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Tragedia española en Tierra del Fuego
Restauración Fotográfica: Centro Cultural Argentino de Montaña, Natalia Fernández Juárez
AUTOR: César Perez de Tudela
EDITORIAL: Ediciones Rodas, Madrid, España
AÑO: Primera Edición, mayo de 1976
FORMATO: 13 x 19 cm.
PÁGINAS: 188
IDIOMA: Castellano
FOTOGRAFÍAS e ILUSTRACIONES: Pertenecientes al autor, al sargento 1° del ejército chileno Ezequiel Muñoz Díaz, quien participó del rescate y al periodista Ruben Brito
Tapa del Libro Tumba de Hielo. Autor: Cesar Perez de Tudela
Índice
Tierra del Fuego ................................................................................................... |
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Contrtapa del Libro Tumba de Hielo. Autor: Cesar Perez de Tudela
Elegimos 2 capítulos:
NUESTRA VIDA ES LA MAS BELLA QUE EXISTE (Capitulo 2)
NOSOTROS, FERNANDO Y YO, entendíamos así la vida. En los últimos tiempos, él era reportero de Televisión Española. Yo había fundado una revista de viajes y geografía, en la que él trabajaba con enorme entusiasmo y con una eficacia profesional que me dejaba admirado.
Nuestra relación era muy estrecha, aunque cada uno de nosotros viajaba independientemente. Algún día de invierno esquiábamos juntos por el Guadarrama o escalábamos alguna pequeña cima. Pero el volver a la Tierra del Fuego y a la Patagonia era para él una constante en sus sueños.
Con el transcurso de los años, Fernando se había convertido en una persona ocupadísima, de una arrolladora personalidad. Se había encarado con la vida y quería lograrlo todo. Los que haceres, deberes y compromisos se nos amontonaban. Vivíamos a borbotones, a raudales de ilusión.
El, como yo, habría querido encontrarse a la vez en diferentes sitios y no perderse una sola ocasión de contrastar ambientes contrapuestos. Lo mismo escalando una montaña difícil y lejana que siendo testigo periodístico de una guerra, un terremoto o una revolución. Esa era nuestra vida. Para ir a un sitio o emprender una aventura teníamos que posponer otras muchas, y dejar otros que haceres igualmente apasionantes. Yo recorrí Nepal y la India y me adentré en el Tibet, escribiendo mis impresiones. El hizo viajes por Europa y por el Oriente Próximo cumpliendo sus obligaciones informativas para la televisión. Yo fui enviado especial en los últimos días de la guerra del Víetnam. Y más tarde peregriné por el Sahara y viví entre los trescientos cincuenta mil componentes marroquíes de la «Marcha Verde». Entre tanto, pensábamos en nuestras débiles economías y en que teníamos que volver a explorar y a escribir sobre la Tierra del Fuego y sobre los Andes.
Nuestra vida era la más bella que existe. El alpinismo, que durante muchos años habíamos practicado, nos había abierto las puertas del Paraíso. Nos había hecho interesarnos por el mundo. Todo nos interesaba. Perdíamos la calma cuando se producía un hecho importante y queríamos vivirlo y luego contarlo.
Entrevista de la television chilena en el Hotel Savoy en Punta Arenas
Mi situación era todavía más comprometida. Mi condición de personaje público y famoso me obligaba a ir de un sitio a otro. Requerían mi presencia para programas de radio, tenía siempre algún entrevistador detrás de mis pasos. Recorría España pronunciando conferencias sobre mis expediciones. Siempre tenía un libro que escribir en unos cuantos días. Y mi figura, que en principio la sociedad había admitido como la de un famoso alpinista, fue cambiando de carácter. Mis respuestas, mis actos, mis trabajos, no pasaban desapercibidos y me encontraba sometido a comentario. La sociedad suspicaz me increpaba, me halagaba, me criticaba, según en qué caso o en qué suceso. Hacía tiempo que ya me había acostumbrado a aquella clase de vida. Era la mía, casi no había tenido otra. Ciertamente que había hecho muchas otras cosas, pero éstas habían sido eclipsadas por el estruendo de mis sucesos, mis conferencias o mis expediciones. Muchos de mis actos tenían todo tipo de derivaciones, incluso las más insospechadas. En 1971, el gobierno de Pakistán me había declarado persona sospechosa de espionaje, cuando realicé una expedición para recuperar el cuerpo de Elena, mi primera esposa, muerta en un glaciar a 4.700 metros de altura, mientras yo escalaba una difícil montaña.
