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El Primer Argentino en llegar a la cima del Aconcagua
- Por José Herminio Hernández, Coronel (RE) -
Restauración Fotográfica: Centro Cultural Argentino de Montaña, Natalia Fernández Juárez
Nació en la ciudad de Mendoza, siendo las ocho de la mañana del 20 de septiembre de 1907; sus padres don Eustaquio Plantamura, de profesión mecánico, y doña Dominga Tambone, ama de casa, ambos de origen italiano, sus abuelos paternos don Carlos Plantamura y doña Constantina Losavio, de nacionalidad italiana y sus abuelos maternos don Miguel Tambone y doña Lucia Turci, del mismo origen que sus abuelos paternos, pero residentes en Buenos Aires.
Desde muy joven manifestó su afecto a la actividad andina y el deseo de ser militar, ingresando al Colegio Militar de la Nación, el 19 de marzo de 1926 y egresando como subteniente del arma de Infantería, el 22 de diciembre de 1928.
Anselmi, Lance Ortiz y Nicolas Plantamura, 1934
Su primer destino, en el corazón de la República, la provincia de Tucumán, fue el Regimiento de Infantería 19; luego de un año de servicio fue trasladado a la unidad militar que tanto ansiaba ir, el Regimiento de Infantería de Montaña 16, Cazadores de los Andes, unidad que estuvo ligado a sus sentimientos durante toda su vida.
El 31 de diciembre de 1931, ascendió a Teniente; para entonces sus superiores, compañeros y subalternos, reconocían sus virtudes, especialmente su humildad, hombría de bien y su inclinación por las actividades de montaña.
Sus innumerables ascensiones, reconocimientos y trabajos en la montaña mendocina, lo acreditaron como un profesional altamente eficiente y conductor nato de tropas de la especialidad. Fue enviado con un grupo de soldados y suboficiales a iniciar los trabajos de construcción del Refugio General San Martín, en Puente del Inca, el que luego de unos años, dieciocho para ser más exacto, se convirtió en Compañía de Esquiadores de Montaña 8.
Recordemos que en ese tiempo, el Regimiento de infantería de Montaña 16, su asiento de paz era la ciudad de Mendoza, en las actuales instalaciones del Liceo Militar General Espejo, es decir, que cada vez que se trasladaba su gente y el ganado para realizar las tareas en Puente del Inca, debía tener las previsiones logísticas necesarias para no olvidarse de nada, dado el escaso movimiento de vehículos y las rudimentarias rutas que unían ambas localidades y la imposibilidad de poder solucionar cualquiera necesidad en el lugar.
Impulsor de las tareas en la montaña fue sin lugar a dudas su jefe de regimiento, quien ya en el año 1928, luego de hacerse cargo del regimiento como jefe, programa el primer curso de esquí, realizado no solo para militares, sino también para civiles, siendo también, el primero que se hizo en la provincia de Mendoza.
Edelmiro J. Farrell, a finales del año 1929, autorizó y apoyó el primer intento hacia el Coloso de América, a un grupo integrante de la unidad, entre ellos, los entonces los Tenientes Hernán Pujato y Roberto Nazar, los Cabos Primero Carlos Torres y Oscar Suarez y los soldados Mauricio Silva y Amadeo Canle, quienes conformaron una expedición andinistica puramente intuitiva, sin preparación a fondo y sin datos bibliográficos y desconociendo las observaciones recogidas por los grandes precursores del Aconcagua, tales como Güssfeldt, Habel, Fitz Gerald, Conway, etc., entre otros.
Pared Oeste del cerro Aconcagua
Cerro Aconcagua, Paso de los Contrabandistas
Esa fue una lucha desigual ante el coloso, pero en esta unidad militar, luego de este bautismo en la montaña, se empezó a respirar el desafío en su gente para intentar su conquista.
En la época de Farrell, por su propuesta, se comenzaron a edificar los primeros refugios de montaña en la región de los Andes mendocinos, cuyo objetivo era permitir apoyarse en estos, para desarrollar las actividades de entrenamiento, instrucción y reconocimiento en la zona, más, poder tener un control por la vía principal de comunicación hacia el país vecino, apoyando además, a los pobladores de la zona y a aquellos que transitaban hacia Chile.
En el año 1932, y luego de llevar adelante el desarrollo de los cinco primeros cursos de esquí en Puente del Inca, primeros cursos dictados en la provincia de Mendoza, por el entonces Teniente Coronel Edelmiro Julián Farrell, se comenzó a realizar la construcción del refugio militar San Martín, actual casino de oficiales del la Compañía de Cazadores de Montaña 8, y uno de los responsables de esta loable tarea e integrante del grupo que lo llevaba a cabo fue el entonces Teniente Nicolás Plantamura.
