piedra plana cubre un montoncito de pastos secos, trocitos de excrementos de animales (de llamas o de vicuñas); se trata de un fogón abierto, preparado para encender rápidamente el fuego.
3) La construcción principal, compuesta por tres recintos, uno adosado al otro y separados por medio de muros de piedra unidos sin argamasa. El primero de éstos resultó ser un depósito de leña (hallazgos: un montón de leña). El segundo era el "cuarto de estar" verdadero, antiguamente techado- Sus medidas interiores son 2,50 m por 2,20 m. La muralla que mira hacia la montaña tiene por adentro una altura de 3 metros. La que da al valle es de 1 m de grosor en la base, y es doble, estando relleno el espacio intermedio con una masa de arena y pasto duro, impermeable al viento. El techo, ya derrumbado, está compuesto por "tablas" de madera de cacto. La viga o sostén principal, un delgado tronco, tiene casi 4 m de largo; el techo de madera estaba cubierto de una capa de pasto entretejido y además, afirmado con lajas chatas de piedra.
Vehículo "Haflinger" que acompaño la expedición; de fondo el Llullaillaco. Foto: Colección Gerardo Watzl
Vista del Volcán Llullaillaco. Foto: Colección Gerardo Watzl
Hallazgos efectuados en la habitación: En un fogón (círculo de piedras) leños semicarbonizados y restos de cerámica, carozos de fruta (la especie todavía no está determinada), una pequeña mazorca de maíz, una sandalia de pasto (ojota), un estera tejida de hierba y un pedazo de tela marrón oscuro, de tejido burdo. El piso está cubierto por una capa de pasto. Sin duda seres humanos se detenían aquí durante algún tiempo, en esta estación media del antiguo camino de subida.
En el tercer recinto adyacente se encontraron excrementos de llamas o vicuñas, y cordeles trenzados con pastos duros y lana. Estaba, según parece, solamente techado hasta la mitad y debe haber servido de corral.
Rebitsch explora a 5.750 m unas pircas y leña amontonada al lado de una charca de agua dulce junto a un bloque rocoso. Con esto se descubre también la allí supuesta "estación de partida" de la antigua ruta de subida. A continuación Rebitsch y Díaz escalan la rocosa cumbre principal del Llullayacu. En su punto más alto yace todavía un trozo de rama casi tan grueso como un muslo. En la ladera pedregosa, entre el "portezuelo" a 6.550 m y la zona de la cumbre, a 6.700 m, pueden reconocerse todavía en algunos lugares los restos de una angosta escalinata dispuesta en zig-zag, reforzada con pequeños y bajos muros, y algunos trozos de ramas encajados entre pedruscos. Se investigan construcciones nevadas en el lomo de la cumbre. Entonces fallan los calentadores. No pudiendo soportar durante más tiempo la tortura de la sed, debemos volver a "La Casualidad".
Campamento base de la expedición al Llullaillaco, 1961. Foto: Colección Gerardo Watzl
Mathias Rebitsch y Jacqueline Watzl en el campamento de la expedición al Llullaillaco. Foto: Colección Gerardo Watzl
Tercer "ataque": Desde el 29/3 hasta el 4/4/61; Rebitsch y Díaz terminan la excavación en el tercer recinto (corral) de las "ruinas del portezuelo". La cumbre principal es escalada por ellos por tercera vez. Luego vuelven a investigar las construcciones en el lomo de la cumbre (6.700 m), ya conocidas por Rudel/Dangl y desde nuestra expedición de 1958.
Se trata de:
1) La "choza doble redonda", vale decir dos pircas circulares, apenas del alto de un hombre, adosadas, con entradas y la techumbre todavía parcialmente conservada. En ambas piezas interiores solo se encuentran restos de leña. Sin duda, estas pircas a 6.700 m sirvieron en un tiempo a los hombres de refugio, a pesar de toda su primitividad. En un arco de bloques dispersos, que los rodea por el lado oeste, debe reconocerse probablemente el resto de un antiguo muro protector, erigido contra el ventarrón que arremete constantemente desde el oeste. Hacia el este se encuentran antepuestas a las "chozas dobles redondas", dos filas casi paralelas de grandes piedras. Podría tratarse de un muro protector hacia el este. Parecen iniciar un "pasaje" hacia las rocas de la cima.