Mi revista, fundada con ilusión, iba bien. Era otra aventura. Lanzarse a la edición de una publicación de viajes y aventura era por sí mismo una aventura. Yo creo que durante casi estos dos últimos años he vivido para poder mantener las pérdidas de mi revista. Y Fernando estaba en mis mismas condiciones. Los dos pensábamos que algún día nos dedicaríamos exclusivamente a ella.
La Delegación Nacional de la Juventud se había interesado por mí. El nuevo equipo de jóvenes dirigentes había comprendido que mi vida estaba dedicada a abrir cauces de inquietud en la juventud. Y había empezado a trabajar con ellos. Esto me entusiasmaba. ¡Se podrían hacer tantas cosas!
Por todo ello, por Lola, mí mujer, por mis tres hijos, por todas las cosas complicadas o sencillas de la vida, era precisamente que a principios de 1976 me encontraba en un paroxismo de trabajo. Y de trabajo que me entusiasmaba. Era la perfecta unión entre profesión y vocación.
Fernando cargando el equipo lleno de entusiasmo
Cuando algún entrevistador me preguntaba por mi profesión, yo no sabía qué decirle.—Mire, yo estudié la Licenciatura de Derecho..., pero...Y continuaba:
—Fui inspector de policía... Quizá soy escritor o quizá conferenciante. O quizá fui alpinista. O efectivamente lo que soy es editor. O ejerzo el periodismo cuando los sucesos que voy a tratar me interesan. O soy rescatador de excursionistas perdidos o alpinistas colgados de abismos, o soy estudiante de Información. Mi nuevo destino en la Delegación Nacional de la Juventud es más o menos el de creador de actividades de proyección a la juventud.
O: —No sé bien lo que soy. No me gustan las delimitaciones ni las definiciones que no describen y que confunden. También solía decir:
—Mi profesión, señor entrevistador son mis proyectos y mi vida. Mis sueños. Yo persigo los sueños que tuve de niño, y como casi los rebasé, se me ocurren otros nuevos. Soy un lector del paisaje, y un hombre que vive soñando muy despierto y que apura la vida casi hasta la misma muerte. Y nadie me entiende nada. Es por aquello que decía El Principito, de Saint Exupery. Los mayores sólo entienden el complicado mundo de las finanzas, o el fútbol, o quizá el golf, pero no entienden los sueños de la juventud que quiere ser, y hacerse, y conocerse, y llegar a ser el que quieres ser, sin quedarse en la cuneta de tus sueños.
Mi amigo Fernando es menos complicado que yo. La gente no se confunde con él. Incluso nadie sabía que el alpinismo había sido el motivo configurador de su juventud. Y él no tenía detractores ni entrevistadores tras él. A Fernando Martínez sólo le conocían sus compañeros y sus amigos. No tenía leyenda. Nadie le malinterpretaba, y prácticamente sólo yo había sido su cronista después de alguna expedición en la cual él hubiera venido conmigo.
Itinerario en la pared de hielo y salida a la roca
¡CUIDADO! (Capitulo 10)
CRUZAMOS UNOS TRAMOS de aspecto siniestro. Aterraba mirar aquellas grietas negras y esas gigantescas torres de hielo podrido. Ya no existía el color azul: la nieve que caía lentamente iba haciendo cambiar el paisaje.
De común acuerdo desestimamos un paso que aparentemente nos conducía al espolón de roca; eran unas grietas hondísimas cubiertas por unos puentes de hielo que se hundirían nada más pisar sobre ellos.
Subimos aún más por el hielo. Una gran grieta nos cerraba el paso. Había que saltar al otro lado silenciosamente. Eran unos cuatro metros. Un salto perfecto. Sin perder un instante salí del glaciar y alcancé la roca, trepé por ella y busqué un sitio seguro para retener la cuerda de Fernando.
Le vi saltar a su vez. Y le tomé unas fotos. Eran documentos únicos. Era un reportaje extraordinario. Pero Fernando casi no había hecho fotografías. ¿Por qué Fernando no fotografiaba nada? Ayer me había dicho que no llevaba casi carretes y que los reservaba para los días siguientes. Pero... aquellos parajes eran increíbles. ¿Qué le pasaba a Fernando?