En sus descansos y fines de semana cuando hacían un alto en las actividades, este joven oficial, lo utilizaba para hacer su experiencia en la montaña y realizar sus reconocimiento del laberinto de ingreso al Aconcagua, el cual, lo había dejado prendado la primera vez que lo divisó desde la lejana entrada que permite acercarse a su base, la Laguna de Horcones.
Conocía el lugar y los rudimentos de las actividades andinas, promovidas por su jefe, activo propulsor y pionero de estas actividades en nuestro país, a él se le debe la organización de la primera unidad de montaña del Ejército Argentino, y fue quien introdujo las técnicas y material de montaña, que se usaban en Europa, más precisamente en Italia, donde había realizado su capacitación y había experimentado el uso del material para el personal y el atalaje necesario para el ganado mular.
General Nicolás Plantamura
Raymundo Luna Rangel, Teniente Coronel Nicolás Plantamura y García Juárez, año 1948, expedición mexicana al Aconcagua
Previo a ascender el Coloso de América, se preparó concienzudamente, y en el trabajo de gabinete ordenado por su Jefe de Regimiento y elevado a éste, luego de coronar su cima, el entonces Teniente Plantamura, nos describía de esta forma:
El entrenamiento previo practicado, fue iniciado en Puente del Inca, consiguiendo aclimatarme en ese lugar y empezando luego a practicar simples ascensiones a cerros que no se elevaban de ese, lugar a más de 1.000 metros de altura y a medida que a mi personal observación me lo aconsejaba fui pensando en alturas mayores, a efecto de comprobar mi estado físico; así fue, el día 6 de febrero, me dirigí con el señor J. W. Lance Ortiz, compañero de empresa hasta el cerro de Los Gemelos, donde practicamos su ascensión hasta los 4.500 metros de altura, sin no haber podido continuar porque no creíamos conveniente acelerar nuestros esfuerzos; pero desde ese preciso lugar observamos el cerro de Los Almacenes, de 5.100 metros y pensamos en ascenderlo la semana siguiente, lo que hicimos entre los días 11 y 12 del mismo mes, llegando a su cima con éxito y bajando de su cumbre las tarjetas dejada en el año 1.925, por los señores Ryan, Mc Donald y Cochrane. Durante los días subsiguientes continuamos con un descansado entrenamiento, hasta que decidimos hacer nuestro real esfuerzo de comprobación, dirigiéndonos al cerro Tolosa, de 5.350 metros de altura, el cual ascendimos entre los días 17 y 18 del mismo mes, también con un feliz resultado, de cuya cumbre bajamos la tarjeta dejada en el año 1909, por el doctor Stuar Permington y dos acompañantes. Después de haber obtenido estos resultados, comprendimos que nuestro estado físico permitía intentar la ascensión al cerro Aconcagua.
Ya en Puente de Inca, los tres andinistas, Nicolás Plantamura, J. W. Lance Ortiz y Carlos Anselmi, iniciaron los preparativos para intentar coronar la tan ansiada conquista de la cima del Aconcagua, nos relataba el entonces Teniente, en su trabajo mencionado anteriormente:
Esta tentativa la llevamos a cabo, partiendo desde Puente del Inca, a lomo de mula, el día 26 de febrero, a las 11 de la mañana, llevando todos los elementos que de acuerdo a nuestra apreciación consideramos necesarios, internándonos en la Quebrada de Horcones y habiendo llegado a las 21 horas a nuestro campamento principal en el nacimiento del río Horcones; en ese lugar tuvimos oportunidad de conocernos con los alpinistas italianos, que con las mismas aspiraciones habían llegado a ese lugar dos días antes que nosotros y desde donde todos de común acuerdo decidimos continuar juntos la ascensión.
En Puente del Inca, Aconcagua. Foto: Argentina Mountains Troops
Cabo Gimenez, Néstor Antunez, Dr. Albrech, Edgar Depetris, Dra. Albrech, Grl. Plantamura, Ema de Drillet y Gastón Driollet, 1965
Ghiglione, Lance Ortiz, Anselmi, los hermanos Ceresa, Reanto Chabod y Plantamura. 1934, detras del Hotel, Aconcagua
Al día siguiente, el 27 de febrero, a las 13 horas, continuamos la ascensión a lomo de mula dejando instalada nuestra carpa grande en el campamento principal y en ella, todos los elementos que no nos eran indispensables.
Llevamos con nosotros las carpas chicas, a efecto de colocarlas en el último campamento que pensábamos instalar a los 5.800 metros.
Esta parte de la subida se nos presentó con pocas variantes en sus características; encontrábamos ya los faldones de nieve, con largas y cansadoras pendientes de acarreo que con mucha paciencia nos fue posible cruzar montados, gracias a las excelentes condiciones de las mulas que llevábamos y al cuidadoso manejo que pudimos hacer, haciéndolas subir lentamente y en pronunciados zig-zag.