2) Los dos semicírculos adosados de piedras superpuestas, situado 25 m al norte de la "choza doble redonda". Hallazgos: leños semicarbonizados. Quizás estos dos muros semicirculares, bajos, abiertos hacia el este, estaban destinados a ser puestos de comunicaciones por medio de señales de humo y fuego.
Gerardo Watzl y Luis Vigl en la tercera expedición al Llullaillaco. Foto: Colección Gerardo Watzl
3) Rebitsch y Díaz escalan, por el lomo adyacente que se eleva con suavidad hacia el N. y N. O., la cima lateral del Llullayacu (6.710 m). Sobre su lado occidental encuentran otra pirca circular con varios leños: un puesto para señales de fuego, con la libre visión del vecino Cerro Chuchulay, de 5.472 m. a 13 km de distancia. (Obreros de "La Casualidad" afirmaron haber descubierto, en esta cumbre, estructuras de piedra y leña).
4) Inmediatamente por debajo de la "cima" hay almacenado, protegido contra el viento, más de 1 m3 de leña (ramas secas).
5) El punto más alto de la "cima" plana lo constituye una plataforma cuadrangular y horizontal, erigida por mano humana, rodeada por muros de 0,50 m de alto. Están ya bastante derruidos por el viento, pero son claramente reconocibles como muros artificiales. Superpuestos a la plataforma hay un cuadrángulo menor, redondeado, de piedra. Debajo de sus losas pudimos extraer pastos carbonizados, un fragmento de cerámica y un trozo de paño finamente tejido, con decoración multicolor. La tormenta, el frío inaguantable y el peligro de congelamiento obligan al descenso.
Construcciones indígenas. Expedición al Volcán Llullaillaco, 1961. Foto: Colección Gerardo Watzl
Pero la tarea en el Llullayacu está cumplida en lo principal: porque de estos hallazgos sobre la plataforma, erigida en forma de altar, a 6.710 m de altura, puede concluirse que ésta servía de lugar de sacrificio ("mayor cercanía al Sol"...). ¿Cuál habría sido su función, de no ser así?
La profesora María Delia Millán de Palavecino examinó el resto de tejido de la plataforma y confirmó su origen incaico. De lo cual puede inferirse que las construcciones en el Cerro Llullayacu fueron ocupadas bajo el dominio de los Incas, por lo menos temporalmente, por seres humanos que en determinados días del año (?) ofrecían en la plataforma ("altar") sacrificios a la divinidad solar (?). Quizá el "destacamento" — que probablemente debía ser relevado por turnos — también tenía que mantener continuamente encendido el fuego en la "doble choza redonda" (y en el "portezuelo"), y prestar atención a las señales de humo y fuego de las montañas vecinas para retransmitirlas (???). De ser cierta esta suposición, debería encontrarse en un cerro vecino, a distancia visible desde el "puesto de señales" (semicírculo doble, 6.700 m), una "estación opuesta". Esto parecería cumplirse en el Cerro Chuchulay (a 13 km. de distancia). También en el Cerro Socompa a 6.100 m, en el ángulo de visión hacia el noreste, se encuentra una construcción correspondiente: pirca circular y montón de leña (según informe del Dr. Dangl). Pero está a 47 km del Llullayacu. Lo mismo ocurre en el Cerro Tebenquicho (5.800 m), junto a la Salina de Antofalla, hacia el sureste, pero a mayor distancia aún (107 km; explorado, como vimos, en 1958). De las elevaciones intermedias todavía no se sabe si ya fueron escaladas (a excepción del Cerro Chuchulay) o si tienen construcciones de piedra. Una serie de cerros elevados deberían ser investigados en busca de posibles "puestos de señales", partiendo del Llullayacu en dirección a la costa chilena, y por el este hacia el Valle Calchaquí. Con esto se podría comprobar la existencia de una red de puestos de señales incaica, que comunicaría a través de las