Ambos seguimos trepando por la roca. Es una escalada fácil. Y escalamos uno detrás de otro. Unos setenta u ochenta metros más y habremos llegado al collado. Por encima de nosotros se ven unos desplomes de hielo que tendremos que evitar por la izquierda. Vamos muy rápido. Dentro de muy poco tiempo estaremos en sitio seguro. Lo más peligroso y difícil lo hemos dejado atrás, bajo nosotros. Hemos debido subir unos noventa metros desde que pasamos del hielo al espolón de roca. Allá abajo veo las grietas negras, hondísimas, aterradoras.
Tras nosotros el glaciar la selva y el mar
Diviso a Fernando unos quince metros por encima de mí. Le veo subir con su gran cuerpo. Vamos agarrándonos con las manos en la piedra. Nuestros piolets, es decir, nuestros picos de hielo, los llevamos colgados en nuestra cintura para tener las manos libres. Vamos bien. No vamos cansados. Y tampoco es el momento de sentir el cansancio. Estamos utilizando nuestro dominio del alpinismo para superar un obstáculo en nuestro camino. Un obstáculo que nos impide vislumbrar el horizonte, que limita nuestro horizonte. Y estamos precisamente remontando el horizonte para descubrir nuestro paisaje. Queremos ver la otra vertiente y ganar por hoy la seguridad. Y volver al cobijo de nuestra tienda serval, y recordar la dificultad, y nuestra febril obsesión de evitar el peligro que se ha cernido sobre nosotros. Estamos viviendo. Y viviendo bien. Subimos con diligencia, con precisión. El paisaje nos gusta y nos impresiona, pero no nos apabulla. —¡Cuidado! —ha gritado Fernando. Es un instante. Una fracción de segundo. He debido mirar hacia lo alto. Es sólo un reflejo. Un destello. Un bloque de hielo muy grande cae. Los ojos se me cierran. La mente se me nubla por el miedo insuperable.
Espero. Debo estar crispado sobre mí mismo. Soy un condenado a muerte. Espero el tirón que me arrastre al precipicio. Será un tirón brutal. Un tirón de esta cuerda que nos une. La cuerda de los alpinistas. La cuerda de la vida y de la muerte. Todo un pacto de amistad. La unión en un ideal. Juntos hasta la cumbre. Un pacto que a lo largo de veinticinco años he realizado con hombres de diversos países del mundo. La cuerda... Es mi muerte.
No sé. No he pensado que el bloque de hielo no va a caer sobre mi cuerpo. Son fracciones de segundo. Pienso únicamente en el tirón mortal. Con los ojos desorbitados, o cerrados, sólo veo negro y unas grietas horrendas en el hielo de abajo...
Sé que caigo. La crispación nerviosa me ha impedido captar la violencia del tirón o el dolor del golpe. Nada... Vacío... Es un instante después. ¿Cómo estoy aquí? Instantes o eternidad. Me encuentro bien. No siento nada. Me encuentro medio empotrado entre la roca y la nieve. Miro hacia arriba. No veo nada. Miro a la izquierda. Fernando está moviéndose con la cabeza hacia el precipicio.
—¡Fernando...! ¡Fernandooo...! Fernando se está moviendo y su gran cuerpo se va a caer de nuevo. Y yo con él. —¡Dios mío, Fernando! ¡No te muevas! No sé cómo se puede alcanzar el don de la lucidez. Yo he reaccionado muy bien en casos extremos. He mantenido la calma en difíciles rescates de montaña. Yo me salvé completamente solo cuando caí trescientos metros por un pasillo de hielo en el Monte Olivia. Me salvé en el Aconcagua, cuando mis compañeros me daban por muerto.
Fernando ascendieno por el glaciar con los grampones
Fernando cayo en una grieta y se esta moviendo si se llega a caer de nuevo me va arrastrar con el
La ruta hacia el monte Sarmiento 1 y 2 lugar del accidente 3 Cima del Monte Sarmiento
¡Dios mío! Pero ahora estoy irremisiblemente perdido. Y yo mismo me sorprendo de darme cuenta de que no tenemos salvación. Fernando está inconsciente y a punto de arrastrarme nuevamente al abismo. Y un milagro no se repite dos veces.