Llegamos por fin a los 5.800 metros de altura, donde los animales se encontraban extremadamente atacados por los efectos de la altura, resistiéndose a continuar.
En este lugar, establecimos nuestro último campamento con las carpas chicas que llevábamos, luego, mandamos de vuelta los animales, que bajaron hasta la pequeña vega que existe en el valle del río Horcones, con orden de estar de regreso dos días después, debiendo dejar cuatro mulas en el campamento principal.
Nuestra intensión era continuar de inmediato la ascensión, por cuanto habíamos elegido los días de luna llena y aprovecharíamos la claridad de la noche; así fue que continuamos lentamente, dejando nuestras carpas instaladas para el regreso y que nos permitiera tener todo listo para descansar.
El equipo que llevábamos era lo más liviano posible, un termo de té caliente, un poco de chocolate, galletas para alimentarnos en el trayecto, una linterna y un par de grampones articulados, todo esto era el contenido de nuestras mochilas de viaje.
Ya en camino comenzamos a sentir también nosotros los síntomas de la altura, que se manifestó con dolores de cabeza, debilidad en todo el cuerpo y vómitos, pero, a pesar de todo pudimos continuar nuestro ascenso, logrando llegar a los 6.200 metros, en donde una espesa nube cerró por completo la cumbre del cerro y un terrible viento se desencadenó, imposibilitándonos continua.
Por momentos era tan fuerte las ráfagas, que no nos podíamos mantenernos de pie; fue entonces, que comprendimos que había llegado el fin de nuestra empresa y de común acuerdo decidimos regresar con todas las precauciones, pero desde ese momento con la idea de volver a intentarlo, pues las esperanzas no se habían desvanecido.
Anselmi, Plantamura y Lance Ortiz. Febrero de 1934, Aconcagua
El cuerpo de Juan Stepanekfue encontrado en el gran acarreo del cerro Aconcagua
Bajamos hasta nuestras carpas de altura, donde pernoctamos los que pudieron, dado que la mayoría estuvimos descompuestos, con vómito y sin alimentarnos, hasta que llegó la mañana tan ansiada, en que subieron los animales conducido por el arriero, que tenía dicha orden; cargamos entonces todo nuestro equipo en los animales y nos replegamos lentamente, con nuestros físicos bastantes afectados por la noche, que habíamos pasado a esa altura.
Llegamos a nuestro campamento principal ya en mejores condiciones y más tarde nos fuimos de regreso a Puente del Inca, a efectos de proporcionarnos el descanso y la recuperación física que tanta falta nos hacía.
Repuestos ya completamente y llenos de grandes ilusiones y nuevas esperanzas, volvimos a partir conjuntamente con los alpinistas italianos desde Puente del Inca, en dirección del cerro Aconcagua, el día 6 de marzo, en horas de la mañana, teniendo que lamentar la ausencia de mis compañeros, los señores Lance Ortiz y Carlos Anselmi, que por razones completamente ajenas a su voluntad tuvieron que desistir de esa empresa.
Realizaron nuevamente su aproximación hacia los murallones del Centinela de Piedra, por la ruta Norte o Normal; los expedicionarios, entre ellos, un grupo de italianos, un argentino y un chileno, compartiendo la esperanza y esta dura tarea de intentar por segunda vez llegar a coronar la cima.
Siguiendo el mismo recorrido de la vez anterior, nos contaba Plantamura, llegamos nuevamente a nuestro campamento principal donde pasamos esa noche bien alimentados y pudiendo dormir relativamente cómodos, todos en la carpa grande.
Al día siguiente, 7 de marzo, por la mañana, pensamos en la conveniencia de llevar a cabo la ascensión, de manera de estar expuestos el menor tiempo posible a los efectos de la altura teniendo en cuenta la experiencia anterior; convencidos de ello, continuamos la ascensión a las 12 horas, en igual forma que la primera vez, hasta llegar de nuevo al último campamento, que lo establecimos en la misma altura que la anterior, y al reparo de grandes rocas salientes de cerro.
Armamos nuestras carpas y nos dedicamos a realizar el estudio de las características del cerro, a fin de convenir por donde debíamos encararlo, siguiendo las características del terreno y observando las mismas, para no perder la orientación durante la noche, esta vez ya completamente a oscuras, por cuanto había pasado la luna llena.
Al mismo tiempo, pensábamos en la necesidad de llegar a la cumbre, caso de ir con más suerte, en horas del medio día, entre las doce y catorce horas, para bajar al campamento de altura con horas de luz; por ello, convenimos salir a las 22.30 horas, calculando unas catorce o quince horas, el tiempo a emplear para poder llegar a la cima.
Así fue que, llegada la hora indicada partimos sin haber comido nada, por cuanto el estómago no aceptaba ningún alimento, llevando en nuestras mochilas de viaje el termo con té, una botellita de bebida fuerte cada uno, chocolate, galletas que al fin no pudimos comer y en la mía particularmente, iba también la bandera que pensaba dejar como recuerdo en la cumbre del cerro; en el cinturón de cada uno, habíamos colocado una linterna, para poder alumbrarnos al caminar.