montañas atacameñas el "camino real del Inca" de la costa con el de la Cordillera. No hay noticias de que los incas hubieran trazado un camino de conexión a través de la Puna de Atacama. Por necesidades militares debía haber existido alguna red de puestos de señales, siquiera elemental, entre estas dos arterias principales del imperio incaico. ¿Quizás jugaron tal papel en la transmisión de señales las montañas de la Puna de Atacama, que podían ser escaladas por indios carentes de equipo técnico especial (es decir piquetas, sogas y grampones), y sobre cuyas cumbres carentes de glaciares era posible construir instalaciones permanentes? Parece haber una razón para estas reflexiones, pero por el momento hay más razones en contra, cuando se piensa qué gigantesca y complicada organización hubiera sido necesaria para ello en este enorme desierto montañoso de la Puna de Atacama- Además, un sistema de comunicaciones por medio de fuego y humo habría sido dificultado por las condiciones climáticas, especialmente durante el día.
Gerardo y Jacqueline Watzl en el Llullaillaco. Foto: Colección Gerardo Watzl
Los trabajos de excavación en el Llullayacu, con su continuo y agotador transporte de grandes pesos, estando nosotros apunados (mal de altura), azotados por las tormentas y el viento helado, sólo pudieron ser efectuados con nuestros esfuerzos más extremos.
Cabe destacar la perseverancia y el buen ánimo con los cuales Narciso Díaz trabajó a tan gran altura con las pesadas herramientas de excavación. Él contribuyó considerablemente al éxito final de la expedición de 1961.
Los hallazgos reunidos fueron entregados al Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires.
La cuarta expedición (1965)
Objetivo de esta nueva expedición argentino-austríaca a la Puna de Atacama, fue la búsqueda de antiguas construcciones indígenas sobre altas cumbres en los alrededores del cerro Ojos del Salado y del Paso de San Francisco. Además, investigar estas construcciones y entregar hallazgos eventuales a los institutos científicos argentinos correspondientes, con explicaciones y material fotográfico para su posterior valoración. La expedición fue muy perjudicada por las condiciones climáticas extraordinariamente malas de este año ("Año del Niño"), traducidas en fuertes nevadas y tormentas en la Cordillera.
La circunferencia de piedras en la cumbre del Peinado.
Foto: Libro Santuarios Indigenas en Altas Cumbres Mathias Rebitsch
Integrantes: Mathias Rebitsch como jefe; y Benjamín Dixon, Sergio y Joan Domicelj, de Buenos Aires, argentinos. Arrieros: Juan Reales y su hijo Gilberto, de Fiambalá; Víctor Carrizo, de Palo Blanco. El matrimonio sueco, Anders y Verena Bolinder, participaron sólo en la primera parte de la expedición, sin escalar ninguna cumbre.
La empresa fue promovida muy efectivamente, de parte argentina, por la Gendarmería Nacional, la Federación Argentina de Ski y Andinismo (FASA) y por el Centro Andino Buenos Aires (CABA). En Austria, entre otros, por el Ministerio Federal de Educación, el Gobierno Provincial de Tirol y la ciudad de Innsbruck. La empresa fue recomendada también por el profesor Dr. Juan Schobinger, director del Instituto de Arqueología y Etnología de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza), y por el profesor Leonhard Franz, Director del Instituto de Pre y Protohistoria de la Universidad de Innsbruck.
Desde Fiambalá (provincia de Catamarca, departamento de Tinogasta) partió la expedición a principios de febrero de 1965, pasando por Cazadero Grande (3500 m) y por el Paso del Portillo (5050 m) hasta llegar a la Vega Laguna Tres Quebradas (4100 m), erigiendo allí su campamento principal (al sur del Ojos del Salado).