He de conseguir asegurar la cuerda. He de colocar algún seguro. Mi mente se aclara. Intento buscar un resalte en la roca y no lo hay. Es una piedra erosionada por el hielo. Intento clavar el piolet en el hielo, pero es insuficiente. Busco nerviosamente una fisura, una grieta. ¿Y las clavijas? Las tengo colgadas de la cintura. ¡Estoy tan nervioso! Frenéticamente golpeo una clavija. Es una clavija corta y ancha. Es una grieta mala y cegada. Y golpeo la clavija con tanta fuerza y tantas convulsiones que casi no la acierto. La acuño con otra, que también voy golpeando mientras grito: —¡Fernando! ¡Fernando! Son momentos en los que estoy actuando en un estado semiinconsciente. Si he logrado introducir la clavija es gracias a un oficio bien aprendido y acumulado en mi subconsciente. Pasé un mosquetón por las clavijas y aseguré la cuerda directamente del cuerpo de Fernando.
Y voy hacia mi compañero. No me oye, no escucha mis gritos. No dice nada, nada, pero respira fuertemente. Se mueve mucho y la cuerda le retiene. Intento moverlo y sólo con-sigo ponerle hacia arriba. Le arrastro dos metros, o quizá sólo metro y medio. Le coloco en una especie de repisa inclinada sobre el vacío. Nieva mucho, en grandes copos húmedos, y está atardeciendo. Intento tranquilizarme. Miro a mi alrededor y veo la mochila de Fernando. La roca se encuentra peligrosa y resbaladiza debido a la nieve que cae. Saco de ella las prendas de abrigo para intentar abrigar a mi compañero.
Nuevamente pierdo los nervios: —¡Ayúdame, Fernando! ¡Ayúdame! Intento introducirle en su saco de dormir, pero la prenda se me atranca con sus gruesas botas. Lo cubro como puedo. Pongo su cabeza sobre una chaqueta de pluma que se moja en seguida. Con la tienda nos arrebujamos los dos. Fernando tirita. Nieva... Grito. Llamo a Fernando. Estoy ronco de tanto gritar a mi amigo.
Fernando parece que quiere quitarse la cuerda. No escucha, no habla, no comprende. Pero Fernando hace esfuerzos tremendos por quitarse la cuerda, que debe molestarle. Me levanto. Me pongo de pie en la pequeña repisa. Fernando quiere quitarse la cuerda a toda prisa. Pero si se desata caerá al fondo. Casi consigue sacarse la cuerda por la cabeza y la cara se le pone roja. Es una tremenda visión que nunca podré olvidar. Con un gran esfuerzo y a punto de perder mi precario equilibrio consigo bajarle la cuerda al pecho. Nueva-mente le arropo con los sacos, que están empapados. Yo también estoy tiritando y total-mente mojado.
Y las avalanchas continúan cayendo. Y están cayendo a nuestro lado. Son estruendos que me aterran. Es casi de noche y todavía distingo las grietas negras y hondísimas que atravesamos hace unas horas. Estamos a noventa metros sobre ellas. Al fondo distingo la selva... Y la noche llega... Y sigue nevando... De vez en vez, sin casi darme cuenta, grito: —¡Fernando! ¡Fernando!
Arriba: el helicoptero se posa en el barco con el cuerpo de Fernando
Abajo: El equipo completo de rescate con el jefe de la expedición Rene Achiardi
Arriba: Una mancha negra da un indicio del cuerpo
Centro: Comienza la excavación
Abajo:
Fernando se encontraba en posicion cubito dorsal con las piernas en alto
Los padres de Fernando Martinez salen del mausoleo de Punta Arenas en Chile
Quien es Cesar Perez de Tudela
Nacido en Madrid, el 16 de junio de 1940, de origen navarro, como su apellido lo indica, fue educado en ambientes artísticos (dibujo, heráldica, restauración de pinturas antiguas) Su afición por el alpinismo comenzó a mediados de los años cincuenta, Montañero y guía, Instructor y Profesor de la ENAM (Escuela de alta montaña de la Federación Española de Montañismo) y directivo de la misma Federación.
En 1960 formaba ya parte de la selección de alpinistas españoles, Grupo nacional de alta montaña, y le había sido concedido el título de Guía nacional de alta montaña, además de haber ingresado en otros grupos y escuelas de montaña europeas. Paralelamente cursó la Licenciatura de Derecho, en la Universidad Complutense de Madrid.