Así lentamente empezamos por segunda vez la marcha, ignorando el fin que nos esperaba, tropezando desde muy pronto con una serie de inconvenientes, la altura que nos atacaba, el intenso frío reinante, que llegó esa noche a los cuarenta grados bajo cero, el viento que por ciertos momentos tomó una violencia tremenda y la oscuridad de la noche. Tratamos de seguir siempre recostándonos sobre el gran cordón de roca, que llega a la altura de 6.600 metros aproximadamente, buscando con esto, evitar en lo posible el tener que caminar por esas largas y penosas pendientes de acarreos que desgastan enormemente el físico de una persona.
El 8 de marzo a la madrugada, las silenciosas figuras son caladas hasta los huesos por el intenso viento frío, la puna agobiaba a los caminantes; son las cinco de la madrugada, Renato Chabod, jefe de los expedicionarios italianos, ha tomado la precaución de salir temprano para volver con luz; pero ante el intenso frío reinante y al reparo de los peñones, los ascensionistas iniciaron una larga detención, casi dos horas y media. El propio Renato Chabod, nos narraba este momento:
…Casi llorando por un poco de sol, inseparablemente cortejados por el frío y el viento; son las 7 y 30 horas, el sol aportó finalmente el acicate de su lumbre, al influjo del éxito cercano, la expedición gana palmo a palmo el terreno.
Plaza de Mulas del Aconcagua cuando todavia no estaba construido el refugio
Valle de Horcones superior del Aconcagua
Y el relato del entonces Teniente Plantamura, nos describe estos momentos:
...Llegando a esta altura la marcha se hizo extremadamente más lenta, no pudiendo darse más que tres o cuatro pasos sin que uno deba tomarse un respiro para poder recuperar la respiración; pero viendo ya los tramos finales, nos encaminamos hacia la altura más alta, donde al final pudimos observar el verdadero fin del cerro. Llenos entonces, de una profunda satisfacción nos reunimos todos y juntos nos acercamos a la última roca donde nuestro altímetro registraba la marca de 7.040 metros sobre el nivel del mar, sintiendo en ese instante la más grande emoción que pueda ser imaginada.
Eran las trece horas, del día 8 de marzo de 1934, corría en la cumbre un fuerte aunque soportable viento y el frío se hacía sentir a pesar de lo abrigado que íbamos.
Finalmente, culminó en triunfo esta destacada aventura, son las trece horas y las banderas de Argentina y la tricolor italiana fueron depositadas en una lata; la bandera italiana, había sido confeccionadas para la expedición, con una leyenda que decía, CAI, Sez. Torino - Crociera alle Ande – 1934 – XII. Fueron depositados en la cumbre, atestiguando la victoria, por su parte el Teniente Plantamura dejó constancia en su escrito sobre la actividad en la cumbre del cerro al depositar su testimonio:
De inmediato mis compañeros italianos sacaron una pequeña bandera italiana, la que colocaron junto a una piqueta que dejaron de recuerdo; y yo, haciendo otro tanto con nuestra gran insigne nacional, que cuidadosamente acondicionada había llevado hasta la cima, la deje como constancia de que nuestra Patria, por intermedio de uno de sus hijos, se ha hecho presente en la más elevada cima de su tierra y de América toda.
Una intensa emoción había paralizado por un momento, a los hombres de tres naciones, de Italia, Renato Chabod, Pablo Ceresa, Esteban Ceresa, Piero Ghiglione, de Chile, el arriero Mariano Pasten Castro y por la Argentina, el Teniente Nicolás Plantamura. Siguiendo el relato de Plantamura, nos decía:
Asombrados por el imponente espectáculo que presentaba a nuestra vista ese gran mar de montañas que nos rodeaba, nos detuvimos a observarlo un instante, pudiendo descubrir desde allí, hasta los reflejos del Océano Pacífico y con un profundo placer del éxito obtenido, luego, debimos iniciar pronto el regreso por cuanto a esa altura se hace muy penosa la existencia.