Como Bolinder se sentía enfermo, Sergio Domicelj escaló solo, después de una tormenta de nieve huracanada, la cima norte del Cerro de los Patos (5960). Su esposa Joan lo acompañó hasta los 5600 m. Esa cima fue así escalada por primera vez, pero no se encontró ninguna estructura de piedra. La expedición polaca a la Puna de Atacama de 1937 había encontrado en la cumbre principal del Cerro de los Patos (6250) una pirca circular, pero no había llevado herramientas de excavación. A causa de las masas de nieve fue imposible a Domicelj, por sí solo —a pesar de grandes esfuerzos de varios días—, alcanzar la cumbre principal e investigar la pirca circular que allí existe.
El triple conjunto de construcciones adosadas en el portezuelo del Llullaillaco, al fondo la habitación, al fondo arriba a la izquierda el corral. Foto: Libro Santuarios Indigenas en Altas Cumbres Mathias Rebitsch
Detalle de la habitación, con las maderas del techo coido, en el Lullaillaco.
Foto: Libro Santuarios Indigenas en Altas Cumbres Mathias Rebitsch
Mientras tanto, Dixon y Rebitsch escalaron, bajo malas condiciones climáticas, el Cerro Azufre (Copiapó) de 6080 m situado en territorio chileno al este de la ciudad de Copiapó. La expedición polaca había conquistado en 1937 también esta aislada cumbre volcánica, situada algo hacia el oeste de la cordillera principal de los Andes, y para su sorpresa había encontrado pircas. Por falta de tiempo, y herramientas adecuadas, no pudieron realizar ninguna excavación. Por desgracia también se perdió la mayor parte de su material fotográfico en los años de guerra siguientes, y los extraordinarios éxitos de esta expedición polaca a la Puna de Atacama tampoco encontraron la estimación pública que hubieran merecido.
Durante tres días permanecieron Dixon y el que escribe en la zona de la cumbre del Cerro Azufre. Allí encontramos antiguas construcciones indígenas, de una magnitud hasta ahora desconocida a tal altura:
1) Una terraza colgante horizontal, muy derruida, de 1,50 m de ancho y de 10 m de largo, con saledizos en forma de "bastión" en ambos extremos. Hallazgos: pastos duros entre las piedras de los muros (material para encender fuego?).
2) Una plataforma con muros de soporte, la cual sobresale horizontalmente a corto trecho debajo del filo angosto y rocoso de la cumbre (por el lado este) y que la corona también por el oeste en forma de "terrado". La plataforma tiene 10 m de largo y en su parte más ancha mide 4 m. El muro circundante, construido con relativa exactitud, compuesto por piedras sin labrar unidas sin argamasa, tiene en algunos puntos más de 3 metros de alto. (Uno de los pesados bloques mide 1 m de largo por 0,35 m de espesor). La superficie de la plataforma está cubierta por toscas losas. Hallazgos: Pasto seco y restos de leña. Los polacos encontraron en 1937 restos de huesos semicarbonizados y leños.
Pircas y leña en la cumbre del cerro Tebenquicho. Foto: Libro Santuarios Indigenas en Altas Cumbres Mathias Rebitsch
Cerro Azufre: lado este de la pared de la plataforma horizontal ( largo 10,50 m).
Foto: Libro Santuarios Indigenas en Altas Cumbres Mathias Rebitsch
Cerro Azufre: lado noreste de la pared que rodea la plataforma , a la izquierda abajo, restos de la terraza colgante.