En 1961, 1962 y 1963 ganó tres medallas de Oro en el Deporte Universitario, como campeón nacional de Esquí de Fondo y en 1967 fue premiado como mejor alpinista de Madrid.
En 1970 ganó el Concurso de Televisión Española “Las Diez de Ultimas”, logrando una fama popular extraordinaria como divulgador de la naturaleza y del alpinismo. Realizó programas y colaboraciones en diferentes espacios de la radiodifusión española en su faceta de divulgador del montañismo y la naturaleza.
Formó parte del equipo de reporteros de la Revista La Actualidad Española narrando sus experiencias viajeras y expedicionarias por el mundo. Licenciado en Ciencias de la Información, especialidad de Periodismo, en la primera promoción de la Universidad Complutense.
Fundó y dirigió la revista periódica CHORTEN destinada a la Exploración, la Geografía y la Aventura, primera en su género en España. Enviado especial a la Guerra del Vietnam por los 50 díarios provinciales del Movimiento en 1975.
Fue candidato al Congreso de Diputados por Madrid en las Primeras Elecciones Legislativas de 1977. Directivo de la Dirección General de Protección Civil del Estado, contribuyó a su implantación y desarrollo, como portavoz y director de prensa, comunicación y publicaciones.
Dirigió el programa de Seguridad y Rescate en las montañas de España. Diseñó los cursos de capacitación para cuerpos de Bomberos en la especialidad de salvamento y rescate en montaña.
Entre otros cometidos, fue responsable de la gestión informativa durante las emergencias y catástrofes, que se produjeron en España, entre 1980 y 1989: Inundaciones de Levante y País Vasco, catástrofes aéreas de Rodeos, monte Oiz, y Mejorada, camping de Alfaques etc.
Director de la revista institucional “Cuadernos de Protección civil”. Dirigió la Escuela de Naturaleza y Montaña Chorten.
El autor del libro Cesar Perez de Tudela
Libros publicados
Yo vi al Yeti: relatos del Barón Cotopaxi, Editorial Edelvives
Norte y Sur. Editorial Edelvives, varias ediciones
La Exploración del Volcán Cotopaxi, Editorial Everest
Montañismo para Todos, Editorial Everest, diez ediciones
Guía de Escaladas en Montserrat, Editorial Abadía, Barcelona 1971
¿Qué pasó en el Aconcagua?, Editorial Católica 1972
Mi lucha por la Montaña, Editorial Católica 1972
Al Encuentro con la Tierra, Editora Nacional 1974
SOS en el Naranjo de Bulnes, Editorial Juventud 1974
Por los Techos del Mundo, Editorial Doncel, Madrid 1976
Tumbas de Hielo, Ediciones Rodas, Madrid 1976
Recital de un Solitario, Editorial Doncel, Madrid 1976
Guía de Escalada en Roca, Editora Nacional 1978
Enviado Especial a la Aventura, Editorial Forja 1980
Los Peligros de la Montaña, Editorial Forja, Madrid 1982
La Protección Civil, Editorial Forja, Madrid 1982
Sobrevivir en la Montaña, Editorial Juventud, Barcelona 1987
Horizontes Verticales, Editorial Mondadori, Madrid 1989
Derecho de la Montaña, Ediciones Desnivel, Madrid 1996
Camino de Karibu. Barón de Cotopaxi, Editorial Anaya, 1998 –2000
Cinco Montañas Solo, Ediciones Desnivel, Madrid 2000
Aventuras del Barón de Cotopaxi, Editorial Anaya 2001
Sakya, el Valle de los yetis, Barón de Cotopaxi, Editorial Anaya 2001
El Lama Milarepa. Mandato del alma, Editorial Belacqua, Barcelona 2002
Conversaciones con César Pérez de Tudela, Desnivel Ediciones, Junio 2003
Crónica Alpina de España. Siglo XX, Editorial Desnivel 2004
Cuaderno del Himalaya, Editorial Anaya 2005
Cesar Pérez de Tudela en los montes Hoggar, desierto Sahara, Argelia
Área Restauración Fotográfica del CCAM: Natalia Fernández Juárez
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Libro: Andes Patagónicos. Viaje de exploración a la cordillera patagónica austral -
Libro: 7000 Metros. Diario de Supervivencia (2 meses solo en la cumbre del Aconcagua) -
Guía Turística de Magallanes y Canales Fueguinos
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