Cumplida ya nuestra empresa hasta el máximo que podíamos ambicionar, iniciamos el descenso a las trece horas y treinta y cinco minutos, una vez llegado a la primera pendiente del acarreo, nos separamos con uno de los italianos, Pablo Ceresa, siguiendo nuestro descenso por dicha pendiente, mientras los otros lo hacían por la misma ruta de ascenso. Continuamos en esta forma hasta que llegó el momento en que se nos terminó la mencionada pendiente del acarreo (La Canaleta) y nos encontramos con una nueva gran pendiente (El Gran Acarreo), completamente helada que exigió de nuestra parte, mucha prudencia, cuando de improviso nos vimos con un cadáver a nuestros pies; nos detuvimos un instante el cuerpo estaba tapado por el hielo hasta la cintura, lo descubrimos y notamos que estaba íntegro, pero quemado por el frío, completamente congelado. Pensando luego, en la forma en que el infortunado explorador, que resultó ser el señor Parker, desaparecido en el año 1925, (no existe ningún dato sobre el nombre que menciona, creo que el infortunado montañés era Stepanek, el cual, fue ubicado posteriormente y bajado), llegamos a la conclusión de que se desorientó en el cerro, al haber sido sorprendido posiblemente por un temporal, caminó en busca de salvación hasta que agotadas sus fuerzas y dominado por el cansancio y el frío, se recostó, quedándose dormido e insensible, pasando del sueño a la muerte.
Retrato del General Nicolás Plantamura. Pintura: Profesora Adriana Scarso, Universidad del Salvador
Imposible nos resultó pretender bajarlo, por cuanto se encuentra en una brusca pendiente, que como dije anteriormente dificulta hasta el simple tránsito de una persona. Continuamos entonces nuestro camino, consiguiendo llegar al campamento de los 5.800 metros, a las once de la noche, por lo difícil que se nos hizo el recorrido por el hielo y las grandes masas de nieve endurecida. Esa noche del día 8, la terminamos de pasar en nuestras carpas y al aclarar del día siguiente, llegaron las mulas a retirar nuestros elementos; bajamos entonces hasta el campamento principal, donde almorzamos ya en mejores condiciones y después de un breve descanso, continuamos viaje hasta Puente del Inca, donde llegamos esa misma noche del día 9, dando por terminada nuestra empresa, coronada por el completo éxito.
Otro integrante de la expedición, el doctor Renato Chabod, nos relataba algunos pasajes de esta ascensión, aclarando y dando detalles de la misma, recordemos que este gran alpinista y escritor italiano, ya fogueado para esa fecha, podía ver y apreciar detalles que el joven oficial argentino desconocía o no había experimentado en su corto andar en este ambiente particular, nos decía:
Nuestra comitiva estaba compuesta, además de los dos Ceresa, Ghiglione, el Teniente Nicolás Plantamura, miembro de la expedición argentina y de nuestro habitual Pasten, ahora porteador de Ghiglione, con sus dos perros guardianes, Tigre y Bocanegra, que demostraron una cualidad alpinistica verdaderamente excepcional…
Creíamos poder descender en una jornada hasta el campamento base, pero un malestar que sufrió el Teniente Plantamura al inicio del descenso, hizo perder un valioso tiempo y a eso de las veintitrés estuvimos todos reunidos en el campamento de altura, donde los primeros de nosotros habíamos llegado a las diecisiete.
En esa ocasión, Paolo y Stefano Ceresa y el fiel Pasten, demostraron una actitud admirable por su abnegación y empeño puesto de manifiesto, con el cuidado hacia el compañero indispuesto.
Fue así que cuando descendían por el Gran Acarreo, Paolo, se encontró con el cadáver de Hans Stepanek, a una gran distancia de nuestra vía de ascenso.
Al día siguiente, 9 de marzo, descendimos a Puente del Inca, realizando en tiempo récord de tres días y medio, ochenta y dos horas aproximadamente, el ascenso y el regreso del Aconcagua, tiempo que es bastante bueno, aunque se puede mejorar notablemente.
El 9 de marzo de 1934, una noticia sacude a la ciudad de Mendoza, la sirena del diario Los Andes vuela por los aires, anuncia la noticia que habría de conmover a la opinión pública nacional y señalar la conquista de un hito para el deporte argentino, entrando en la Historia del Ejército Argentino y de la especialidad de Montaña, la gran hazaña; el Teniente Nicolás Plantamura, perteneciente al Regimiento de Infantería 16, Cazadores de los Andes, ha hecho cumbre en la cima más alta de América, siendo las 12 horas con 30 minutos, del 8 de marzo de 1934, conjuntamente con la expedición italiana, liderada por el doctor Renato Chabod.
El nombre del Teniente Plantamura, ingresa en el agreste escenario del Aconcagua, para quedar incorporado a él en forma definitiva, como el primer argentino que logró escalar la cima del Centinela de Piedra y plantar en ella, la Bandera Nacional. Incorporamos también en este trabajo aquellos aspectos que como enseñanzas transcribía el Teniente Plantamura, en su trabajo de gabinete ordenado por el jefe de Regimiento, las cuales, si bien muchas de ellas, han sido superadas en el tiempo, debo decir para un posterior trabajo de investigación tanto sobre la vida de este destacado militar; como por las actividades desarrolladas por las Tropas de Montaña, pueden ser de utilidad en el futuro.