Foto: Libro Santuarios Indigenas en Altas Cumbres Mathias Rebitsch
Sólo pudimos realizar una excavación de cierta profundidad junto al "bastión" norte, ya parcialmente derrumbado, de la terraza colgante. Ésta en gran parte ya se ha derrumbado deslizándose por la ladera empinada y cubierta de nieve. En lo demás tuvimos que conformarnos con una investigación más superficial, aunque exhaustiva, del complejo total. A consecuencia de las continuas nevadas y del frío, los muros y la capa superior de la plataforma se habían congelado como piedra. Por lo tanto nos fue imposible, entre dos, penetrar desde arriba en el núcleo de la masa de los escombros y explorar su eventual contenido, sin dañar los muros. (Por ejemplo, desgarrando y provocando el derrumbe por su base, del muro circundante en la ladera que da al valle. Probablemente la masa de escombros debajo de la capa congelada se habría deslizado detrás, y habría descubierto su "contenido").
Por lo tanto, por el momento sólo puede afirmarse acerca de estas construcciones en la cumbre del Cerro Azufre a 6080 m de altura, que según toda probabilidad servían a finalidades de culto. Para su erección eran necesarias —¿junto a las fuerzas de la fe?— también un orden inflexible y una organización, de las cuales suponemos que solamente los Incas habían sido capaces.
El cerro El Peinado (5.740 mts.). Foto: Libro Santuarios Indigenas en Altas Cumbres Mathias Rebitsch
Muro semi circular (Cerro El Peinado). Foto: Libro Santuarios Indigenas en Altas Cumbres Mathias Rebitsch
La segunda parte de la expedición fue realizada solamente por Re-bitsch y el matrimonio Domicelj con el sobresaliente baqueano Juan Reales y el hijo de éste, Gilberto. Su área de operaciones fue la región del Paso de San Francisco. Sergio Domicelj y el que escribe escalaron por primera vez el Cerro Dos Conos (5860) situado directamente junto al paso. No encuentran estructuras de piedra. Luego escalan el Cerro El Peinado (5740 m). Ya al pie de la montaña se encuentran restos de cerámica (con decoración sencilla, de tipo no incaico según el profesor Menghin), y al pie de la cumbre algunos trozos de leña, encajados entre bloques rocosos. En el borde del cráter de este volcán de estructura típica, extraordinariamente empinado y difícil de alcanzar en medio de un total desierto montañoso, descubrieron:
1) Un anillo de piedras dispuesto sobre el piso pedregoso (diámetro: 1,10 m), con un resto de leña semicarbonizada.
2) Un muro en forma de arco, derruido por el viento, de 6 m de largo y 60 cm de alto, con unos pocos haces de pasto duros. ¿Lugar de sacrificio?
3) Apoyado en un bloque rocoso, un pequeño muro rectangular de 1,80 m por 2 m y 0,60 m de altura, con indicios de peldaños. Hallazgos: pastos duros, restos de leña- ¿Se trata de un refugio para protegerse del viento, originariamente techado?
4) Una losa de piedra de 1,40 m de alto, erigida verticalmente, afirmada con bloques y terminada en punta.
La parte más profunda del cono del cráter, parcialmente cubierto con azufre, lo ocupa una pequeña laguna, de aproximadamente 5 m de diámetro.
También estas construcciones en la cumbre del Cerro El Peinado, en su conjunto, indican que los indios tuvieron aquí un lugar de culto.
Cabe agregar que 15 Km al norte del Cerro El Peinado existe, en una hoya protegida del viento, una laguna habitada por flamingos con un poco de agua algo estancada, pero todavía potable, con un borde de pasto duro; en las inmediaciones hay fuentes termales y pircas en ruinas. Allí a 3500 m se instaló el campamento base de la expedición.
Los hallazgos fueron entregados en Buenos Aires al profesor Dr. Osvaldo Menghin.
Muro apoyado en un bloque rocoso (Cerro El Peinado). Foto: Libro Santuarios Indigenas en Altas Cumbres Mathias Rebitsch
Cerro Azufre o Copiapo (6.080 mts). Foto: Libro Santuarios Indigenas en Altas Cumbres Mathias Rebitsch
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- El pueblo fantasma de la famosa mina azufrera La Casualidad, Provincia de Salta
Área Restauración Fotográfica del CCAM: Natalia Fernández Juárez
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