Campamento en Plaza de Mulas a 4230 mts. Expedicion al Aconcagua de 1946
Glaciar Horcones superior visto desde los 5500 mts, al fondo el cerro catedral. Expedicion al Aconcagua de 1946
Las vertientes occidentales vista desde Plaza de Mulas, Expedicion al Aconcagua de 1946
Las enseñanzas que ha dejado la ascensión al cerro Aconcagua, son las siguientes
1. Necesidad de que las personas que forman parte de estas expediciones, compruebe su estado de salud por medio de una exhaustiva revisación médica.
2. Que ellas deben ser integradas por pocos hombres, de cuatro o cinco, pero nunca de una sola persona.
3. Que se haga un cuidadoso entrenamiento teniendo en cuenta, el método personal de marcha a que se refiere nuestro reglamento de Ejercicio para Tropas de Montaña y hacer poco antes de la ascensión principal, un esfuerzo de comprobación.
4. Indispensable necesidad de preparar un equipo y vestuario especial, para éstas empresas, tratándose de pocos hombres que la llevarán a cabo y que las ascensiones se realizan de vez en cuando y que por la importancia que revisten de compartir esta actividad con extranjeros y que se está representando el regimiento y el país, debe tenerse especialmente en cuenta, en cada unidad se dispondrá de equipos especiales, que estarán reservados para este tipo de actividad.
5. Tratar de eliminar en lo posible y desde el entrenamiento, el tabaco y en las ascensiones mismas, también, las bebidas alcohólicas.
6. Tratar de conocer las probabilidades del tiempo, antes de iniciar la ascensión.
7. Necesidad de tener un particular cuidado con la alimentación, sobre todo en las grandes alturas.
8. Estudiar detenidamente las características del cerro que se pretende ascender, buscando ya en el lugar puntos característicos para orientarse en todo momento.
9. Que estas empresas sean llevadas a cabo entre los meses de diciembre hasta mediados de febrero.
10. Que las ascensiones se hagan durante las horas del día en lo posible y si existe la necesidad de también de noche, buscar los días de luna llena.
11. Tener siempre listos algunos animales al pie del cerro, es decir, en el campamento base, para en caso de urgencia disponer de ellos.
12. Debe tenerse en cuenta la cantidad de ganado necesario y la forma en que se los debe alimentar.
13. Conveniencia de establecer en las ascensiones a cerros muy elevados, carpas refugios para enfermos.
14. Tener en todo momento presente que las prescripciones de nuestro reglamento de Ejercicio para Tropas de Montaña, por cuanto se ha comprobado una vez más, las previsiones oportunas que en él contiene.
Y finalizaba su trabajo y exposición diciendo: Con esto doy por terminada ésta exposición, en la esperanza de que todo lo relatado, pueda ser de alguna manera de utilidad para el futuro de nuestras actividades de montaña.
Marcha hacia arriba a casi 6000 mts. Al fondo el cerro Mercedario de 6778 mts.
Expedicion al Aconcagua de 1946
Cerro Aconcagua
Expedicion Polaca 1934 El Aconcagua (7033 metros) visto desde el valle de los Relinchos
Este trabajo elaborado por Teniente Plantamura, está compuesto por cuarenta folios y al finalizar el mismo y como conclusión se encuentra la crítica del jefe del Primer Batallón, perteneciente al Regimiento de Infantería 16, el entonces Mayor Raúl Teisaire, el cual expresaba los siguientes conceptos:
Considero la conferencia del Teniente Plantamura, un trabajo muy completo, de gran interés, que deja valiosas enseñanzas para nosotros, que debe ser tenido especialmente en cuenta en lo sucesivo. Enseñanzas de gran valor moral y de él se desprende, el esfuerzo realizado, se ha puesto de manifiesto un carácter decidido y una firme voluntad de vencer el obstáculo, al insistir nuevamente, después de no haber conseguido alcanzar el objetivo propuesto en la primera tentativa.
Ha demostrado además, un gran espíritu de sacrificio al someterse a las exigencias de un largo y penoso entrenamiento, para adquirir un excelente estado físico. Un concepto bien claro de la responsabilidad, al solicitar permiso a la superioridad y realizar la ascensión conjuntamente con alpinistas italianos y especialmente por tratarse de un oficial del Ejército Argentino, que tiene el honor de ser el primero en llegar a la cima de este cerro.
Su trabajo lo ha realizado en forma ordenada y teniendo en cuenta los aspectos formales, lo cual nos permite tener una idea clara de cómo se prepara y se realiza una ascensión en la alta montaña.
Si bien la ascensión realizada tiene especialmente el carácter de empresa deportiva, no deja de tener su importancia desde el punto de vista militar; en ello, se ha puesto en práctica las prescripciones del reglamento de Ejercicios para Tropas de Montaña, que contiene previsiones muy oportunas para tal objetivo; así también se han experimentado elementos del vestuario y equipo, que están dotadas las tropas, con resultados muy buenos en general.
Estas ascensiones en la montaña, resultan especialmente apropiadas para despertar en el personal militar; el entusiasmo en las actividades y la vida en la alta montaña, donde sólo es apto, por cierto, el hombre fuerte y sobretodo sano completamente, en la que respecta al corazón, los pulmones y órganos digestivos, que son los que durante el entrenamiento y la ascensión misma, se ven sometidos a un trabajo mayor.
Se obtendrán los mejores resultados, con los soldados que ya con anterioridad hayan practicado deportes o que debido a la situación del lugar de su residencia o de su ocupación civil, les haya permitido realizar estas actividades con anterioridad. Debe tenderse a la adquisición de un tecnicismo práctico y la aplicación inteligente y prudente del mismo.
Luego, firma el documento, el jefe del Primer Batallón del Regimiento de Infantería 16, Cazadores de los Andes.
También a éste trabajo le realizó su crítica el jefe del Regimiento de Infantería 16, Cazadores de los Andes, el entonces Teniente Coronel Juan J. Palacios, que expresaba: Califico a la conferencia que acabamos de escuchar de sobresaliente. Es un trabajo sumamente interesante por los detalles que contiene y la claridad con que ha sido expuesto; me atrevo a decir, que es tan completo, que bien puede servir de guía para todos aquellos que deseen preparase para excursiones como la efectuada por el Teniente Plantamura.
Las ascensiones, son desde todo punto de vista interesantes y no debemos olvidar que para el combate en nuestra especialidad, debemos buscar altura, ya que ella nos permite un mayor campo visual y nos asegura el dominio por el fuego.
Expediciones al Cerro Aconcagua. Foto: Argentina Mountains Troops
Transmitiendo por primera vez desde el Refugio Plantamura en el cerro Aconcagua, 6.400 mts. de altura. Año 1949.
Foto: Colección Radio Club Argentino
De ahí la necesidad que en el Regimiento se haga del escalamiento un culto y se trate por todos los medios de superar constantemente las alturas alcanzadas, sin que ello pueda engendrar egoísmos de ninguna especie, egoísmos que no se justificarían dada la causa que induce a pretender una superación.
El cirujano de la unidad debe profundizar el estudio que hace el conferencista, en lo relativo a los trastornos físicos que ha experimentado y a regímenes alimenticios que ha enumerado para poder dar algunas normas que faciliten en lo sucesivo estas empresas.
El Teniente Plantamura, ha demostrado tener grandes condiciones de montañés y un sentido exacto de la orientación, lo que le ha permitido efectuar gran parte del escalamiento de noche.
Yo me complazco en felicitar al Teniente Plantamura, por su hazaña y por su excelente conferencia que nos ha dado, y estoy seguro que ha dejado en todos los que hemos escuchado, muy provechosas enseñanzas.
Éste trabajo fue realizado y expuestos a todos los integrantes del Regimiento, el 28 de abril del año 1934, a los cincuenta días de haber alcanzado la cumbre del cerro Aconcagua.
El 3 de mayo, el vencedor argentino es felicitado por el Ministro de Guerra, General Manuel A. Rodríguez, quien en sus consideraciones expresaba:
Que las ascensiones a la alta montaña efectuadas en forma progresiva y metódica, es un complemento necesario de la instrucción y formadora del espíritu de la tropa de la especialidad.
Pintura de las tropas Argentinas de Montaña. Autor: Marenco
Que es la primera vez que el personal del Ejército llega a la cima del cerro Aconcagua.
Que al escalar la más alta cumbre de la cordillera, el Teniente Nicolás Plantamura, ha realizado un esfuerzo y demostrado una perseverancia digna de la consideración de sus superiores.
En una ceremonia enmarcada por los cerros tan conocidos y queridos por él, recibió del jefe del Regimiento, el distintivo Dorado de la especialidad de Montaña, máximo galardón y distinción que otorga el Ejército Argentino, en reconocimiento por su destacada actuación y logro conseguido.
Nos decía en la historia del Club Andinista Mendoza, Tomo I, su autor, el andinista, escritor e integrante de la Primera expedición Argentina al Himalaya, el doctor Alfredo Eduardo Magnani:
El Triunfo del mendocino Plantamura, sobre el Aconcagua, por tratarse del primer argentino que llegaba a la montaña más elevada de América, despertó un inesperado entusiasmo hacia las actividades deportivas en la montaña, hasta entonces lejanas y extrañas para la juventud de nuestra gran aldea.
Las apasionantes conferencias dictadas por Plantamura y los alpinistas polacos a su paso por nuestra ciudad, sobre sus aventuras en las alturas andinas, afirmaron el interés de los deportistas locales por esa exótica y peligrosa actividad importada por los extranjeros y que ya había sido bautizada con el vocablo: Andinismo… la semilla había sido depositada en terreno fértil, sus frutos comenzaron a darse ya en el siguiente año.
En el año 1936, fue ascendido a grado de Teniente Primero y destinado al Regimiento de Infantería de Montaña 21, desarrollando sus actividades en la zona de Esquel, el aquel momento, asiento de paz de esa unidad. A él se debe el primer reconocimiento a fondo de la zona del cerro Chaltén.
En el año 1939, pasa a continuar sus servicios al Centro de Instrucción de Infantería y al año siguiente, a la Escuela de Estado Mayor del Ejército, con el grado de Capitán.
Nicolas Plantamura, 1965
A fines del año 1942, egresó como Oficial de Estado Mayor y con el grado de Mayor, fue nombrado jefe del Batallón Escuela, en el Regimiento de Infantería de Montaña 16, Cazadores de los Andes. En el ambiente de montaña y por su prestigio es muy respetado y querido, y es por ello que, en el año 1944, es elegido como presidente del Club Andinista Mendoza, secundado por Humberto Re, como vicepresidente, pero por razones de servicio fue traslado durando en este cargo solo un año. En el año 1947, es ascendido al grado de Teniente Coronel y nombrado Inspector de Tropas de Montaña; este año, el Ejército Argentino, apoyado por el gobierno Nacional, dan inicio a la construcción de un área para la práctica del esquí, en la zona de Puente del Inca, siendo designado como Director mismo, nuestro celebre andinista Nicolás Plantamura, secundado con la colaboración del técnico italiano, el señor Bruno Cáneva.
Al año siguiente, prestó servicios en el Ministerio de Guerra hasta el año 1951, en que siendo Coronel, se desempeña como Agregado Militar en la República de Chile, donde es condecorado con la Medalla Militar del Ejército Chileno. Se lo designa Ministro Plenipotenciario, en Misión Especial para integrar la Delegación Argentina en la transición del mando, en Quito, Ecuador, el 26 de agosto de 1952.
De regreso al país, en el año 1953, fue nombrado Comandante de Infantería, del Cuerpo de Ejército 2, en la ciudad de San Luis, el l0 de diciembre. Por superior resolución inserta en Boletín Reservado Militar de Ejército 3561, se lo nombró Comandante de la Agrupación de Montaña Cuyo, con asiento en Mendoza, el 5 de octubre de 1955; ascendiendo al grado de General de la Nación, mediante Boletín Reservado Militar de Ejército 2755, el 31 de diciembre de 1955. Fue nombrado Comandante del Arma de Infantería, del Comando en Jefe del Ejército, el 24 de enero de 1956, con asiento en Buenos Aires.
En el año 1957, solicitó su pase a retiro. Pero su amor por la montaña lo mantuvo activo, fue así que, con la venida de los científicos Albrecht, de Alemania Oriental, fue quien los recibió y acompañó en su campaña, más de un momento en Puente del Inca, especialmente recordando anécdotas y entregando experiencia.
Fue nombrado General Honorario de las Tropas Alpinas, por la Asociación Nacional Alpina de Italia, en nuestro país, y otorgado el grado de Gran Oficial; presidió además para esa fecha, la Comisión de Tropas de Montaña Virgen de las Nieves, siendo su primer presidente.
Sus profundos conocimientos sobre la montaña quedaron reflejados en sus trabajos de reconocimientos realizados en toda la extensión de la Cordillera Central de San Juan y Mendoza y además, de la Patagonia.
El 7 de junio de 1976, rodeado del cariño de su familia y de sus montañeses amigos, falleció en la ciudad de Buenos Aires, luego sus restos fueron trasladados a Mendoza, y por expreso deseo personal descansan en la Campo Santo del Cementerio de los Andinistas de Puente del Inca, donde fueron sepultados con honores, al pie de sus montañas, a las cuales tanto amó, quedando como vigía y custodio, de ese rincón de nuestro país, lugar reservado para aquellos atrevidos que cumpliendo o no con similar hazaña, perdieron sus vidas al exhibir el temple, valor, espíritu de sacrificio y abnegación necesaria para enfrentar a la obstinada naturaleza. Sus hazañas quedaron grabadas para siempre dentro de los hitos que jalonaron la historia de la Montaña Andina y de los audaces que se atreven a encanarse en sus crestas casi invencibles. En su honor, se ha bautizado algunas calles del país y también una escuela en la ciudad de Mendoza.
Recorte de diario con el anuncio: Maniobras militares en la precordillera mendocina. Foto: Argentina Mountains Troops
En esta hoja vemos las firmas de Lance Ortiz y Plantamura, 1934, luego de ascender al cerro Almacenes
Área Restauración Fotográfica del CCAM: Natalia Fernández Juárez
Bibliografía del Archivo del Centro Cultural Argentino de Montaña:
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Enciclopedia Incompleta de Montaña
Notas Relacionadas:
- Donación del Club Andinista Mendoza al Centro Cultural Argentino de Montaña
- Historia del Club Andinista Mendoza
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